lunes, 28 de diciembre de 2020

1793 de Niklas Natt och Dag

Hay novela negra que ni se recuerda al nanosegundo después de acabarla, hay otra que aportará su nombre a la historia del género, conformando una larga lista de imprescindibles y luego está la que genera historia.

Hay pocas novelas así, cada vez se dan con menos frecuencia y no tienen patrón fijo que permita entender su errática floración, pero cuando se tiene la suerte de topar con una vale la pena tomárselo con calma y saborearla como si fuera la primera y última vez que se tiene esa suerte.

1793 es un fresco histórico de una época con una calidad de vida lamentable, una higiene prácticamente inexistente y una salubridad aún por descubrir lo que invita a morir comúnmente por pudrición de la sangre, el término sepsis aún no se había inventado, gangrena, tifus, tisis o por cercenamiento del cuello a golpes de hacha, manejada por un verdugo generalmente borracho y con poco tino lo que supone un sufrimiento añadido al de la condición de víctima.

Pero no solo la podredumbre es física, también lo es moral. En París madame la guillotine ha hecho horas extras y en Estocolmo hay quien desearía que hiciera lo mismo, entre la que no se encuentra la corte ni sus polillas, evidentemente.

Sueñan los mendigos, legión, en las noches en las que consiguen dormir, con llegar con vida al día siguiente y no ser pasto de la dominación, que bajo distintas formas, practican los poderosos sintiéndose omnipotentes y amparados por su posición, fortuna o blasón.

Los cargos administrativos penden de frágiles hilos, la honradez no existe, la corrupción es predominante, la villanía es ley y la violación es de grado o por fuerza.

1793 es una novela policiaca que transcurre antes de que se acuñara el género literario por lo que bien podría ser una investigación avant la lettre de haberse escrito entonces. Y es que tal y como está escrita bien parece un extraño manuscrito rescatado de un baúl putrefacto, entre otros documentos, roídos por las ratas y mohosos por absorción de efluvios infectos de procedencia sospechable pero evitable para mantener la salud mental.

1793 es la narración de una investigación criminal que empieza por el descubrimiento de un cuerpo quirúrgicamente cercenado y orgánicamente mutilado. Una investigación que llevan a cabo, unidos por el infortunio, un abogado tísico, Cecil Winge, que empeora a cada paso que da y un guardia retirado, Mickel Cardell, en un remedo más que satisfactorio de Holmes y Watson.

Sitúense por un momento en 1793. Imagínense llevar a cabo una investigación policial en esa época. Por unas calles en las que sortear alternativamente los deshechos humanos lanzados desde las ventanas, no hay alcantarillado, y los muertos que las ocupan, en una suerte de slalom donde el premio es no caer sobre ninguno de los distintos restos humanos.

Niklas Natt och Dag coloca ficción en la historia real de una época y un país sin que chirríe. Mueve sus personajes con delicadeza, si es que en la época es eso posible, y despliega un gran caso criminal, con gran persistencia por parte de los investigadores que se diría impropia en tiempos de tan terribles penurias y donde una vida tiene de valor lo que de sus ropas se pueda aprovechar.

El relato se sostiene en principios de razonamiento filosófico que dan esa profundidad imprescindible para que éste cale durante y después de la lectura.

Afortunadamente la vida de 1793 no es la que nos toca vivir, las ciencias adelantan que es una barbaridad, pero lo que impulsa al ser humano a ser violento con sus congéneres se mantiene inalterable de principio a fin de los tiempos.

No dejen de leer esta magna obra. Magna por su contenido y su continente: 426 páginas; pero mejor háganlo con el estómago vacío a fin de minimizar los peligros que supone adentrarse en un mundo tan maloliente que su hedor se percibe nada más pasar la primera página. Luego empeora.

Una lectura perfectamente acorde para despedir este año pandémico donde se ha reclamado higiene y distancia social para seguir con vida. Igualito que en la época en la que transcurre la novela. Lean, lean y no olviden la mascarilla.

Y lo mejor es que es la primera parte de una trilogía y que la segunda, 1794, se anuncia traducida para el primer trimestre de 2021.

¡Feliz año nuevo! Y sigan leyendo (me) el año que viene ;-)

domingo, 20 de diciembre de 2020

Cava dos fosas de Félix García Hernán

La venganza es quizás el motivo más nutritivo para el género criminal. La venganza busca equilibrar el daño recibido infringiendo igual o más daño: amores despechados, delincuentes condenados, humillaciones profesionales, diagnósticos médicos erróneos… tantos y tantos motivos, con razón y proporcionalidad o no, buscan en la venganza su compensación que es lógico creer que esta sea inherente a la raza humana probablemente desde antes de que los homínidos anduvieran erguidos.

A finales de los ’70 y principios de los ’80 en la España de la Transición, había pistoleros como los que hubo en los años ’20, que sufragados, alentados y amparados, por poderosos reaccionarios con dinero o con posicionamiento casi o del todo intocable, administraban su justicia que condenaba todo atisbo de libertad que el régimen dictatorial tenía prohibido, a pesar de que este ya no ejercía, pero había quien quería que todo siguiera igual.

Una época convulsa que lamentó números actos violentos contra librerías, persecuciones y palizas a gente que respiraba vientos libertarios, fueran culturales o ideológicos y asesinatos de rivales políticos y sindicales; la depuración en la policía y en el poder judicial se producía en cuentagotas en la primera y aún hoy se sufre la inactividad de renovación del segundo.

De aquella época parte el argumento de Cava dos fosas, como novela negra, que inmediatamente gira a thriller para desaprovechar una buena ocasión crítica y enfoque más social para centrarse en los protagonistas y tomar la deriva más simple de generar y encadenar acción con acción. Un inicio prometedor de buena literatura se convierte en pseudoguión cinematográfico.

Una paliza con fatales consecuencias a una pareja de jóvenes homosexuales en el Parque del Retiro de Madrid por parte de un grupo ultranacionalista, exige a un joven Javier Gallardo a tomarse el caso casi como un tema personal y hacer de su resolución incluso motivo de insubordinación. Se trata de un policía convencido de que el aperturismo en el cuerpo es posible.

