domingo, 1 de enero de 2017

Sangre en los estantes de Paco Camarasa

Sangre en los estantes viene a ser una
guía de guías de novela negra y criminal.
Cuando empecé con esto de leer novela de género no existían blogs, claro que tampoco existía internet, ni la televisión en color ni por supuesto los móviles. La oferta era escasa, traducida con criterios provincianos y mal editada.

Cada novela descubierta en librería de viejo o de nuevo, era saludada con entusiasmo y con un aquí te pillo aquí te leo despachada febrilmente.

Se leía todo lo que encontraba mezclando subgéneros y autores (ni idea de los seudónimos) y saltando cualquier orden establecido (la mayoría de editoriales decidían la secuencia de lectura por intereses mercantiles que no culturales; vamos como ahora: en eso y en elegir cubiertas prefabricadas que dan pena, no han cambiado)

Se aprendía asistiendo a alguna charla casi clandestina (qué tiempos aquellos! los peligrosos éramos los lectores; bueno la cultura siempre ha sido un peligro para los totalitarios) y lectura de libros lazarillo como por ejemplo: Historia del relato policial de Julián Symons; La novela criminal donde Román Gubern agrupa reflexiones sobre el género de Gramsci, Eisenstein, Chesterton, Poe y Narcejac; y ya más tarde Diccionari de la novel·la negra nord-americana de Xavier Coma.

Guías de lectura de novela policiaca y negra de hace unos años y aún hoy imprescindibles
No sé cuantas más habrá pero la que hoy aquí se reseña, Sangre en los estantes viene a ser como una guía de guías; una excelsa carta de vinos. Los hay de distintas añadas, de distintas denominaciones de origen, de distintas bodegas, de distintas variedades pero todos, sin excepción, sumamente apetecibles y más si el somelierlibrero es capaz de explicarte las excelencias de cada uno de esa forma tan sencilla pero tan erudita que tiene Paco de decir las cosas.

Sangre en los estantes no es una historia del género, que lo es; ni una guía de lectura, que lo es; ni un diccionario de autores, que lo es; ni una selección ecléctica, que lo es; ni reflexiones de un librero, que lo son, ni una recopilación de anécdotas, que las tiene; ni una novela negra que efectivamente no lo es.

A los lectores va especialmente dirigida esta obra, pero también a profesores, tertulianos, periodistas, editores y sobretodo a libreros que sufrirán por intentar encontrar títulos inencontrables o descatalogados (recuerden, y para nada es publicidad interesada, que SomNegra envía a domicilio, con descuento y sin gastos de envío, y si puede incluso con dedicatoria) y es que contextualizando en la época a la que alude preferentemente Paco, este libro da unas ganas de leeeerrrrrr.

Postal de la Librería Negra y Criminal
(facilitada para este post por María Albert)
El libro toca todos los palos que estaban presentes en la Librería Negra y Criminal, es de kilómetro 0 y hasta tiene erratas, habitual en los tiempos que corren viene a confirmar que es ecológico y que no ha sido tratado con productos químicos, por lo que es apto tanto para omnívoros como para veganos; tanto para lectores habituales de género como para recién iniciados y además es para todos los públicos de cualquier edad o condición y de cualquier país ¿a qué esperan para traducirlo?

No está en la intención de la obra la visión crítica, Paco se cuida mucho de dejar claro que no es un crítico sino un librero y ha elegido cuidadosamente lo que le gusta aunque se le note cuando hay pasión y cuando información.

Y si acaso se permite alguna observación contraria lo hace con sutil ironía manteniendo la elegancia. Cuando se resalta tanto y tan bueno, la crítica viene implicita en la omisión y no hace falta verter sangre.

Un blog no lo es sino saca el lápiz rojo y por eso hay que reivindicar a la novela criminal japonesa gran ausente de este compendio. Una novela que vamos conociendo en cuenta gotas pero que cada vez gana más adeptos, entre los que me incluyo. Tal vez Paco se acerque por el blog y nos pueda comentar porque no ha tenido espacio en su obra para ella: sería interesante conocer su opinión.

