martes, 31 de mayo de 2022

Las voces del crimen de Daniel Marchante Suárez

Los crímenes tienen las voces de quienes los cometen, los padecen, los propician o los investigan. Algunas se escuchan y otras solo se oyen, a veces, como un rumor sordo y lejano.

Las voces del crimen es un libro de relatos que busca en el noir su altavoz. Son concisos en su narración y aunque tienen su inicio y su final, este nada tiene que ver con el inicio y final de la historia a la que se remiten.

Y es que cada relato es un corte entremedio de una historia que empezó y que en algún momento terminará. Una escena de una película. Un momento en la vida de unas personas que pueden acabar vivas o muertas.

No es un ejercicio fácil del que salir airoso y con tantos relatos fácil es que se tropiece en alguno; grandes nombres de la literatura han constatado la dificultad que entraña redondear relatos, pero este joven autor sabe a lo que se expone y parece disfrutar arriesgando.

Los relatos suelen precisar doble lectura, habida cuenta que la elipsis argumental tiene sus propias reglas de apareamiento y no siempre resulta fácil acercarse, con mayor o menor acierto, a la intención última del autor en cada uno y captar las notas de humor negro que destilan.

Daniel Marchante Suárez añade su voz a las otras voces del crimen que superpueblan el panorama literario noir actual y busca desmarcarse apostando por una visión no trillada en el aspecto narrativo.

En sus relatos da voz a quienes participan en una situación criminal en la que tal vez no hayan pedido la vez para estar ahí, pero que una vez dentro no pueden eludirla.

Y esto supone un punto de vista distinto del habitual y que lamentablemente la brevedad de las historias no permite que se despliegue en todas sus posibilidades.

Habrá que esperar a leerle una novela larga para ver si lo que se le atisba tiene confirmación.

domingo, 29 de mayo de 2022

La ladrona de huesos de Manel Loureiro

La ladrona de huesos es un thriller que, cual peregrino más, recorre una parte del Camino de Santiago con una finalidad nada santa y si en cambio más bien ominosa.

Laura sufre estrés postraumático, resultado de una milagrosa salvación en un atentado que la victimizó mientras estaba en México. Y entre sus secuelas se cuenta una pérdida de memoria que su terapeuta, y ahora novio, Carlos, está tratando sin avances vistosos.

La cena romántica de Laura y Carlos se ve interrumpida por una llamada al móvil de ella. La voz telefonica, que no le resulta del todo desconocida pero que no consigue ubicar ni ponerle cara, le pide, le ordena, le exige, que robe los huesos, las reliquias, del apóstol Santiago que se custodian en la Catedral de Santiago de Compostela. Un lugar que, por alerta antiterrorista, resulta actualmente casi inaccesible.

Cuando regresa a la mesa, su mundo se ha puesto cabeza para abajo.  No sabe ni entiende que ha sucedido, pero si sabe lo que tiene que hacer aunque no sepa cómo hacerlo; sabe también que tiene de plazo una semana y que si no cumple, Carlos y ella morirán.

En el relato evolucionan simultáneamente dos lapsos temporales. Uno que va desde un pasado lejano hasta el momento en que empieza la novela; y el otro desde ese momento, y ya en tiempo presente, hasta su conclusión.

En el primero una Laura debe sobrevivir a una situación de extrema dureza y en el segundo esa Laura descubrirá que el cuerpo, los músculos y el cerebro tienen memoria y que solo falta accionar el interruptor adecuado para activarla.

Manel Loureiro nos conduce por diversos lugares y ciudades del planeta cuya relación establece un dibujo; como esos hilos rojos que enlazan distintas chinchetas sobre un plafón de corcho.

El argumento de La ladrona de huesos se sustenta en dos tópicos de solvencia contrastada: la elección de críos para convertirlos en súper agentes altamente cualificados y los robos imposibles ejecutados solo por especialistas sobradamente entrenados.

La trama sustentada por esas dos sólidas columnas transcurre con ese apresurado ritmo que imponen los thrillers y que el autor gestiona con acierto, dosificando el tiempo pasado para que la información llegue al lector cuando convenga para entender el momento presente elegido.