Pero todo pasado tiene incidencia en el presente y ahora un Javier Gallardo, que dobla la edad a aquel, se ve obligado a revisitar rincones de su memoria para intentar comprender como ha llegado a la situación actual y aceptar que la tortura psicológica es más difícil que soportar que la física.

Cava dos fosas es una historia de venganza que alterna dos tiempos narrativos, pasado y presente. Ambas estructuras se desarrollan linealmente no exenta de giros y sorpresas inesperadas para cumplir su función de thriller hasta que se resuelva el caso si es que lo consigue una investigación, ingeniosa y bien argumentada, lo mejor de la novela, que mantiene por si sola el interés ante los hechos consumados del pasado y los previsibles del presente.

Una narración sin concesiones a las florituras; que busca con un lenguaje directo provocar una sensación de claustrofobia, angustia y temor, sustentada por unos personajes muy carismáticos y entre quienes no ofrece muestras de predilección aunque haya quien se erija como líder.

Lo peor de la novela es la moraleja que se extrae de ver que a pesar de los años transcurrido estamos igual: palizas a colectivo LGTBI, rechazo de la democracia, poderes fácticos por encima de los legalmente constituidos, abuso de fuerza policial, prevaricación judicial, violencia de género, machismo…

Félix García Hernán ha escrito una obra dramática que gustará a crítica y público, que entusiasmará por su tensión pero que no dará satisfacción a quienes le pidan a la lectura un plus en trascendencia y denuncia.

Habrá que esperar a su siguiente publicación, Pastores del mal, ya anunciada, para ver hacia donde se inclina.

jueves, 17 de diciembre de 2020

La música de los huesos de Nagore Suárez

La música de los huesos es una novela negra millennial, escrita por una autora millennial, protagonizada por personajes millennial y dirigida a un público no solo millennial sino preferentemente femenino. Y si no millennial por calendario si por su fondo y su forma.

Y es que la novela negra millennial tiene en autoras su principal exponente, parece que los autores jóvenes no acaban de estar por la labor.

Y esa corriente genera un cambio de paradigma en el género que no se podrá analizar hasta que hayan pasado unos cuantos años. Por ello mismo nombrarla como novela negra es erróneo, aunque sea el modo en que editoriales, librerías y lectores hayan convenido comunicarse de forma consensuada.

La novela negra millennial tiene mucho de millennial y poco o nada de negra. Y La música de los huesos es el hibrido resultante de intentar mezclar novela negra, policiaca y thriller con un ritmo ágil y fresco adecuado a los tiempos actuales y buscando un nuevo público lector que viene de leer otras fuentes y por tanto no comulga con los popes del género que, le son ajenos e impropios.

La trama gira alrededor de las peripecias vivenciales de Anne, una joven que decide renunciar al sueldo fijo de su trabajo, que entiende coercitivo de sus capacidades creativas, y busca reencontrar su camino alejándose de la urbe. Y decide alojarse en una vieja e indiana casona familiar que además de recuerdos y reencuentros le traerá preocupaciones y serios problemas.

La música de los huesos es una historia tiovivo donde giran los personajes y sus vivencias esperando que cese la música y se detenga el movimiento.

La letra la pone una redacción pulida y correcta, en construcción e intención, aunque mermada de literatura por abuso de frases cortas que la acerca peligrosamente a un largo hilo. Pero una vez más responde a la adecuación a los nuevos tiempos. Que deleitará a quienes se acerquen a la lectura viniendo de redes y que no aceptará quien venga de la tradición lectora.

La trama va avanzando merced a un desarrollo capitular alterno en doble tiempo, pasado y presente, excesivamente habitual últimamente. El relato en primera persona favorece lo que parece la inclusión de pensamientos propios de su autora que ayudan a hacer aún más real a la protagonista.

Capítulos titulados con nombre de canción, conforman la banda sonora, la soundtrack, si se desea acompañar la lectura o tenerla como lista de escucha permanente. Para alguien, como la autora, Nagore Suárez, que ha triunfado en redes sociales, es fundamental asegurarse la presencia en todos los ámbitos posibles.

Hoy en día no basta con escribir, hay que moverse en muchos frentes y solo los que lo logren sobrevivirán en ese mundo tan exigente y tan poco recompensado de la literatura.

Una novela que tendrá su público y a veces, como tener likes en las redes, con eso basta. El otro público encontrará que no responde al eco propagandístico ni mediático otorgado y que se echa en falta el punto rompedor que debería contener por consonancia histórica de una generación que pide su espacio.

domingo, 13 de diciembre de 2020

El Club del Crimen de los Jueves de Richard Osman

Estamos ante una novela policiaca, al viejo estilo, que no novela negra, que desborda ironía y humanidad. Ante una comedia policiaca de humor negro para más precisión. No podía ser de otra forma cuando los protagonistas, Elizabeth, Joyce, Ron e Ibrahim, son amigos, personas de edad avanzada y residentes en Cooper's Chase, un complejo para el ocaso vivencial, multirracial y multicultural, con más marcha que una residencia universitaria.

Y es que a partir de cierta edad los defectos y las virtudes tienden a encontrarse y no a enfrentarse y quien no se ríe de sí mismo quizás ya no tenga tiempo de hacerlo.

La vida te permite recordar cuándo fue la primera vez de algo, pero no te da pistas de cuándo puede ser la última.

Elizabeth es una mujer decidida y con capacidad de liderazgo que esconde un pasado vinculado al servicio secreto; Joyce es una viuda reposada, ex-enfermera, de apariencia ingenua pero de mente ágil y gran capacidad de síntesis; Ron es un antiguo activista sindical que no ha perdido capacidad oratoria ni facilidad para analizar situaciones e Ibrahim, que, como ex-psiquiatra, mantiene intactas sus facultades para interpretar reacciones y comportamientos. Y todos sobrados de ingenio y energía.

Un equipo, donde las mujeres son las piezas fuertes, que se entretiene en investigar casos policiales antiguos hasta que se les presenta uno calentito y a las puertas de su casa. Magnífica ocasión que no hay que desaprovechar y en nada consiguen convencer a los policías Chris y Donna para establecer una relación que beneficie a todos y ayude a resolver los crímenes (después del primero siguen más) lo más rápido posible.