A Sangre en los estantes se la lee de un tirón, con ansia por buscar eco a opiniones propias, por recordar lecturas ya olvidadas, por descubrir desconocidos y por ampliar miras y satisface todas las expectativas y ahora hay que retomarla y empezar a leerla de nuevo con pausas para ir tomando notas y volver a releer algunos de los más antiguos de los estantes (eso es lo que tiene Paco que transmite pasión hasta para releer) y empezar a buscar los que faltan.

Paco Camarasa y Montse Clavé
librero y librera
Paco Camarasa con la inestimable colaboración de Montse Clavé, ofrecen un álbum de cromos; hay que rellenarlo con los que faltan. Y buscar con quien intercambiar, que no gusta todo ni a todos ni por igual: tengui falti.

Pídanlo a los reyes, a los de verdad, a los magos, los otros no reciben, para ustedes o si ya lo tienen que sea para regalar a sus familiares, amigos, compañeros de trabajo, vecinos y votantes.

Sangre en los estantes es como una feria repleta de atracciones, con luces, música y paneles pintados de llamativos colores; un imán hasta que una vez todo visto llega la pregunta que da la salida: ¿por cuál empezamos?

lunes, 26 de diciembre de 2016

Everybody’s gone to the rapture

Everybody's gone to the rapture, caratula
Estamos ante un juego de mínima interacción, contemplativo. Recorremos atónitos el valle de Yaughton, en el condado inglés de Shropshire, donde el pueblo y las granjas aparecen sin vida. No hay nadie, solo luces. Las luces suplen las personas.

Como juguetonas luciérnagas nos acompañan en un deambular sosegado entre avisos de cuarentena clavados en las puertas, coches vacíos, objetos abandonados, coladas desatendidas, gotas de sangre y pájaros muertos.

Los receptores de radio emiten informaciones angustiosas. Los teléfonos retienen las últimas conversaciones.

Escucharlos, accionar interruptores, entrar en algunos edificios, capturar diálogos de luces y abrir puertas es el nivel de interacción: hay que asumir, pues, que mantendremos una actitud prácticamente pasiva a lo largo de toda la historia; a cambio vamos a ser los elegidos para conocer lo que pasó. Lo que motivó el vacío.

Son las 6:37 de la mañana del día 6 de junio de 1984 y estamos ante una situación que pronto se adivina como post apocalíptica pero de la que desconocemos todo y está claro que tenemos que investigarlo.

Everybody's gone to the rapture: secuencia de la estación de ferrocarril

Everybody’s gone to the rapture es un juego, en primera persona, absolutamente sosegante por sus desplazamientos deslizantes y para nada apresurados y por su música envolvente de agudos y púberes cantos al principio y más graves y adultos hacia el final.

Con un detalle asombroso en el diseño aún en las cosas más nimias y con el esmero que surge solo cuando el trabajo es oficio y el oficio placer. Es un juego concebido para disfrutar de su belleza inquietante.

Everybody's gone to the rapture: en el bosque, siguiendo la luz

Donde el recorrer los caminos y las carreteras, cruzando campos y rozando plantas oyendo el susurro del viento, el trino de los pájaros, mientras queden con vida, y el zumbido de las abejas va acompañado de los cambios de luz a medida que transcurren las horas. Y en la oscuridad de la noche todo es paz.

Un juego para jugarlo absolutamente a oscuras: las luces hablan por sí solas.Y las músicas son efectivas nanas que no incitan al sueño sino a soñar.

Un juego que deseas acabar pero solo para conocer la respuesta al enigma pero que bno quieres que se termine; no importa llegar al final ya que no hay premio por lograrlo y el disfrute está en jugarlo.

Totalmente heterodoxo en su planteamiento y en su desarrollo no se puede evitar el quitarse el sombrero ante lo tremendamente hipnótico que resulta el conjunto.

Everybody's gone to the rapture: los objetos inanimados
refuerzan la ausencia de vida

The Chinese Room es el estudio responsable de esta maravilla narrativa no lineal, con un argumento absorbente y una banda sonora que de pertenecer a un film sería candidata a premios.

Estudios con más renombre y mayor presupuesto deberían tomar ejemplo de lo que se puede conseguir anteponiendo argumento, estética y mensaje a efectos especiales, acción trepidante y nulo o vacío contenido. Ah! y con un doblaje al castellano perfecto.

