En 1913 Alice Clement es una de las primeras mujeres policía de la historia de Chicago. Ni su acceso al cuerpo ni sus primeros meses en él ni en la calle han sido fáciles.
El rechazo de la sociedad y el menosprecio de sus compañeros, a quienes cuesta digerir ese avance femenino en territorios tradicionalmente asociados a hombres, y especialmente a rudos y distantes, que infunden respeto y, todavía más, temor.
El físico de Alice
Clement, menuda con ligero sobrepeso y cara de luna, suscita comentarios injuriosos,
pero pronto es temida en el mundo del hampa y con su tesón, sus métodos y sus brillantes resultados consigue que se le respete y, ni que sea en privado, se empiecen a
reconocerle aptitudes y méritos y obtenga un grado mayor de confianza de sus superiores.
En esa época Blanche Labadie
es la Reina de las Estafas en la ciudad, y su modo de hacer se aleja tanto de
los delitos de sangre como de la temible Mona Allen: una rival que tiene
atemorizados los bajos fondos.
A Mona Allen se la conoce como
la Reina de los Timos, es la Señora de Chicago ofrece protección a cambio de
remuneración, y para la agente de policía Alice Clement se convierte en su particular enemiga público número 1 en su lista de delincuentes a capturar. Y no va a desistir hasta conseguirlo.
Estamos en 1917, el crimen organizado florece por doquier y Alice Clement enfila su carrera para ser la primera inspectora de policía de Chicago, un hito en la lucha feminista, por lo que no duda en aliarse con Blanche, intereses distintos pero mismo objetivo, para capturar a Mona.
En el argumento de La Señora de Chicago se va narrando la biografía de Alice
Clement, su vida particular, su vida familiar y su vida profesional, intercalándolas
entre sus investigaciones, y enfrentándola a un gran caso criminal.
Y lo hace de tal modo que la
investigación policial sea el centro de una historia costumbrista y no al revés
lo que hubiera supuesto alejarse del noir y adentrarse en el melodrama.
Marc Tinent ha
escrito un guion muy medido para mantener el equilibrio en la delgada cuerda
que separa la realidad de la ficción, y la documentación de la fantasía.
Combina con mucho acierto ambos extremos con lo que consigue un dialogo fluido
con mucho ritmo que, como buen thriller, no da respiro.
El dibujo de Pablo M. Collar recuerda a los planos del cine mudo con poco movimiento de cámara, reiteración en los encuadres y en las expresiones y poco detalle en los escenarios, ya que el foco está donde está la acción. La paleta de colores tiende a languidecer el tono de la historia.
El subtítulo: Un caso de Alice
Clement, hace sospechar, e ilusionar, que sea el inicio de una serie con
continuidad, lo que se agradecería notablemente.
La obra se acompaña de un
apéndice al final que, con una biografía sucinta y un buen archivo fotográfico,
facilita el acercamiento a la Alice Clement real.