domingo, 7 de febrero de 2021

Bajo la piel de Susana Rodríguez Lezaun

Los asesinatos son los delitos por excelencia en toda novela negra, pero en muchas el modo y método, y criminal y víctima e investigación copan las páginas y a quien se encarga de las pesquisas se suele dedicarle justa atención.

Pero hay unas pocas, como es Bajo la piel, en las que es precisamente quien investiga quien copa el grueso de las páginas. Una novela negra dibujada en la piel de una mujer policía.

Y es que Marcela Pieldelobo, inspectora del Cuerpo Nacional de Policía de Pamplona, es un personaje difícil de contentar con pocas páginas y difícil de contener dentro de las mismas.

Trasciende, desborda y absorbe el protagonismo del caso hasta convertirlo en un satélite que gira alrededor de su persona, de sus actos, desmesurados y autodestructivos a veces, ilusionantes y comedidos en otras.

No es una persona trastornada; es una persona dolida. No actúa con amargura pero si con reticencia. Es vengativa y rencorosa, aunque siendo policía intenta contener sus emociones, muy humanas por lo demás, aunque no consiga hacer lo mismo con su lengua. Tozuda y obcecada no se corta en decir lo que piensa lo que, sumado a su salto de las normas, le supone asumir consecuencias administrativas. Entiende las órdenes como sugerencias y actúa desde la premisa de que el resultado justifica los medios, obsesiva del control como es.

A lo largo de una investigación que se inicia con lo que parece ser un accidente de tráfico con una persona desaparecida y el encuentro de un bebé abandonado, vamos a ir viendo cómo se desenvuelve Marcela en todas las facetas de su vida. La veremos irritada, contestona, dulce, cariñosa, sensible, dura e inflexible. Porque en la vida hay momentos para todo.

La novela es una suerte de biografía de una inspectora, que casi deja de lado la temática criminal, que sirve como carta de presentación de esa mujer que busca su lugar en la vida, después de dolorosas decepciones que tatúan su piel con dibujos en su superficie que no dejan de ser profundas cicatrices bajo la misma. Acaba de perder a su madre, le pesa una infancia truncada por un padre maltratador y un divorcio que rompió en pedazos LA felicidad a la que tenía tanto derecho y parece que la vida se empeña en arrebatarle.

El motor que la hace vivir es su profesión, ser policía fue una elección consecuente y no es lo siente como un trabajo sino como una misión autoimpuesta que persigue ayudar a quien aún sea posible y vengar a quien ya no tiene voz. Su determinación es innegociable.

Y es esa perseverancia la que la lleva a resolver el presente caso criminal, sordido y despiadado, que va cogiendo cuerpo a medida que sus suposiciones, con ayuda de complejas investigaciones y de poner su vida en peligro, van viéndose corroboradas. Y es que para desafiar al poder económico amparado bajo el paraguas del Opus Dei hay que ser o muy valiente o muy inconsciente. O ambos.

Susana Rodríguez Lezaun ha arropado a su protagonista, que pedía a gritos ser creada, con unos secundarios, de ambos bandos, con mucha presencia que cubren diversos registros y que no dejan que los focos solo sigan a Marcela, sino que reclaman el derecho a tener voz propia. Y entre ellos hay que destacar a Antón, con poca presencia pero contrapunto preciso para que una de las facetas de la inspectora Pieldelobo sea la de piel de cordero.

En Bajo la piel describe alternativamente a una mujer, a una persona y a una inspectora de policía y deja que sea ella quien actúe en todo momento como corresponda. Y lo hace escribiendo como sabe, tan lisa y llanamente que consigue que la lectura no solo no se encalle en ningún momento sino que fluya con tanta facilidad que se hace corta.

Es de esas lecturas que al acabar no dicen adiós sino hasta luego. Hasta pronto Marcela.

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