Absténganse fanáticos de plataformas y buscadores de acción trepidante; todos los demás ya deberían estar jugando. Disponible para PS4 y PC Windows.


miércoles, 21 de diciembre de 2016

Están matando a los grandes chefs de Nan e Ivan Lyons

Crímenes espeluznantemente artísticos
y con un exquisito toque bon vivant.
Privar al mundo de las exquisiteces artísticas y gastronómicas de los grandes chefs, no solo por lo que hacen sino por lo que aportan permitiendo que otros muchos cocineros también sean generosos, es tan relevante como si se hubiera impedido a los genios del Renacimiento legarnos sus obras.

Un chef es un artista. Sus platos son obras de arte. Fruto de horas y horas de dedicación, ensayos, fracasos, pruebas y más pruebas hasta conseguir el resultado perseguido. Ha elegido cuidadosamente los ingredientes, el modo de cocinar cada uno y su presentación al servirlo. Ha buscado armonía de sabores, olores y colores. Ofrece un cúmulo de sensaciones al comensal concentradas en el poco tiempo que tarda el bocado en ser olido y degustado; tan efímero como una armonía musical, como el pico de un orgasmo, como el ensimismamiento que producen unos fuegos artificiales; tan efímero y tan placentero.

Y para ello no se necesita incorporar química ni cobrar abusivamente, aunque a la obra pictórica no se la tasa por la cantidad de pintura empleada ni a la escultura por el precio por kilo del material adquirido. Todo hay que ajustarlo a su contexto.

Asesinar a un chef, a uno de los grandes, a uno de los pocos, es absolutamente denostable y sin embargo alguien lo está haciendo; alguien se ha propuesto tal cometido y lo ejecuta con tal precisión en el detalle que su mise en place transmite la seguridad que tiene el artista antes de interpretar su solo; en este caso, su crimen.

Están matando a los grandes chefs con brillante planificación y mejor ejecución, los crímenes son espeluznantes y artísticos; cómicos sino fuera por lo trágico de su resultado. Cada asesinato busca en su mise en scène el paralelismo con el plato estrella de la víctima y el efecto final traspasa el simbolismo consiguiendo hacerle la boca agua a cualquier caníbal.

La novela incide en la crítica del ego sublimado que se les supone a los grandes chef y lo trata con humor satirizante evidenciando sus manías paranoides. Tiene en Natasha O’Brien, una gran repostera, activista feminista y columnista gastronómica, a su protagonista principal ya que las circunstancias la sitúan en tiempo y lugar de tal modo que resulta siempre la mejor sospechosa.

La secundan su ex marido Max Ogden, propietario de una cadena de Omelette fast food y Achille Van Golk alabado gourmet y editor de la revista Lucullus tan excéntrico como para emplear un exclusivo cognac como enjuague dental, vermut como colonia o de acomodarse a una dieta de adelgazamiento basada en exquisiteces de alto coste a base de reducir la cantidad pero no de prescindir de ninguna.

Cartel de la versión cinematográfica
de la novela
Achille Van Golk, verdadera alma mater de esta novela, es un egocéntrico, mordaz e insufrible snob (no se me ocurre nadie mejor para interpretarlo que RobertMorley que lo protagonizó en su versión cinematográfica de 1978, que no he visto (y salvo que alguien me convenza de lo contrario no pienso verla), titulada Pero… ¿quién mata a los grandes chefs? que contó además con Jacqueline Bisset, George Segal, Jean Pierre Casel, Philippe Noiret y Jean Rochefort, dirigidos por Ted Kotcheff y con música del gran Henri Mancini).

Nan e Ivan Lyons, que escribieron la novela en 1977, han combinado sabiamente los ingredientes para ofrecer un poco de todo, novela policiaca e inteligente comedia, humor y tensión, diversión y conocimiento gastronómico (no me importaría nada pero nada seguir los menús de la dieta de Achille Van Golk) con aporte extra de las estimulantes recetas, a título póstumo, de los grandes chefs asesinados.

Todo un placer sino fuera por el pésame, o sea un pésame placentero.