A ninguno de los cuatro les asusta estar delante de personas muertas, a su edad es una constante y un desenlace asumible, pero estar ante un asesinato sí que debería. Y tampoco. Al contrario, les resulta estimulante y conlleva una mezcla de emociones que les revitalizan, aún más.

Richard Osman desarrolla una intricada trama, cuidadosamente sembrada de pistas falsas, adarves y trampantojos que funciona como un reloj; pero lo mejor son las caracterizaciones de su carismático elenco de personajes y su forma de entender y sobrellevar los agridulces momentos que les ofrece la vida.

Resulta una lectura tan agradable, fácil e intensa como repleta de humor, ternura y suspense. De principio a final donde todo cuadra. Tanto la trama principal como las distintas subtramas tienen perfecto cierre. Y si bien arranca con fuerza no solo no decae sino que acaba mejor que empieza y esto, hoy en día, es un lujo al alcance de poca gente que escribe.

Disfrútenla sin complejos. Y vayan ahorrando y pidiendo plaza para Cooper’s Chase que seguro que hay lista de espera.

Ah! el autor ya trabaja en una segunda entrega. Ojalá salga pronto.

domingo, 6 de diciembre de 2020

Rey de picas de Joyce Carol Oates

Aviso a lectores: no van a encontrarse con una novela negra, ni tan solo policiaca sino ante una novela de suspense. De suspense argumental y de suspense psicológico. Pero también se van a encontrar con una magnífica muestra del arte narrativo de una autora referente en el mundo literario y que cuenta con más de 100 títulos en estanterías.

En Rey de Picas estamos ante un Dr. Jekill y su reverso Mr. Hyde, no como científico sino en forma de escritor. Andrew J. Rush es un renombrado autor de novelas de suspense, que admira a Stephen King, que vende a espuertas y que es conocido y respetado por el público y mimado por su editorial.

Pero tiene un alter ego, el Rey de Picas, que le permite liberar las tensiones contenidas en su obra políticamente correcta incluso en los finales. Y ese otro escritor es su opuesto. Es soez, vulgar, machista y violento hasta extremos inimaginables.

¿Quién es en realidad Andrew J. Rush? ¿Es el Dr. Jekill o es Mr Hyde?

Su lenta pero progresiva degradación empieza a querer asomar y su autodestrucción es palpable, y mientras dilucida sobre sus deseos recibe una acusación de plagio de la señora Haider y esto supone encender una mecha que, aunque larga y por tanto generadora de angustia, ante un ¿inevitable? final, amenaza con explotar y acabar con todo.

Un protagonista que destila rencor y cuya inestabilidad es consecuencia de su inseguridad. Y otros personajes: su mujer Irina y su hija Julia, con amplio registro humano y trascendente detonador en la trama.

Joyce Carol Oates busca la parte humorística, humor negro eso si, a la tragedia pero no da tregua a su protagonista. Lo somete a esa dualidad que amenaza su cordura y que evidencia, con la denuncia de plagio, ese ego sublimado que padecen ciertas personas cuando alcanzan una posición envidiable por la mayoría silenciosa. La escritura en primera persona acentúa la percepción y la alternancia de los acontecimientos sostiene y ensalza la intriga.

La dificultad para algunos escritores en discernir la realidad de la ficción es sometida a disección. La escalada a la cúspide para alcanzar la fama es la antesala a la caída hacia el olvido, y eso, para según quien puede ser peor que la propia muerta: cuan mejor morir siendo alguien admirado y envidiado que alguien odiado y repudiado.

La autora aprovecha la ironía de la situación para evidenciar el funcionamiento del sector editorial en un retrato entre bastidores que pone el dedo donde más duele en la mente de un abogado: ni verdades ni mentiras, solo argucias.

Adecúa el ritmo narrativo a partir de las voces de los protagonistas que como un batería o un bajo, alargan o acortan el sostenimiento de la melodía para lucimiento de los solos.

Joye Carol Oates acaba de ser merecidísima galardonada con el el 16º Premio Carvalho de Novela Negra que concede BCNegra y que recibirá a primeros del año próximo, 2021, 1º después de la pandemia.

Hay quien dice que por su otra literatura es merecedora del Nobel. El tiempo lo dirá. De momento lean Rey de Picas y si escriben o han sentido la tentación de hacerlo, con más motivo.

domingo, 29 de noviembre de 2020

Los solitarios de Álvaro Arbina

La novela no esconde la intención de homenajear al clásico de la novela policiaca que es Diez Negritos de la gran Agatha Christie y por eso hay alguna similitud pero son más las diferencias hasta el punto que incluso se podría obviar la referencia. Pero cara a la venta, todo vale.

Personas desconocidas entre si coinciden, por invitación, en una casa aislada con respecto a cualquier atisbo de vida y también por acceso casi impracticable salvo por avioneta. Una vivienda de diseño funcional y elementos pensados para un biosostenimiento autosuficiente ante naturalezas adversas que no tuvo en cuenta la naturaleza humana. La más adversa y perversa de todas.

En Maryland, en invierno y con unas condiciones climáticas muy duras, en esa casa, se ha encontrado a todos sus temporales inquilinos, cadáveres.

Descubrir que ocurrió, quien, cómo y por qué, al más estricto ideario de novela policiaca clásica, es la tarea de la pareja investigadora Emeli Urquiza, una vasca lesbiana en EEUU, y de Francis Thurmond, un afroamericano que sufre su condición de rechazo y que se han desplazado a ese recóndito lugar para dar cobertura a la policía local.

Tanto el perfil elegido para la pareja protagonista, para las víctimas y otros personajes sospechosos, a cual más peculiar y con pasado más pintoresco, anticipa que estamos ante una búsqueda de notoriedad que puede acabar entorpeciendo la trama. Y a partir de aquí, cuando todo debería empezar a mostrarse interesante, empieza a torcerse. Incluida la trama, como era de prever.

A la novela se le pueden achacar más peros que pros: historias personales en analepsis demasiado prolijas para el desarrollo y ritmo del argumento; y más expectativas que realidades, cuando intenta ser psicológica a base de mezclar pensamientos y emociones y cae en el error de buscarlo empleando tópicos.