Un relato donde pasa lo que tiene que pasar y muere quien tiene que morir, para completar esa pretensión de intrigar y entretener.


domingo, 22 de mayo de 2022

¿Quién ha visto una sirena? De Mar Aísa Poderoso

A las sirenas hay quien las asocia con seres anfibios de naturaleza femenina y belleza indescriptible; serían las hembras de los elfos marinos.

Homero, en cambio, en su Odisea, las dibuja hábilmente manipuladoras y terriblemente malvadas. Capaces de encandilar con sus hipnóticos cantos a quienes se aventuran por sus aguas y atraparlos haciéndolos desaparecer.

Claro que la que se puede encontrar en la fachada de San Bartolomé, en Logroño, por ser de piedra, es distinta a cualquiera de los parecidos anteriores.

Aunque eso no la exima de su posible peligrosidad.

Y es que el peligro puede aparecer en cualquier momento y lugar ya sea en el mismo Logroño, en Zaragoza, Madrid o incluso en la artística, bohémica y romántica París. Y es que esta novela recorre esos lugares y en todos y cada uno suceden hechos que se entretejen en una peligrosa trama.

Y Lucía Cárdenas, la traductora hermana de Diego el subinspector de policía, va a vivirla en primera persona.

Todo empieza poco antes de Navidad cuando una pareja mayor es encontrada muerta en su domicilio. Y no es una pareja cualquiera. Para el inspector Sáez un caso de violencia de género de manual: asesinato y suicidio. Pero algunos detalles dan a pensar que tal vez lo que hay no es lo que parece, y a pesar del enojo del inspector el caso deberá ser analizado desde otro punto de vista antes de poder ser cerrado.

Y así, entre árboles adornados con luces y regalos envueltos con papel de celofán y lazadas que significan fiestas entrañables, se vive una investigación criminal que nuevamente altera el plácido entorno de la familia Cárdenas.

Mar Aísa retoma sus personajes y su costumbrismo para esta segunda entrega, más dinámica que la anterior, al estar contagiada por el ritmo de thriller que supone una investigación con geolocalizaciones dispares.

Sigue completando los perfiles psicológicos de sus protagonistas, su punto fuerte, para facilitarnos la comprensión de sus decisiones y permitir que entendamos su comportamiento, dándoles más juego, a todos sin excepción, que en la entrega anterior.

¿Quién ha visto una sirena? es una novela policiaca de personajes, que complementa la trama criminal con un velo de contenido histórico y romántica aventura. La homogeneidad de la mezcla demuestra que estamos ante una escritora versátil, bien documentada, precisa y perfeccionista.

La novela se puede leer sin conocer la primera, Dostoievski en la hierba, pero sería una lástima no disfrutar de ambas.


lunes, 16 de mayo de 2022

Biblioteca doméstica


Quienes amamos la lectura solemos tener libros, muchos libros, la casa atestada de libros. Libros por todas partes, incluso en los lugares más insospechados puede aparecer alguno: dentro de la nevera de pie junto a las cervezas; en el botellero entre un crianza y un reserva; en el zapatero a juego con unas botas de cuando te dio por bailar country o incluso en la chimenea alimentando un fuego. Los lanzados por la ventana no cuentan al estar fuera del hogar.

No obstante, lo más habitual es que residan con otros congéneres en muebles y estantes adecuados para su sujeción. En las casa bien estantes (ojo que viene un juego de palabras) solían destinarse habitaciones con paredes forradas de estanterías de madera con estantes (ahí está el juego de palabras) para almacenarlos y eran llamadas bibliotecas.

La facilidad a morir asesinado en ellas, moda que se impuso en los albores del siglo XX, ha ido declinando la voluntad de mantenerlas. Así han sido substituidas por estanterías con estantes, como bien se desprende de su nombre: si fuesen estanterías con cajones serían cajoneras, que aunque también sirvan para guardar libros ya se sabe que son los escondites preferidos de los gatos.