El recuerdo que les dejará la novela será tan efímero como su lectura pero durante la misma experimentaran buenas y agradables sensaciones, sobre todo a nivel de paladar (mucho mejor que la visión de la insulsa y absolutamente impropia cubierta tan estimulante como una comida de hospital. Sin sal).

Bon appétit!

domingo, 18 de diciembre de 2016

Olmos y Robles

Olmos y Robles similares pero distintos.
Agustín Gus Robles (Rubén Cortada) es un teniente de la Guardia Civil curtido en peligrosas misiones orientales que por un acto temperamental, que según el código del cuerpo se corresponde con una insubordinación, es abandonado en la casa cuartel de Ezcaray, donde tendrá que relanzar su carrera trabajando codo con codo con el cabo primero Sebastián Sebas Olmos (Pepe Viyuela).

Olmos y Robles, la serie.

Los vecinos de Ezcaray, pueblo de La Rioja cercano a Logroño, encarnados por los actores capitulares y secundarios de lujo, acogen cariñosamente la incorporación del teniente a la gran familia, al tiempo que siguen dirimiendo sus contiendas cotidianas que nunca tendrán fin.

La clave de comedia se sustenta precisamente en estos personajes y sus cuitas y aunque por momentos emplee ese humor simplón y chabacano que parece que es el único que entienda la audiencia, durante la primera temporada está lo suficientemente dosificado como para que la comezón no llegue a urticaria aunque en la segunda temporada, como agua sin dique, se desborda la verborrea y el populismo y hace aguas por todas partes incluida su parte policial.

Hay excesos interpretativos y sobreactuaciones y paradójicamente se descubre que sea precisamente Pepe Viyuela el más comedido y quien aporte el humor más inteligente con guiños al género negro y policíaco.

En ese sentido destacar el episodio 10 (el 2º de la 2ª temporada) ‘Los asesinatos del Murder Club’ en el que la muerte busca escritores durante la celebración de un festival de novela negra en el pueblo.

Olmos y su pizarra de investigación a la española
La parte policial bien resuelta en la primera temporada y mal tirando a peor en la segunda tiene a Olmos y sus aficiones a leer novelas de género y ver series de televisión en el único capaz de aunar imaginación y lógica a sus investigaciones y atinar en la mayoría de conclusiones. Resulta perfectamente veraz que hoy por hoy la formación de un agente, en un pueblo alejado, se sustente más en los in-puts mediáticos, a los que está más y continuamente expuesto, que en cursos formativos organizados por el propio cuerpo. Pasa hasta en las mejores empresas.

No se consigue, sin embargo, que la química entre Olmos, a pesar de los atinados esfuerzos de este, y Robles de sus frutos; si bien el antagonismo está bien planteado para buscar la complementariedad de los polos opuestos, la exigida actitud distante y por momentos despreciativa de Robles por los asuntos mundanos de un recóndito pueblo, añadido al problema de dicción del actor, hacen que sea el bicho raro de la serie y tan poco útil como dotar de audio a una linterna.

Es lo que tiene vivir al límite en operaciones donde está en juego la estabilidad mundial y de repente haberse de preocupar en un pueblo por si alguien ha matado un cuervo blanco (episodio ‘El negro augurio del cuervo blanco’; cuervo blanco, por cierto, emblema de Getafe Negro, aunque sea casualidad).

Y si bien Robles ofrece, a pesar de su hierático aspecto o precisamente por tenerlo, una imagen de Guardia Civil moderna, amiga de la tecnología y preparada para eventos de exigente nivel formativo muy contrario al que el imaginario popular asigna a los agentes rurales de este cuerpo, son precisamente sus compañeros de la casa cuartel quienes se encargan de rebajar expectativas y con su escaqueo, indolencia y aparente poca capacitación insisten en darle la razón al pensamiento negativo.

Si la serie pretende homenajear al cuerpo casi que pierde en el envite.

El ritmo de la serie es de lo más destacado ya que han sabido llenar el largo metraje con acciones que complementan, pero que inevitablemente distraen la investigación y acaba como tantas otras series que aburren por el relleno, acentuado en la segunda para hacer bueno aquello de que nunca dos segundas temporadas fueron buenas.

