El señor Bowling compra el periódico es una de esas novelas que parece que el inconsciente colectivo esté esperando a que sean publicadas, aun sin conocer si se están gestando o si su existencia es factible; y es así porqué una vez leídas generan tal cantidad de ruido que no se entiende como el mundo ha podido existir antes de su aparición.
No es ni una novela policiaca ni negra según
los cánones, aspira a la marginalidad y la logra. Quiere diferenciarse del
resto de publicaciones tópicas del género y lo consigue. Pretende demostrar que
las reglas son para romperse y cumple.
La novela va de la soledad; de la soledad de
los vivos, pero también de quien se siente muerto estando vivo. Y es que el
señor Bowling, inteligente y educado, se siente tan muerto en su vida, por
falta de alicientes y de satisfacciones, que busca compañeros de viaje,
acompañantes y se dedica a matar para conseguirlos. Lo que sucede es que las
muertes tampoco consiguen ser un acicate para seguir vivo y confía en la
habilidad policial para que en cualquier momento se produzca su arresto y por
fin se acabe su viaje a ninguna parte.
Es eso lo que tiene en común con la psicología
del asesino en serie: en el fondo busca ser detenido.
Donald Henderson
(1905-1947) tuvo corta vida tal vez por cruzarse con el señor Bowling, pero
tuvo tiempo de dejarnos esta novela, adaptada con éxito al teatro y en
televisión, brillante ejercicio de narración inversa. De esas que conocemos al
asesino y la resolución se centra en saber si será o no detenido, cómo y porqué,
aunque lo importante sea el viaje y no el destino.
El señor Bowling compra el periódico buscando
la noticia de su detención, una paradoja habida cuenta que está cómodamente
sentado leyéndolo, pero ahí está la esencia de la novela.
Una novela que, publicada en 1943, hay que
encuadrarla en la corriente literaria del absurdo. Es abiertamente
existencialista, cuestiona la sociedad y la relación del ser humano con su
entorno y la contradicción interna que le supone.
Y lo presenta a través de un prisma
humorístico, soportado por la incoherencia de los actos del personaje, que son
puro disparate. Y para acentuar la irracionalidad de los hechos los incorpora a
la irracionalidad que supone el bombardeo indiscriminado de una guerra, que,
por si misma, ya es irracional.
Cuando la lean sepan que van a encontrarse un
texto nada habitual en el género, pero repleto de literatura: Una lectura que
incita a la reflexión: a ver si la razón de la vida solo va a ser la muerte.

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