La llegada del otoño asienta el inicio de un nuevo curso; el reencuentro con el olor a nata de las gomas de borrar nuevecitas, con la marcial rigidez de los lápices de colores ordenados cromáticamente de punta afilada e igual longitud. El reencuentro con los amigos y con algún incipiente amor que el verano dejó aletargado.
Es también el momento de los fascículos y de los coleccionables de los periódicos. El momento de los clubes de lectura, de las tertulias y de los cursillos.
Y es el momento en que las inscripciones otrora habituales se resienten. Ya ha quedado dolorosamente demostrado que la crisis no es ninguna falacia y está golpeando duramente a todos sectores, a unos más que otros.
Y las librerías y las peluquerías están en el punto de mira.
No nos extraña estar a la cola de Europa en media de libros leídos por alumnos de primaria y de secundaria que es cuando el hábito de lectura se asienta de forma permanente.
Y es que se lee poco, de hecho siempre se ha leído poco pero ahora aún menos. Hay poco público emergente para el género interrobang y el poco que hay compra para consumir, siguiendo la moda, no para crear adición.
Y compra en las grandes superficies, lugares por donde habitualmente se mueve y donde obedece el influjo del momento psicológico de propensión a la compra. Así Larsson comparte cesto con bolsas de congelados que en común solo tienen el frío y así relegan a las librerías a un lugar cuando menos curioso, arcaico y misterioso.
Y si la librería es temática, las posibilidades de subsistencia se reducen a la mitad y si su tema está de moda, como ahora la novela negra, enigma, novela interrobang, esta mitad se reduce a un cuarto (la competencia es entonces mucho más feroz: todos intentan sacar tajada del momento) y es cuando viene aquello tan manido de renovarse o, nunca mejor dicho en el caso de la novela negra, morir.
Los fieles al género seguimos comprando pero no disparamos a todo lo que se mueve, nuestro bolsillo también tiene agujeros y una librería como Negra y Criminal no puede aguantarse vendiendo delicatessen a cuatro escogidos, sino que precisa aumentar su capacidad de venta sin renunciar a la calidad de su valor añadido: que son el librero y la librera.
La librería especializada Negra y Criminal, ni por temática ni por ubicación lo tiene fácil para obtener ese eco imprescindible con el que posicionarse holgadamente en el panorama económico. Por eso los lectores de género hemos de prestarle nuestra voz y aprovechar que la conexión vía redes sociales es tan fácil y cuenta con tantos seguidores para reforzar los lazos y generar una corriente de conocimiento que se retroalimente con los aportes de todos.
Si alguien o algo no lo remedia dicen los sabios del lugar que en poco tiempo será más fácil encontrar un ejemplar de tigre de dientes de sable clonado que una librería y que los libreros serán tratados con la veneración que se trata a los ancianos de tribu africana: pozo de conocimiento que se seca a su muerte.
Y en eso está la librería Negra y Criminal, calle de la Sal 5 del barrio de la Barceloneta en Barcelona. En renovarse porque no quiere morir. Y todos los interrobang de este país y de otros países no queremos que se muera, porque si lo hace, un poquito de cada uno de nosotros se morirá con ella.
Libros, escritores, camisetas, mejillones, vino, charlas, presentaciones, vermut, consejos, patatas fritas, venerables, frikis, recomendaciones, descatalogados: esta libreria es un homenaje al género negro.
Hay quien dice que la novela negra se inventó para justificar la librería. Y quien sabe, tal vez tenga razón.