Miseria es la segunda entrega de lo que podría ser una serie. Mismas preocupaciones, misma indefensión, misma violencia de género, pero visitada desde otra perspectiva, a dos voces, y vislumbrando un nuevo horizonte.
Miseria es un personaje periférico en Cometierra que aquí cobra protagonismo y sobre el que pivota toda la novela.
Miseria es la pareja del Walter, el hermando de Cometierra y los tres adolescentes viven en un mundo de adultos, pero marginados en un suburbio donde trabajan, aunque en precario.
Donde
Cometierra intenta vivir una vida normal sin saber muy bien cómo, pero anhela ser una más y no quiere hacer de su don un medio para ganar dinero
sino, en todo caso ayudando a la gente, siendo su vehículo para poder llevar
cuerpos al cementerio.
Miseria está embarazada. Al Walter le
chantajean emocionalmente. Cometierra busca como exorcizar demonios de su
interior. Situaciones generadoras de tensión que hay que contener para que no
los devoren.
Las desapariciones de jóvenes no investigadas, o si pero no
con la suficiente atención por los organismos policiales que parecen justificar
los delitos culpabilizando las víctimas, se han normalizado resignadamente
entre una población que tiene tantas dificultades para seguir viviendo que no
da tiempo a pensar en los muertos, aunque les rinda culto cada minuto de cada
día.
Un animal salvaje suele ser indómito por naturaleza; el don
que tiene Cometierra es salvaje y si ha aceptado recluirse no ha sido por la
doma sino por mutua aquiescencia. Por eso en cuanto Cometierra decide abrirle
de nuevo la puerta, un pura sangre frente a una inabarcable llanura, el don se muestra
inexorable soltando crudas verdades que, paradójicamente, desesperan y
consuelan a la vez.
¿Puede una paradoja explicarse a si misma? Cerebro o alma
¿quién rige? Debate callado y subyacente entre gentes que ya saben de muerte y
solo quieren encontrar un cuerpo para llorar las últimas lágrimas que han
guardado para el momento.
La tierra es el medio; la víctima el grito mudo que solo una interprete puede oír y comprender y Cometierra es esa conexión.
Pero no toda persona que tiene un don lo usa para el bien y
Cometierra debe aprenderlo para no acabar siendo ella misma una víctima.
Miseria tiene mucho de aquel realismo
mágico primigenio que caracterizó la novela del cono sur pero teñida de novela
negra.
Una novela negra propia,
peculiar, alejada de tópicos y aún más de cliché comercial. Dolores
Reyes verbaliza en su escritura sentimientos y emociones que empiezan ya a
delatarse en los nombres de sus personajes clave: Cometierra, Miseria, Pendejo…
que no son nombres propios ni identificadores elegidos por azar sino conformadores
de personalidad, exponentes de un comportamiento y canalizadores vitales de actitudes,
así pretendidos.
Adopta ese cierre de capítulos que en algunas ocasiones me
ha recordado Cortázar y aunque esta nueva entrega sea menos novela negra que Cometierra,
el poso que deja es más oscuro que el del café: es el
de una taza de brea.
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