Por amor se mueve el mundo. Hay amores sin los que no se
puede vivir. Por amor se pueden hacer locuras, disparates, necedades y
excentricidades tan peligrosas como jugarse la propia vida sin importar nada
más que la razón que mueve a ello. Una razón que, llegados a ese punto tan
extremo, es total y absolutamente irracional. Pero si es el caso de amor de madre ¿acaso necesita justificación?
Pero el amor tiene razones que la razón no entiende y de
eso va esta novela, de amores y desencuentros. De reproches y remordimientos y
también de desesperación y angustia y frustración.
Pero como el amor no entiende de colores sino de
sentimientos, esta no es una novela rosa sino negra.
Un domestic noir urbano, marginal, arrabalero, totalmente barcelonés
con boyas de salvamento en tres puntos marinos, de ahí que sean boyas, que
remiten al encuentro con uno mismo, a la búsqueda de la paz interior y a la
felicidad.
La felicidad ¿no es acaso lo que busca incesantemente el
ser humano?
A Silvia, una ejecutiva de clase alta, luchadora de la vida
que no ha dudado en tomar drásticas decisiones desde muy joven hasta el punto de distanciarse de su familia, se le ha ido su
hijo Martí de casa. Martí estaba tratándose de una adicción con una terapia de
desintoxicación de medidas extremas.
Hay quien cree que por eso se ha ido; ella opina lo
contrario, sabe que tiene que haber algo más. Una razón más poderosa para que
le haya mandado un escueto mensaje pidiéndole que no lo busque. Teme una recaída.
Teme un secuestro. Teme una muerte.
Consigue el contacto de Moni, una dealer de cocaína, que le puede servir de llave para entrar en ese
inframundo que solo conoce de las películas. La zona alta de Barcelona por la
que se mueve Silvia nada tiene que ver con la zona baja que domina Moni y peor aún al descubrir que
todavía hay un nivel inferior. Si existe el infierno, ese debe ser lo más parecido a
él.
Y así ambas con la misma finalidad, encontrar a Martí,
aunque por distintos motivos, se moverán por esa Barcelona que creció con las
Olimpiadas pero que al hacerse mayor no pudo evitar caer en tentaciones de felicidad
efímera proporcionada por mafias de traficantes internacionales instaladas en
el imperio del terror sin temor a asesinar.
Un recorrido turístico por la Barcelona canalla.
Una visita a una exposición de retratos de personajes marginales antepuesta a
otra de gente que nunca tuvo que vérselas con la podredumbre. Y en medio, Martí
un joven perdido que, aunque no quiera ser encontrado, desea ser salvado.
Una preciosa y elocuente cubierta, fíjense en el tatuaje, para una novela que al
firmarla con nombre de mujer, Sara Medina, es ya una clara muestra de
intenciones.
Sara Medina es le nom de plume de la asociación entre Carmen Fernández
Villalba y David Cirici.
Un equipo experimentado en el arte de la escritura de
guiones y novelas que ha creado una obra pensada para encajar en ese nicho del
domestic noir que tan buen resultado está dando en el mayoritario mercado de
lectoras, hasta ahora solo satisfecho con novelas traducidas.
Y con No me busques no solo han puesto el pie en el quicio
sino que ya están dentro.
Una estructura más propia de guion de serie televisiva, con ritmo
ágil, y entremezclando recelos familiares, clases sociales opuestas, mención de
lugares conocidos e identificables, ubicaciones cercanas, personajes carismáticos…
todos los ingredientes para que sea una obra resultona, fácil de leer y que
permita al lector desear que nunca tenga que vivir esa pesadilla.