A nivel narrativo, Álvaro Arbina emplea lenguaje demasiado barroco para una novela de género que aspira a romper moldes y solo consigue rasparlos y si acaso alguna pequeña grieta.

La novela, como viene siendo demasiado habitual, emplea el recurso de desarrollarse de forma simultánea en dos tiempos, pasado y presente. Y, como es obvio, el pasado permite conocer todo lo que pasó y el presente lo que se va descubriendo.

Los Solitarios es una novela de misterio que no acaba encontrando la atmósfera adecuada para envolver de suspense la lectura.

domingo, 22 de noviembre de 2020

La trilogía de Santiago Quiñones por Boris Quercia

Que tendrá el infierno que quienes han estado en el no han dejado ni un segundo de suspirar por salir e irse lo más lejos posible. Que tendrá el infierno que a pesar de odiarlo nadie puede evitar regresar.

Santiago Quiñones, tira, detective, tiene abono de ida y vuelta al infierno. Sus fortalezas le hacen asomar cabeza y luchar por escapar de él; sus flaquezas le agarran por los cabellos de esa cabeza que asoma y empujan hacia abajo con tanta fuerza que si se resiste acabará con el cuello quebrado. De ahí que ceda con rapidez a las tentaciones y se regocije en sus debilidades y en los placeres, efímeros y culpables, que esas le prodigan.

Santiago es un detective que solo da cuenta de sus actos a sí mismo y ni eso o no siempre. Sus métodos y sus normas, son las que hay pero pueden ser otras, como decía Groucho, todo depende de con quien esté y que esté haciendo. Investigar, follar, matar, beber, esnifar, todo vale, todo sirve, todo existe. ¿Para qué quieres la vida sino es para vivirla?

Santiago Quiñones, tira, es la primera novela de una visceral trilogía que sin resonancia mediática que la divulgue aguarda sin prisa esperando ser descubierta, para posicionarse en el debido lugar que le corresponde: al lado de los grandes clásicos de la novela negra, al lado de los mejores. Es noir duro, clásico revisitado, hard boiled, realista. Es pura pasión. Piel.

Historia y vida de un detective. Sus casos, sus desvaríos, sus miedos, sus amores, sus rencores, sus inquietudes, sus deseos, sus debilidades. Su todo y su nada, de principio a fin. Argumentos complejos desparramados en dramas sociales.

Santiago Quiñones es un personaje exasperadamente humano lo que explica que sea un ser tan desilusionado. Una persona de papel; un perdedor que va por la vida sin temor a que esta lo atropelle. O tal vez es lo que desea sin saberlo o sin querer reconocerlo.

En estas dos novelas, Santiago Quiñones, tira y Perro muerto, primera y segunda de la trilogía el sello del autor queda patente. Novelas breves, argumentos densos, ambientes tensos, párrafos cortos y ritmo vertiginoso.

Boris Quercia nos ofrece a Santiago Quiñones como guía para acompañarnos, en un baño de realidad tragicómica, por ciudades de Chile, este país que ocupa la estrecha franja costera que separa el cono sur americano del Pacífico. Aunque de Pacífico poco, como los argumentos que describen los ambientes y la subcultura por donde se mueve el detective.

Las calles del centro de la ciudad son claramente el personaje subyacente de toda la trama y conforman el carácter de sus habitantes y explican y relatan sus historias. No son postales para turistas, son fotos para noticiario. De sucesos. Crónica Roja.

Inexplicable que esta trilogía haya pasado desapercibida. Recomendadísima, y no suelo enfatizar; no lo duden ni un instante.

Bajo el título de Tira, estas dos primeras novelas de la trilogía se adaptaron a serie televisiva en 2019. Una temporada de ocho episodios.

Aquí la reseña de la tercera y última entrega, protagonizada por Santiago Quiñones, La sangre no es agua

domingo, 15 de noviembre de 2020

Terrorhome de Javier Eugercio

Aquiles Entrecoz es el protagonista de esta novela y ese nombre, de semidios griego de vida azarosa y trágico final, sumado a ese apellido que resulta proclive a ser blanco de burlas, ya anticipa un desarrollo argumental incierto y sugiere la necesidad de abrirse a lo que sea que vaya a venir.

Aquiles Entrecoz presenta desde pequeño un comportamiento condicionado por ser quien y como es y por el entorno en el que está. Sometido por su posición en el hogar, entregado a funciones de segunda por el menosprecio familiar y acomplejado por su físico, y el minúsculo tamaño de su pene, resulta, sin saberlo, huésped idóneo para desarrollar una psicopatía de libro.

Su esfínter y el acto de jiñar, omnipresentes a lo largo de la trama, evidencian ese Concepto de Fijación que Freud explicaba por la gratificación placentera obtenida compensatoria de una frustración sexual. Algo que para el médico austriaco solía conducir a una disfunción mental generadora de neurosis. No superar la fase anal tiene sus consecuencias.

Aquiles Entrecoz no es Norman Bates ni unas porquerizas son un motel, pero ya se sabe que las psicopatías no entienden de latitudes ni de idiomas.

Javier Eugercio, poseído por el espíritu rural de Jim Thompson, se convierte en biógrafo de un ser angustiado deseoso de afecto, cariño y sexo compartido; un ser que si reacciona como lo hace es por puro instinto, el mismo que emplea quien mata una alimaña que amenazaría ganado, puercos o aves de corral. Sin inmutarse. Y es que los monstruos nacen y se hacen, y con el tiempo se perfeccionan.

Terrorhome se sustenta en un costumbrismo rural de un realismo exacerbado; emplea un léxico pulido y limado cuidadosamente para que encaje con precisión milimétrica de pie de rey en cada situación; destila humor negro y pretende con ese horror doméstico, ese terrorhome del título, el rechazo y a la vez la fascinación que consigue sobradamente.

Y es que aquí no se busca el quién, ni el cómo, ni tan solo el porqué. Solo vivir el terror doméstico, el peor, porqué no se le ve venir hasta que ya es tarde: ¿sociópata o psicópata?

