Las novelas criminales de época, ambientadas en pretérito, así como sus primas hermanas históricas, tienen que añadir a su trama principal una ambientación exhaustivamente veraz para hacer verosímil la anterior.
Y en este sentido El Club de las Damas Maleducadas es un ejemplo a seguir por otras obras que toman ese camino.
Reúne la esencia de las novelas folletinescas de la época en la que se
desarrolla, con su equilibrada mezcla de romanticismo, aventuras, denuncia
social y costumbrismo que la convierten en un sabroso te de media tarde con un inusitado bocadito de pepino con jengibre que le aporta acidez y picante.
Una novela clara y altamente feminista, Reivindicando la posición que a la mujer le corresponde, en cuanto a libertad de acción y toma de decisiones por iniciativa propia.
Así los casos que en esta obra se tratan, hacen clara alusión al enunciado anterior y en ellos la mujer es objeto, mercancía y deshecho. Y nada es inventado, aunque sea ficción. Y aun hoy hay que lamentar que ciertas culturas se postulen a favor de esa degradación femenina exaltando la autoridad masculina.
El crimen, el delito, no
siempre ha tenido igual calificación y actos hoy punitivos e impensables han
tenido sus días de presencia con aceptación social.
Por ejemplo, que un
hermano pueda decidir sobre su hermana hasta el punto de poder encerrarla en un
manicomio por considerar que su comportamiento pueda poner en evidencia la
imagen social de la familia.
Y así a principios de
1800, albores del siglo XIX, en Inglaterra, durante la Regencia, una mujer, a
ojos de la sociedad gobernada por los criterios de un heteropatriarcado rancio
y sordo a cualquier sugerencia de cambio, era poco más que mal necesario.
Y si se supiera que dos hermanas mellizas, de momento solteras, aunque por edad no deberían según las costumbres sociales del momento, están resolviendo conflictos de una forma claramente ilegal, la horca sería una sentencia aplaudida.
Actuación ilegal a ojos
del injusto sistema gobernante; pero racional y humanitaria vista con ojos de
justicia social.
Alison Goodman vehiculiza mediante Lady Augusta y Lady Julia, las hermanas Colebrook, esa rebelión sorda, haciendo que ambas participen como detectives aficionadas de unas acciones que exigen resolución sin amedrentarse.
El resultado es una novela que va sorprendiendo a medida que avanza, con momentos de entretenimiento risueño ya que, igual que no hay tortilla sin romper huevos, no pueden haber acciones de brutalidad sin que las dos damas participantes imiten el comportamiento masculino, en sus gestos, charla, vestuario y juramentos incluidos.
Por eso Lady Augusta y Lady Julia sostienen que "... deberemos ser rebeldes, en ocasiones maleducadas y totalmente indomables"
El Club de las Damas Maleducadas muestra una precisa estructura detectivesca junto a una apuesta por la ruptura de las convenciones sociales de la época. Es una novela que seduce por su valentía transgresora.
Y lo mejor: es el inicio de una serie de la que pronto volveremos a tener noticias.