Un divertido relato en el que
suceden misterios, acertijos y pasadizos secretos en una mansión en la que perderse
es lo mínimo que te puede pasar.
Está en juego una herencia
astronómica y hay tantas personas interesadas en obtenerla que todo se va a ir
complicando hasta alcanzar nivel intento de asesinato, con lo que la trama adquiere una nueva dimensión.
Abogados, familiares del lado
heredero y del lado desheredado, intereses comerciales, una fundación, una
mansión repleta de habitaciones, personal de servicio para atender cualquier
necesidad, más coches que en un concesionario y un instituto para alumnado de clases
selectas se dan cita en un argumento ingenioso y muy sensibilizado con las
inquietudes del público a quien se dirige la lectura.
Es como si el ambiente, y solo
el ambiente, de Los Cinco, se hubiese adaptado a los nuevos tiempos para
elaborar una aventura donde no se escatiman ninguno de los elementos que
conforman la realidad actual: redes sociales, internet y primeros amores;
elementos afines que se precisan para mantener la atención y el interés de los
jóvenes lectores por corresponder a su día a día.
Jennifer Lynn Barnes consigue que Una herencia en juego sea un divertimento repleto de aventuras manteniendo el trasfondo de denuncia social hacia la individualidad, el egoísmo, la avaricia y la soberbia. Pero no lo hace desde una escritura condescendiente para su público sino de forma adulta y con perspectiva de género, como debe ser al no tratarse de un cuento.
Poco más se puede decir para
no anticipar nada de lo mucho que sucede; es preferible que se acerquen a su lectura con cuanta menos
información mejor.
Si tienen a algún o alguna
adolescente cerca con ganas de leer, que se atrevan con esta novela y seguro
que no la sueltan hasta el final y estarán de suerte porque aunque la novela es
auto conclusiva, resulta ser la primera de una trilogía a la que la siguen El Legado de Hawthorne (ya se está
anunciando en librerías) y El Gambito
Final.
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