El autor dirige con seguridad una puesta en escena de una obra en dos actos completamente distintos en forma y tratamiento pero que no se entenderían uno sin el otro. Con su narrativa consigue una fascinación hipnótica por un personaje, Aquiles Entrecoz, de cultura mundana pero de gran saber a partes iguales Y es que eso es lo que tienen las mentes brillantes, capaces de comer barro y caviar sin distinguir cual es cual, para eructar a continuación sin reparo alguno.

Pruébenla, es breve, sabor agridulce, pero satisface.

domingo, 8 de noviembre de 2020

La noche de plata de Elia Barceló

La comisaria española Carola Rey Rojo se ha tomado un año de excedencia mientras decide si se acoge a la prejubilación o sigue todavía un tiempo más en el cuerpo. La resolución de un caso reciente le hace cuestionar su función como policía, como viuda, como madre y por tanto como persona.

Viaja a Viena, donde tuvo, veinte años atrás, la más terrible experiencia que pueda tener una madre, para clasificar y evaluar una cuantiosa biblioteca. Un encargo agradable y lo suficientemente absorbente e íntimo como para alejarse de la realidad criminal de las calles y poner en orden sus prioridades.

La protagonista encarna a todas aquellas personas que llegadas a cierta edad deben de reorientar sus vidas en esa encrucijada que supone finalizar la etapa laboral, readecuar la de madre y pensar si conviene una pareja estable o dejarse llevar.

La autora retrata ese momento de vida con toda la amplitud de un horizonte por explorar y con toda la ilusión que supone la capacidad de recorrerlo, a la que vez que permite comprender la soledad vivencial que supone ser policía: sin horarios, sin descansos regulares, sin comidas familiares, con los ojos llenos de horrores y la mente en permanente programa de centrifugado.

Para ello escoge a dos protagonistas de parecido perfil pero distinta proyección. Mientras que Wolf, un amigo también policía, se conforma con poco y agradece la comodidad de la rutina, Carola aún no ha colmado su tubo de ensayo experimental y mantiene intacta la ilusión de vivir experiencias que sigan sorprendiéndola.

La novela ofrece un contenido profuso y denso del que no sobra nada y se agradece todo. Hay varias tramas todas con largo recorrido y sus consecuentes subtramas que no se quedan atrás, con hechos reales, bien documentados, y contenido ficticio que ensamblan a la perfección.

Hay riqueza cultural: musical, literaria, pictórica y gastronómica. Hay hedonismo. Hay relaciones humanas de diversas tipologías: por interés (Eva y JuanMa), por amor (Julio y Sheila), por amistad (Carola y Wolf), por conveniencia (Flor y Carola) y por necesidad (Jacobo y Santos) y todas con giros e imprevisibles finales. Y hay investigaciones policiales en marcha.

Y es que etiquetar como novela negra esta obra literaria es reducirla a solo una parte de lo que contiene y transmite.

Aparte de la bien estructurada trama policial y ejemplar labor de investigación en un caso asociado a unos hechos criminales absolutamente execrables, verdadera lacra social, ejercidos, en el más perfecto anonimato, por depredadores adinerados y poderosos, la gran riqueza de la novela es Carola.

Elia Barceló elabora un personaje tan complejo como lo son las personas en la vida real. Carola es tan real como su autora, los lectores e incluso para quienes ignoran su existencia. Transmite todas las ilusiones de adolescente, recelos y sacrificios de madre, afectos y necesidades de mujer, capacidades y aptitudes de policía que conforman ese prisma de múltiples facetas, a veces contradictorias, otras complementarias que supone ser persona y estar y sentirse viva.

Y la enfrenta a sus temores, a sus miedos, a sus anhelos y a sus esperanzas. Ni más ni menos como hace cada mortal cada mañana al levantarse.

Y en paralelo la hace partícipe directa y a la vez indirecta de un caso policial que parece perseguir fantasmas. Elia Barceló escribe sobre ese crimen que es la trata de niñas y niños para deleite de las más insanas intenciones sexuales. La autora se ahorra las descripciones y trata el caso policial desde la perspectiva del tiempo lo que permite una lectura alejada del horror pero que deja el nivel de desagradable incomodidad a la imaginación de cada cual.

El poder y el dinero encierran sus secretos y delitos tras puertas con doble vuelta de llave pero mientras exista la llave existe la posibilidad de encontrarla y hacer justicia y Carola, empedernida bibliógrafa, madre amantísima y excelente policía lo sabe.

Una lectura interesante que complace y desespera a la vez y que no puedo dejar de recomendar encarecidamente.

jueves, 5 de noviembre de 2020

Librerías en tiempos del COVID

En los últimos años están desapareciendo librerías consideradas de referencia por su antigüedad, especialización, enraizamiento o tradición. Formaban parte del paisaje urbano y parecía que iban a estar ahí siempre, porque las habíamos visto siempre: algunas ya estaban cuando nacimos o en nuestros primeros balbuceos aprendiendo a leer.

Cierran librerías y se mueren, un poco, los barrios. Librerías que plantaron cara a la represión y censura franquista están perdiendo ante la poderosa competencia on-line legal o penal.

Y es que no solo hay que guardarse de los enemigos sino también de los amigos. Las editoriales siguen necesitando dar salida a su producto para sobrevivir y los autores royalties (cuyo importe da risa) para lo mismo y ante el cierre de los puestos de venta optan por apostar por el mundo digital y vender directamente al cliente final.

Hay librerías que, como aquella aldea gala, resistían ahora y siempre al invasor, destinando cada vez más recursos, tiempo y espacio a multiplicar las presentaciones de libros, organizar charlas con autores, clubes de lectura, música en vivo, habilitar espacios de encuentro y recomendaciones entre clientes… todo con la intención de devenir espacios pluriculturales y reinventarse.

No ayuda la evidente, y parece que irreversible, disminución de nuevos lectores a los que se suman los que si leen pero las restricciones en su poder adquisitivo (contratos basura y ERTES y ERES que no ayudan nada) los está redirigiendo a bibliotecas públicas o tiendas de libros a 1€. Y, claro, tampoco ayudan los efectos pandémicos. Puntilla inmisericorde.

