Contraer deudas es malo, saldarlas doloroso, pero no hacerlo, y con según quien, puede ser peor. En el mundo de la delincuencia una deuda de sangre es algo muy serio, tanto como para poner la propia vida de aval.
A Marcela Pieldelobo le acaba de caer un marrón. Uno de
esos casos que nadie quiere y que esquiva siempre que puede, excepto, como en
este caso, cuando son órdenes directas de arriba y no admiten replica alguna.
Su mentor, quien la instruyera en sus inicios como policía;
su amigo, quien escuchara sus pensamientos verbalizados; su amante, con quien
compartiera besos robados en momentos de tensión y orgasmos relajados entre
sabanas de algodón, acaba de ser detenido acusado de un montón de cargos a cuál
más grave, con el de asesinato por bandera.
Se declara inocente y mientras espera pasar a disposición
judicial solo acepta hablar con Marcela. Petición atendida y Marcela acude con
la duda corroyéndole por dentro.
La misión, un operativo infiltrado para detener a un capo
del narcotráfico, se ha visto afectada por la ambición de quien la comandara.
Nadie duda de su implicación y aunque el inspector Fernando Ribas ha podido
tontear con el lado oscuro, siempre ha sido honesto con ella y ahora a ella le
falta el valor para seguir confiando en su palabra.
En el lugar de los hechos, Bera, un pueblito navarrense
fronterizo a Francia, donde ocurriera la detención, los ánimos están exaltados.
La víctima conocida y querida por todo el pueblo es además pareja y activista
abertzale lo que supone un componente político añadido y la participación
conjunta de la Policía Foral de Navarra, la Guardia Civil y la Policía
Nacional, algo que solo queda bien en un power point.
En la sangre es una novela negra
muy dura, tensa y emotiva, vestida de bruma y lluvia, y muy contemporánea.
Marcela, a quien le cuesta empatizar, aún más mostrar sus
sentimientos y todavía más confiar en nadie, vive una situación límite que
alguien sin su coraza no resistiría.
Susana Rodríguez Lezaun recupera a su personaje emblemático, uno de los más interesantes y significativos del panorama noir actual, y lo sigue retorciendo, exprimiendo y sacudiendo para que de lo mejor de si mismo. Pocos autores y autoras quieren tanto a un personaje como para insistirle en que no se rinda pues sabe hasta dónde puede llegar y cuando se le puede exigir.
Si esto fuera cine o teatro, Marcela Pieldelobo sería una
magnífica actriz que aun no conoce sus límites y Susana Rodríguez Lezaun una
magnifica directora de escena que sabe cómo motivarla.
Si la primera novela de esta serie, Bajo la piel, ya fue espectacular y de lectura obligatoria, esta segunda, con carga expansiva, es aún más que la anterior. No se pierdan ninguna de las dos.