Y podría parecer lo
contrario, pero si lo analizamos con detalle, precisa el mismo tacto y don de gentes
de toda persona que trata con público, con clientes. Tanto da que sea para
venderles unos zapatos, que una botella de vino o para asesinarlos. Hay que
comportarse adaptándose a cada perfil.
Suzuki, que ha enviudado
de manera indeseable hace poco, es un profesor de matemáticas que, a pesar de
no conocer nada del submundo criminal, se aventura a infiltrarse en una
organización, que tiene intereses en numerosas ramas de la delincuencia, con
ánimo de vengarse de quién rompió su vida por la mitad.
Y ese periplo le llevará a
cruzarse en los caminos que siguen tres sicarios, tres asesinos en serie, que
hacen de su anonimato su tarjeta de visita.
Está El Empujón cuyo
apodo hace referencia a su modo de operar, se deduce facilmente, y de liquidar los encargos y de quien
nada más se sabe. La Ballena, cuyo apodo hace referencia a su físico grandote y
que permite a sus víctimas despedirse mediante el suicidio. Y La Cigarra, cuyo
sobrenombre le viene por la necesidad de cháchara incansable y que prefiere la
proximidad para sentir el ruido de succión de un cuchillo al penetrar en la carne y notar su resistencia al
desgarrar tejidos musculares y órganos.
Estamos ante una novela
con cuatro protagonistas que alternan capítulos y a los que vamos a conocer en
su trabajo y en su intimidad, hasta saber cómo sienten y cómo piensan.
De Kotaro Isaka ya comenté su novela Tren Bala en el fascículo dedicado al Noir Made in Japan (II) del podcast El Mussol Maltès que pueden recuperar en Ivoox o en Spotify Y solo dura 30 minutos.
Y ciertamente tienen mucho en común. En ambas hay un número considerable de asesinos a sueldo, pivotan sobre una venganza encarnada en una persona corriente y alternan episodios graciosos con otros de gran carga dramática, aunque ambos se relaten desde una distancia aséptica, por otra parte, característica de la novela de misterio y policíaca japonesa. Y todo servido a ritmo de thriller y con giros que aunque se anticipan, se esperan con impaciencia.
Kotaro Isaka no pretende una crítica social hacia ese oficio que parece instaurado
socialmente en Japón, sino relatar su componente humano y mostrar que el
llamado submundo criminal, está a la vista de todos y a plena luz del día.
Tres asesinos es una novela negra que se asemeja a un anuncio de oferta de empleo. Al fin y al cabo no es tanto el servicio como la honestidad. Asesinar sin engañar, podría ser considerado más lícito que vender carne o pescado en mal estado o a precio inflado.