El COVID provocó en marzo el confinamiento y cierre (y eso cuando las estadísticas dicen que durante la cuarentena se leyó más que nunca), después obertura con restricciones, cita previa… fase a fase, sin el apoyo de las ferias dedicadas al libro, ni los certámenes, ni los festivales, ni ayudas económicas que eso de la cultura si eso ya lo vemos más adelante. Y luego el verano, época en la que solo se llenan para aprovechar el aire acondicionado mientras se hace tiempo para no llegar pronto a una cita.

Y cuando empieza el nuevo curso y asoma un brote de esperanza es segado con un nuevo cierre. La caída de las hojas de los árboles arrastra también las de los libros, como víctimas colaterales del rebrote pandémico otoñal.

Y toca esperar, no parece que esté todo dicho, a ver con que nueva ocurrencia se despertará ese dios que aprieta y como te descuides también ahoga.

Este próximo 13 de noviembre es el Día de las Librerías y en muchos lugares van a estar cerradas pero no muertas. Si pasan por delante no pongan flores en la persiana in memoriam ya que trás la puerta sigue latiendo un corazón.

Las librerías no pueden competir con tiendas de alimentos, supermercados, farmacias, gasolineras o panaderías como establecimientos de primera necesidad. Para alimentar el conocimiento, la opinión y el criterio alguien supone que ya está la televisión y su amplia oferta de canales de pago.

Las librerías no venden baguettes ni jamón en dulce ni paracetamol. En un súper no necesitan saber prácticamente nada de los productos que abarrotan lineales. Pero las libreras y libreros sí. Necesitan leer y entender y recordar para poder recomendar adecuadamente. Médicos de la lectura que han de prescribir a sus pacientes. Es su valor añadido. Es su impagable aportación.

Han de estar en situación de formación permanente, estar al día de todo lo que se publica, leer mucho y de todo tipo de género lo que les supone dedicar mucho tiempo extra al que ya de por si se dedica al mantenimiento de su negocio, que de negocio poco y mantenimiento mucho. Hoy en día en las librerías trabajan multigestores que no cobran ni como mediogestor.

Por aquello de llegar al corazón y al cerebro por el estómago en algunas se sigue combinando la fórmula de vender libros junto con bebidas y comidas esperando que los beneficios por lo comido no superen los costes de lo servido.

En nada en las librerías se podrá escuchar peticiones como: póngame un bocadillo de Proust por favor, pero bien hecho que si no me repite. Todo sea por sobrevivir.

 

 

domingo, 1 de noviembre de 2020

Alacrán de Salva Alemany

Los lugareños del desierto saben que nunca hay que levantar piedras. Si acaso por la noche pero aun y así con sumo cuidado. Nunca se sabe que puede salir de ahí pero sea lo que sea será peligroso cuando no letal.

En los desiertos de México se puede encontrar este tipo de seres capaces de segar una vida solo con la mirada. Los hay sin patas, como la serpiente de cascabel; los hay con ocho patas como el alacrán y los hay de dos patas, o mejor piernas, como Don Dimas. Como Santos. Como Chucho.

Alacrán es un magnifico narco thriller, un narcocorrido cuya letra cuenta la epopeya de los perdedores. Una novela tan letal como una picadura de alacrán que discurre en México, en la zona fronteriza con los Estados Unidos.

Un México que ha interiorizado esa lacra que es el narcotráfico como una industria más y en la que trabajan, de un modo u otro, mucha gente que sabe que la letra de un narcocorrido refleja una realidad a la que aspira y cree tener al alcance de su mano. El sueño americano versión narcotráfico.

Santos es un buen hombre entre los malos. Es un gringo en tierras mexicanas, en esa zona de narcos donde manda Don Dimas a quien obedece a distancia.

Mata por encargo, sin pasión ni satisfacción; cumple su cometido, cumple con su destino mientras lleva una vida feliz con Lupe, su mujer, su mexicanita, y con su taller de restauración de motos. Pero en uno de esos trabajos todo va a cambiar.

¿Para renacer hay que morir? ¿O basta con renegar del pasado y conformar un nuevo presente?

En la vida se dice que no hay dos sin tres; también que a la tercera va la vencida. Nadie aclara que sea en positivo o en negativo. Sea como fuere Santos se enfrentó al poderoso una vez y salió airoso; tentar la suerte por segunda vez y salir ileso se antoja difícil pero de conseguirlo debería ser motivo suficiente para no volver a probar una tercera. Pero Santos se ríe de esos refranes y está por ver si quien ríe el último ríe mejor.

Salva Alemany ha alimentado su novela Alacrán con amores ciegos y desesperados, con sentimientos efervescentes y con decisiones tan definitivas o más que la propia muerte. Se dice que la pasión ciega la razón de ahí que sean demoledores los hechos que en ella se describen, que sea angustioso presagiar como se aproxima el desenlace y que culmine con un sobrecogedor final.

El autor documenta perfectamente el entorno donde transcurre la trama y la desgrana con voz grave, rasgada por culpa de la arena que se mete en la garganta al respirar y consigue absorber toda la atención con frases cortas de fuerte sonoridad y mejor escritura.

Al alacrán acorralado solo le queda defenderse levantando el aguijón y clavarlo. No dejen de leer esta novela cuya apropiada cubierta ya es de por si todo un anticipo de los peligros que les aguardan. Nada más que añadir.

jueves, 29 de octubre de 2020

Crimen en el paraíso temporada 9

Si la temporada anterior ya no mejoraba ni tan solo igualaba temporadas pasadas y tomaba una deriva donde la pausa cómica adquiría más protagonismo que el caso criminal, en esta, la 9ª, la constatación de lo antedicho ha convertido una inocente, pero entretenida con deductiva e interesante investigación policiaca, serie de sobremesa de tardes de verano en una parodia desacertada de sí misma.

Solo los dos personajes sobrevivientes desde el principio, el comisario Selwyn Patterson y la actual alcaldesa Catherine Bordey, resultan creíbles; los otros cuatro a cual peor. Para nada metidos en su papel, actuando sin orden ni concierto y presagiando una muerte anunciada, la de la serie, si nada no cambia, y sin capacidad de encontrar a su asesino ya que habrá sido un claro suicidio.

