domingo, 13 de diciembre de 2015

La escena del crimen de Brubaker, Lark y Phillips

En la escena de un crimen hay que saber estar. Se necesita temple y autocontrol. Hay que ser capaz de mirar con distancia aunque se esté a un metro. Hay que utilizar la mitad racional del cerebro y dejar la mitad emocional bajo llave. Hay que ser sensible pero contenido. Sobretodo cuando el cadáver es de alguien que importa. Y mucho.

Jack Herriman, joven detective privado de Los Ángeles, recibe el encargo de localizar a una joven desaparecida no se sabe si por voluntad propia o si por intervención de terceros. La investigación va a ir deshaciendo capas y como si se tratara de una cebolla a cada una se suceden motivos para el lamento y las lagrimas.

Un caso de detective de novela negra clásica. Un detective con los tics propios del género: trauma infantil, juventud bordeando el lado oscuro, redención y supervivencia.

Un joven Jack Herriman que vive con unos tío harto peculiares y tiene como amigo y mentor, aunque ahora olvidado, a un sargento de policía.

La escena del crimen es una historia de personajes y cada cual tiene su historia. Es una letanía de soledades y desapegos de personajes que buscan y ansían compartir sus vidas pero que no saben como. Y si lo saben no conocen la forma de conseguirlo sin estropear nada.

Los pasados de las personas, cuando son desgraciados, suelen tener muchos puntos en común y su evocación suele ser tan dolorosa para unos como para otros. De ahí que cuando menos se hable del pasado mayor garantía de estabilidad emocional.

Lo de que el pasado marca el presente está bien claro a lo largo de todo el argumento, todos y cada uno de los personajes son lo que son debido a lo que fueron o hicieron y lo sabemos porqué el guión va soltando miguitas de pan para asegurar que entendemos lo que se nos cuenta y comprendemos el porque de sus reacciones.

Ed Brubaker, el guionista, programó La escena del crimen como un proyecto ambicioso que tenía previsto largo recorrido, donde seguramente habríamos captado el potente significado de la obra. Lamentablemente se quedó solo en una entrega titulada Un poquito de buenas noches.

La que conforma junto a la historia corta Dios y pecadores, una historia navideña de trágico final, este cómic.

Publicado a finales de los noventa se le nota las ganas de comunicar, al por entonces novel guionista, ya que introduce en las viñetas un exceso de diálogos que a veces reduce el dibujo a simple comparsa. Contextualizando la obra en la época no sorprendería pero a ojos de ahora resulta excesivo para ser un cómic.

Los dibujos de Michael Lark, de sencillo trazo realista adecuado acompañamiento al argumento, demuestran predilección para encuadrar con primer plano y plano medio potenciando el efecto cinematográfico y centrando la mirada y la atención en los personajes, con un trazo fino y seguido y poco detallista, con poco entintado sombreador, visto con visión actual, pero habitual por aquel entonces cuando se cedía la iluminación al color.

Color que a cargo de Sean Phillips podría haber sido mucho mejor si en lugar de abusar de colores planos hubiese compensado con tonalidades la falta de luz del entintado.

La escena del crimen resulta un cómic de lectura indispensable más por su trascendencia en la evolución del género y en la propia de los tres realizadores, con el tiempo todos destacados en su faceta y ampliamente aplaudidos, que no por su realización en si que, por su condición de opera prima, ha resultado superada por casi el resto de la producción posterior del equipo citado.

2 comentarios:

  1. Muy buena recomendación. En la línea de las colaboraciones del gran Brubaker con Phillips y compañía. Quizá un poco por debajo de 'Criminal' o 'Fatale', pero también hay que tener en cuenta lo que dices, que no hubo tiempo para que diera todo de sí.
    ¡Un placer leerte como siempre, Jordi!

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    1. Supongo que si hoy retomara la idea seguro que nos sorprendería.
      Un abrazo Roberto!

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