domingo, 13 de octubre de 2019

La sangre no es agua de Boris Quercia

Novela negra, espesa y humeante
como el asfalto recién vertido.
La sangre no es agua y hay que economizarla. Si se pierde se produce la muerte aunque no en toda muerte se vierta. Y dicen que la sangre une a las familias aunque no haya otra relación que la de ser potencialmente compatibles.

Sentados sobre la placa tectónica de Nazca que choca contra la placa Sudamericana (en Chile, en los últimos 200 años, se han registrado hasta 97 terremotos con una magnitud mayor a siete grados, y 18 mayores a ocho grados) encontramos a nuestros protagonistas: al narcotráfico chino, a ultraderechistas dispuestos a limpiar la sangre nacional eliminando la inmigración y a un detective que solo necesita una chispa para inflamarse y a un jefe que protegiéndolo se protege a si mismo, o eso cree.

Santiago Quiñones en un tira, un detective de la policía, que encarna al perdedor accidental. Es el epicentro de este terremoto y nunca mejor dicho.

A partir de una decisión que se le antoja lógica aunque luego no lo fuera tanto, el destino lo encadena a otras vicisitudes que lejos de mejorar su situación tienden a empeorarla cada vez más y es que las desgracias son como los zapatos: van a pares y de dos en dos.

Santiago está en medio de una separación conyugal que no lo parece, cuida o no lo parece de un padrastro y descubre un cadáver con un sospechoso que no lo parece. Como el refrán: oro parece plata no es, ¿qué es?; es tan evidente el significado que se tiende a buscársele otro más complejo. Y es que los hechos son simples y solo las interpretaciones y las explicaciones complejas.

La novela es intensa en todo su despliegue argumental y sostiene que, al igual que un terremoto fractura tierra, asfalto y edificios, el egoísmo y el fanatismo actúan fracturando la sociedad, cuando no los celos y el sentimiento de posesión.

Santiago Quiñones es un antihéroe que va dando bandazos como las rachas de lluvia a merced del viento. Avanza porque no puede retroceder. No sabría cómo hacerlo. Acarrea sobre su espalda sus desaciertos como si fueran los males del mundo y los traspiés lo vuelven errático y peligroso. Peligroso para los demás y para si mismo.

Boris Quercia
Boris Quercia, polifacetico artista de los medios, ha escrito una novela, negra, corrosiva, humeante y espesa como el asfalto recién vertido.

Una novela noir con denominación de origen. Genuina, retoño de aquel hard boiled que levantó la cabeza para no volver a agacharla. Esplendida en su magnitud emocional y en su despliegue de infortunios.

Una novela que aconseja, sugiere, exige ser leída. Ni lo duden.

Yo voy a completar, en breve, la lectura de la trilogía con la primera en abrir fuego que fue Santiago Quiñones, tira (2010) y con la segunda Perro muerto (ganadora del «Gran Premio de Literatura Policial 2016» en Francia a la mejor novela extranjera). Ya les contaré.

Existe serie de televisión adaptada por el propio autor, supongo que dificil de encontrar y visualizar por este continente pero valdrá la pena intentarlo.

Post scriptum: pinchen aquí para ver la reseña de las dos primeras novelas de esta trilogía: Santiago Quiñones, tira y Perro muerto.

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