Vale que se transige con su humor blanco, su noir también blanco, su ausencia de erotismo, no hablemos de sexo, inexplicable en una isla llena de sensualidad pero aceptado, y vale todo porqué el caso policiaco, sobre el papel, lo aguantaba todo. Todo menos esta temporada.

Algo que parece que también ha sido constatado por alguien con capacidad de decisión y suficiente autoridad para que su voz sea escuchada, la mía predica en el desierto, ya que se anuncian drásticas medidas para la décima y próxima temporada.

La primera de las medidas es la sustitución del inspector que ya no ha esperado a la nueva temporada y a falta justo en la mitad de episodios ya se ha materializado. Cierto que le falta rodaje e interiorizar el papel pero apunta más y mejores maneras que su predecesor, Jack Mooney. Desde ahora Neville Parker (el actor Ralf Little) es el inspector jefe de la Policía de Saint Marie.

El método de trabajo no cambiará, ya que hasta ahora todos poco aportan al particular método patrón y que juega a la inadaptación en el entorno, el deseo de marchar contrarrestado con el de quedarse, el aparente despiste pero que no se escapa ni una, el empleo de la pizarra y la resolución del caso agrupando todos los sospechosos y señalando al culpable. Si algo funciona no lo cambies.

La segunda medida sería el reingreso de la subinspectora Florence Cassell, alegando su recuperación y las ganas de volver a la actividad normal después del episodio traumático sufrido y que la apartó a una isla vecina.

La tercera sería la salida de la serie de la actual subinspectora Madeleine Dumas. De la que cabe destacar su nula aportación como investigadora (rol que sus predecesoras desarrollaron con empeño y convicción) y el mérito de no haber conseguido que sus expresiones faciales encajasen con la situación sea la que fuese, como si no entendiera el idioma.

La cuarta apunta también a otra salida, la de la oficial Ruby Patterson que si bien se le ha ido dando más peso a su papel, llegando a intervenir en casos demostrando más capacidades e iniciativa que su compañero JP o la subinspectora, no resulta creíble en absoluto y su comportamiento adolescente hormonado no acaba de encontrar su lugar.

Y la quinta y última supondría otra incorporación: la de un joven delincuente, amigo de J.P, que buscaría una oportunidad para rehacer su vida.

De J.P. Hoover nada se sabe pero el hecho de haber aprobado el examen de ascenso deja la puerta abierta a cualquier posibilidad argumental.

Habrá que esperar al próximo verano, la décima temporada, para ver si el cambio de piezas va de la mano también de una mayor tensión en las tramas y podemos volver a disfrutar de una serie, que sin ninguna pretensión más que entretener resulta perfecta para ayudar a soportar calores insoportables.

Recuerden como fueron las temporadas anteriores:

1ª Temporada (con Richard Poole y Camille Bordey)

2ª Temporada (con Richard Poole y Camille Bordey)

3ª Temporada (con Humphrey Goodman y Camille Bordey)

4ª Temporada (con Humphrey Goodman, Camille Bordey y Florence Cassel)

5ª Temporada (con Humphrey Goodman y Florence Cassel)

6ª Temporada (con Humphrey Goodman, Jack Mooney y Florence Cassel)

7ª Temporada (con Jack Mooney y Florence Cassel)

8ª Temporada (con Jack Mooney, Florence Cassel y Madeleine Dumas)

 

lunes, 26 de octubre de 2020

La voz de la tierra de Alejandro Moreno Sánchez

En los pueblos pequeños cerrados lo primero que se aprende es a plantar el rencor para que florezca cada primavera y no se olvide nunca. Y en un rincón, al otro extremo, alejado de todo cuidado y cualquier atisbo de curiosidad se entierra el perdón, para que no tenga ocasión de brotar.

En los pueblos pequeños de mentes cerradas lo primero que se aprende es a odiar.

En los pueblos la genetica lo marca todo. No hay personas: hay familias; no hay nombres: hay apellidos. No hay gestos desinteresados: hay una libreta con dos columnas: debe y haber.

Regresar al pueblo, esa bucólica ensoñación propia de urbanitas, no supone fundirse en un abrazo con la naturaleza sino caer en sus garras. La naturaleza solo es bella cuando se la ve de paso, no cuando se la vive a diario y se depende de sus cambios de humor y su estado de ánimo. La naturaleza, en los cuadros y muerta.

Rubén Duarte, un pintor que no encuentra ni reconocimiento ni obtiene ingresos y que no sabe nada de todo eso, decide irse a vivir al pueblo donde queda la casa familiar. Esa que se abandonó buscando en la ciudad las posibilidades que el campo no ofrece. Cree que nada puede ser peor que su mala suerte y busca un retiro espiritual alejado del mundanal capitalismo buscando una salida a su situación. Y es que creyendo salir no consigue sino entrar.

Entrar en la vida del pueblo Villar del Valle; algo que puede resultar más asfixiante y angustioso de lo que cabría imaginar. La atmosfera opresiva se va apropiando de su voluntad y del argumento de la novela; la búsqueda del yo ya no parece tan buena idea. Todo alrededor respira hostilidad, miedo y resentimiento. Y Rubén va a descubrir que aquel rencor plantado tiempo ha por no se sabe quién, acaba de florecer. Y aquel Rubén bisoño e ilusionado va a tener que madurar para hacer frente a insospechados desafectos que ponen su vida en jaque.

Alejandro Álex Moreno nos introduce en un mundo rural, muy bien descrito, donde los inhóspitos fenómenos atmosféricos y la ira de la naturaleza van a juego con las actitudes e intenciones de las personas. Y en donde el pasado siempre, siempre, condiciona el presente.

La violencia aparece contenida y el ritmo narrativo y la trama se desacoplan en alguna ocasión pero logra que la desazón acompañe la lectura; y es que la búsqueda de respuestas ya es de por si motivo más que suficiente de inquietud. El autor se luce en los diálogos y en el dibujo de los personajes.

