También están las que son un
batiburrillo de lo anterior. Omisiones, mentirijillas por bondad o mala
intención, secretos… son caras de la poliédrica naturaleza humana a las que se
enfrentan a diario la policía.
Brunetti sabe que no hay mejor
policía que el que desconfía. El que investiga y cuestiona incluso lo que
parece tan evidente que no lo precisaría. El buen policía debe poner en duda
incluso su propia gestión ya que podría haber sido influenciado por su
vertiente romántica, sentimental o nostálgica.
En esa Venecia que ha dejado
las mascarillas atrás, que no las máscaras, y que la presencia de turistas
empieza a recuperar su indeseable, que no indeseada, densidad, ver los rostros
de conocidos y recuperar, aunque de forma prudente, el contacto o el abrazo
acortando la distancia de seguridad resulta más vivificante que cualquier
vacuna.
Guido Brunetti recupera a una
conocida al presentarse en comisaría su antigua amiga y vecina Elisabetta
Foscarini. Al primer desconcierto, le sigue añoranza por el regreso mental a la
infancia, luego curiosidad por tenerla allí y finalmente precaución ante lo que
ésta le cuenta.
Teme que su única hija y su
yerno puedan estar en peligro por algo que su hija le refirió de una
conversación angustiosa con su marido. La inquietud y el sufrimiento de madre
le llevan a acudir a Brunetti no en calidad de comisario, ya que le pide
mantener el asunto en un ámbito privado sin oficializar, sino de conocido en
quien poder confiar y que entiende que, principalmente en Venecia, no se deben
airear los secretos familiares.
Brunetti atiende a medias el
ruego del secretismo, ya que involucra a su equipo, en quien confía ciegamente,
y se adentra en un confuso entramado que si bien tiene asuntos familiares en su
origen se ha ramificado por otros ámbitos no tan delimitados como son las
funciones de las ONG y su gestión económica.
Donna Leon cada vez más
alejada del crimen sangriento, de la casquería siempre ha estado en las
antípodas, se encuentra cómoda en ese giro que ha ido adquiriendo donde las
relaciones humanas, sus motivaciones y sus comportamientos, demuestran que la
maldad no precisa de grandes escenarios ni espectaculares artificios para
mostrarse y actuar.
Dad y se os dará, de
Lucas 6:38, es una novela policiaca introspectiva de gente corriente y
comportamientos corrientes que muestra como una gran masa de agua transparente puede enturbiarse con solo una gota de maldad.
Entrega número 31 del
comisario Brunetti en esa Venecia eterna, y como cualquiera anterior, fácil de
leer y con un mensaje alto y claro de denuncia social. Sigan leyendo a Donna
Leon, no dejen de hacerlo.