Olmos y Robles y el resto de secundarios de la primera temporada
Por último destacar que en las diversas tramas conclusivas las hay que resultan inteligentes, exclusivamente en la primera temporada y es todo un logro habida cuenta de la poca capacidad de maniobra que ofrece un pequeño pueblo y aprovechan la diversidad de voces de los habitantes con los que cuentan para despistar y no caer en resoluciones previsibles.

Renovar la serie Olmos y Robles y no El Caso, crónica de sucesos y si El Ministerio del Tiempo pero después de mucho run-run mediático indica el nivel que el Gobierno de España le supone o quiere tenga la ciudadanía, RTVE mediante. Esa misma corporación que pagamos entre todos y que solo contenta a unos pocos.

jueves, 15 de diciembre de 2016

No nos dejan ser niños de Pere Cervantes

Morir escuchando a Raphael
La muerte de una persona anciana por accidente doméstico o incluso suicidio es algo que en las apuestas se pagaría muy poco por su alta probabilidad.

Por tanto descubrir el cadáver de una anciana no tendría que despertar sospechas en la policía, pero un segundo cadáver ya suscita cierta alarma y hay que investigar por si hay patrón. Y si así fuera, determinar cuál y si puede ser causa de más víctimas.

No nos dejan ser niños es un título curioso para una novela negra pero tiene su razón en las infancias rotas prematuramente y que dejan sin satisfacer necesidades emotivas que permitan facilitar el paso a la madurez sin asignaturas pendientes ya que si no, se repite curso y se entra en un bucle desasosegante que se manifiesta llegando tarde a las citas y se acaba asesinando.

María Médem, una buena profiler en la época que trabajaba en homicidios, sale de su puesto rutinario asignado en su vuelta a la comisaria después de su baja por maternidad, para ponerse a las órdenes del inspector jefe Roberto Rial, llegado de la península ex profeso para esta investigación. Todo lo que sabe del oficio se lo debe a Roberto, todo lo mejor de su feminidad también.

Con Roberto Rial no hay horarios ni espacio en la mente para temas prosaicos: la investigación exige exclusividad hasta que se termina. Y eso significa que María habrá de multiplicarse en tiempo y capacidades para ser buena madre, tiene un hijo de meses; ser buena nuera, tiene una suegra que parece un ejercito de demonios; ser buena esposa, tiene un marido que solo comprende y satisface sus propias necesidades; ser buena amiga, tiene una vecina con problemas económicos… y encontrar también un poquito de tiempo para ella misma.

Y Menorca, la isla donde transcurre la acción, parece encogerse y hacerse aún más pequeña para dar cabida a la expansión que precisan sus sentimientos ante tal cúmulo de contrariedades. Ella tiene que ser buena y comprensiva con todo y todos pero ¿quién va a ser bueno con ella? ¿Quién tiene en cuenta sus necesidades?

Pere Cervantes escritor
Y así, mediante capítulos cortos y buen ritmo, la trama va desarrollándose por la isla al tiempo que va sembrando a su paso notas de humor retorcido como son los elementos encontrados junto a los cadáveres y sobre todo, y ante todo, y por si solo motivo de salida de este mundo, una canción de Raphael. Hechos que generan unas curiosas sospechas que son una nueva muestra de ese humor excéntrico.

Pere Cervantes tiene oficio como policía y oficio como escritor y esa doble vertiente se le nota al crear una ficción con visos de realidad de una forma fácil, rigurosa y amena. Al costumbrismo de la isla, gentes, comidas y paisajes, le añade unas muertes poco corrientes y unos asuntos domésticos y familiares peculiares y con mucho juego y consigue un resultado muy satisfactorio que se traduce en una lectura ávida.

La novela carga, además, con la evidente falta de gestos para que la traída y llevada conciliación laboral no sea solo una intención y denuncia la poca consideración que tiene nuestra sociedad hacia el esfuerzo que supone para la mujer sacudirse siglos de condescendencia casposa para ser tratada justamente.

Como primera novela presenta aspectos mejorables (y cual no, y quien no) pero que no descompensan al conjunto y seguro que ya se habrán detectado y aplicado en la segunda novela de la serie: La mirada de Chapman, ya en el punto de mira de este blog.


Raphael ‘No nos dejan ser niños’