La cruz, que no el crucifijo, es, para Sor Holiday un sustento que le permite seguir hacia adelante, a donde sea que crea que deba ir.
En espera de convertirse en monja de facto, aún
es novicia, Sor Holiday está en un presente que aún es mucho pasado. Demasiado
vivido, demasiado amado, demasiado sufrido, como para borrarlo solo con unos
votos.
Y de ese tiempo pretérito rescata una actitud
de investigadora que la lleva a inmiscuirse en una investigación policial sobre
un incendio en el que ha muerto un amigo y dos jóvenes han quedado malheridos.
Y es que no cree que la policía esté haciendo todo lo que puede. Y además el
incendio se ha producido en el complejo de su convento. Y además alguien podría
querer incriminarla.
Este comportamiento díscolo, que se ha ido
fraguando desde su infancia, no le granjea simpatías ni entre sus compañeras de
orden, ni entre sus alumnos de música, ni en la brigada de bomberos que
investiga las causas del incendio ni entre la policía que debe dilucidar si
existe delito y si la muerte ha sido accidente, suicidio o asesinato.
Una premisa nada novedosa pero tampoco
desdeñable. Lo malo viene cuando la autora, Margot Douaihy, ha querido vestir a
su monja protagonista no solo con la ropa negra que ostenta la orden de Las
Hermanas de la Sangre Sublime, sino que la hace deslenguada y fumadora viciada;
además la autodefine como queer, aunque en la práctica sea lesbiana; la tatúa
de arriba abajo, aunque no nos muestre los tatuajes, ni sepamos la razón de
cada uno; la hace pertenecer a una familia en la que la madre fue monja hasta
que acudió a la dispensa, su padre policía y su hermano es gay; y en esa vida
seglar fue guitarrista de un grupo antisistema.
Demasiados clichés que buscan definir una personalidad que diferencie al personaje de lo que se le pueda suponer por su condición actual de sierva religiosa, pero que acaban convirtiéndola casi en una caricatura.
Nueva Orleans, donde transcurre la acción,
aunque su vida anterior transcurriera en la costa este, se queda en decorado
empalagoso por la humedad y no transmite la vida que se le presupone dibujado
en un pentagrama.
Como muchas primeras novelas tiende a la
exuberancia y busca en la reiteración de adjetivos grabar imágenes en el lector
cuando lo que debería es buscar descripciones que le permitieran creárselas a
sí mismo.
Una segunda novela tendría ocasión de demostrar
si va por buen camino; aunque ya se sabe que los caminos del señor son
inescrutables.


0 comments:
Publicar un comentario