La voz de la tierra, se oye ronca por el paso del tiempo pero firme en su timbre, es un thriller noir rural de un escritor que tiene mucho que decir y que está llamado a ser considerado.

jueves, 22 de octubre de 2020

Un tío con una bolsa en la cabeza de Alexis Ravelo

Un par de ladrones han entrado a robar en casa de Gabrielo, le han atado las manos con una brida y le han puesto una bolsa de basura en la cabeza fijada con cinta adhesiva al cuello. Al irse se han olvidado de él, pero él no solo no les ha olvidado sino que maldice su torpeza por abandonarlo sin aparente posibilidad de salir con vida.

Gabrielo es el alcalde y es poderoso ya que domina todos los asuntos que se manejan en el lado oscuro, el lado B, de la política; tanto como para que esto no quede así, se dice. Nadie se puede atrever con él y salir airoso, se dice. Eso y más cosas se dice.

Se lo dice a si mismo ya que está solo. Soliloquio, monologo interior, monodiálogo, llámenlo como gusten que nos entenderemos igual o digan novelaza que suena más coloquial y actual y se entiende mejor.

En calificarlo de grandilocuente no transigiré, y no por la redacción, que al fin y al cabo el autor es un simple amanuense al dictado del protagonista, sino por lo que este manifiesta y expresa en esa revisitación de su vida ahora que ve la luz al final del túnel pero se resiste a invocar a Dios.

Ese tío con una bolsa en la cabeza desgrana pensamientos y recrea situaciones, como quien enumera una lista de los reyes godos desordenada, con evidente desapego, como esperando que todo eso que está sucediendo, y que le retrotrae al pasado y le resta futuro, no vaya con el sino con ese otro yo al que le habla o que le habla a él.

Leer su soliloquio evoca a uno de los de Shakespeare, no por su trascendencia histórica, simple alcalde de pueblo, sino por su magnitud existencial y su fuerza dramática.

Leer su soliloquio es una suerte antitética de Memorias de Adriano ya que carece de su épica y su abierta generosidad al mostrar solo actos ignominiosos propios de un ser ambicioso capaz solo de amarse a si mismo.

Es más como leer Cinco horas con Mario donde se revisan circunstancias gratificantes e insatisfacciones de todo el periplo vivido al tiempo que recrea la vida social y política de un pequeño paraje de provincias pero extrapolable a cualquier capital. Amplio surtido de sentimientos contradictorios.

Y es que Alexis Ravelo lo ha vuelto a hacer. Se reinventa a cada ocasión que tiene y en esta nueva novela negra no desaprovecha para escribir a renglón tendido. Descarga su fiereza mostrando las devastadoras causas de esa pandemia que se llama corrupción.

Y es que en la corrupción brilla con luz propia la deshumanización de los seres vivos, cuando de trata se trata y cuando es urbanística de la deforestación y el estercolamiento de campos y playas antes accesibles por veredas disimuladas y que de repente se accede sobre asfalto intrusivo y desprecio absoluto por el ecosistema.

Sin corruptores, virus, no habría corruptos, huéspedes. Pero es tanto como pedirle a la Tierra que no gire, ah! no perdón que la Tierra es plana. Plana y parcelada, como cuando las potencias aliadas se repartieron Africa a base de tiralíneas, y pertenece a unos pocos que siempre están ahí, moviendo a los políticos: títeres ambiciosos que como una bengala son el foco de atención durante unos instantes para apagarse en el olvido. Pero los poderosos siguen ahí tendiendo la caña.

Con los poderosos ya se sabe: si los ves venir gira la esquina y si no hay, cambia de acera. Lectura comprometida, como todas las de este autor; sin duda el mejor exponente vivo de la novela negra contemporánea y no solo de aquí

Léanla. Es asfixiante.

domingo, 18 de octubre de 2020

El Legado de la Casa Lidman de Federico de la Fuente

Anders Bremer sospecha que el suicidio de su vecino y amigo Daniel Lidman no es tal e inicia una investigación privada, apoyándose en su antigua condición de alcalde, del pueblo de Sirilund al sudoeste de Suecia, y de sus amistades en puestos clave del Servicio de Inteligencia.

La muerte de Lidman no es un hecho aislado ya que otro miembro del grupo social, Walter Heuss había sido asesinado poco antes y a Bruno Kreuger se le da por desaparecido desde entonces al igual que a la estatua del Leñador del escultor francés Larche, famoso exponente del Art Noveau, hasta que esta si aparece y al parecer asesinada.

¿Se puede asesinar una estatua?

Este apasionante inicio de novela negra va adecuando su contorno para acabar dibujando un curioso thriller de espionaje histórico que solo puede apuntar, no podría ser de otra manera ya que estamos ante una novela corta, los principales hitos políticos que señalan a los dirigentes locales de movimientos afines al régimen del III Reich.

La repercusión que estas iniciativas tienen sobre la población de la zona y sobre el grupo de amigos de Daniel Lidman, que suelen asistir a sus fastuosas fiestas en su Gran Casa Roja, roja por el color que no por su significado político, son el trasfondo que sirve de decorado para el desarrollo de las pesquisas de Anders Bremer. Facciones suecas afines al nazismo podrían estar detrás de todo.

El Legado de la Casa Lidman permite un recorrido por esas tierras del norte, de por si habitadas por gente insatisfecha, donde la proximidad de la guerra y la apremiante necesidad de tomar partido induce a cometer errores cuyas consecuencias no serán visibles hasta pasado cierto tiempo.

Federico de la Fuente se luce con un argumento nada sencillo y un avance sin titubeos en una trama muy bien articulada de principio a fin.

La elección de Suecia y la evolución allí del nazismo y la época en la que se desarrolla esta novela, 1956, sorprende por su originalidad temática, atrae precisamente por el desconocimiento sobre el tema y acaba atrapando por su trama en la que abunda el humanismo en contraposición con el fanatismo.

Su forma de narrar y el léxico empleado se amolda perfectamente a esa época y el relato permite percibir las sensaciones y los reproches, aún presentes pese al tiempo transcurrido, en una posguerra llena de vacíos sin nada con los que poderlos llenar. Si acaso amargura.

Déjense sorprender por este texto, por su cuidadosa documentación y por su inesperado desenlace, y disfrutarán de una buena lectura, que en otro momento pasaría, lamentablemente, desapercibida.