Lo habitual suele ser que los libros, estén donde estén, se ordenen mínimamente cuando no máximamente, aunque estén desordenados.

Hay quien teniendo los libros desordenados sabe perfectamente donde está cada uno. Hay quien teniéndolos ordenados duda cada vez que va en busca de un ejemplar. Cada quien, cada cual, funciona a su manera.

Yo empecé hace muchos años a ordenarlos con un sistema que ha ido variando con el tiempo, más que con el tiempo, que tanto da que haga sol o esté nublado, ha sido con los años: a mayor edad más o menos manías.

Hay quien ordena por colores. Si la estantería es ancha y alta, ver una gama cromática, que incluso podría componer un bello paisaje o un bodegón, dependiendo de la creatividad y sentido artístico de quien la instrumente, puede alegrar la vista pero la accesibilidad a un título resulta poco práctica.

También hay quien lo hace por editoriales o colecciones, los lomos iguales, en formación marcial, como soldados dispuestos para la batalla. Un orden regio que, por ejemplo, no ayuda a recolectar todos los títulos de una misma autoría.

Y está quien lo hace por tamaños, así se consiguen líneas paralelas, encefalograma literario plano, al tiempo que se obtiene el máximo aprovechamiento de las baldas y un desconcierto absoluto, como en los casos anteriores, para localizar precisamente ese título.

Claro que me refería a tamaños de altura ya que si fuera por grosor otro gallo cantaría. Aquí habría que medir cada ancho de lomo para afinar en la selección. Ayuda saber que los diccionarios suelen ser los más gruesos y los libros de poesía los más delgados.

Y están quienes lo intentan por géneros. Literarios, no de autoría que también es una opción. Que si sociología, ciencias políticas, psicología, teatro, poesía, literatura clásica, literatura contemporánea, terror, ciencia ficción, fantasía, capa y espada, criminal con su correspondiente discriminación por policiaca, espionaje, negra, thriller…, historia, deportes, cocina… buf!; al final tampoco hay tantos de cada y acaban conviviendo en alarmante concubinato las recetas de la abuela con los héroes de Troya.

Hay quien opta por eslóganes, así todos los No deja indiferente a nadie van juntos, igual que lo hacen los Nada es lo que parece o los Una trepidante historia que no podrás parar de leer o aquellos que contienen Secretos oscuros que salen a la luz.

Y también los que ordenan, para no hacer demasiado largo el post, sus libros por orden alfabético. Ahí sí que hay unanimidad. O ¿tal vez no? Si se elige por título hay que definir si obviando el artículo o manteniéndolo; si se elige por autoría, decidir si por nombre o por apellido. Eso sin contar si por autoría nacional o internacional. E incluso por idiomas si son personas con don de lenguas.

Un orden en el universo literario que precisa de brújula, cada cual la suya, hay quien incluso estudia una carrera, para orientarse y no perderse en el intento de guardar una nueva adquisición o extraer una de las antiguas.

Y lo peor es que no siempre el libro nuevo va a caber en el lugar que debería y entonces es cuando se colocan en decúbito prono, cuando no supino, donde quepan, en espera de una reorganización, para la que nunca hay tiempo, y se convierten en células anarquistas que, ya se sabe, atentan contra el orden establecido.

Las librerías domésticas son la prueba que nos mandan los dioses para asegurarse que nuestra inclinación a la lectura es real, y no una pose fingida para alardear ante visitas, y poder ganarnos un espacio en la balda del cielo de la intelectualidad (a saber en que orden nos pondrán).

Actualmente yo ordeno mis libros por grandes géneros y ya en ellos, por orden alfabético de apellido. Muy convencional; voy a lo práctico. Y ustedes ¿cómo ordenan sus libros?

 

domingo, 8 de mayo de 2022

El Gran Rojo de Benito Olmo

Todas las ciudades tienen su barrio rojo; su zona merodeada por marginales con negocios ilícitos y caracteres problemáticos que evita la ciudadanía temerosa y a la que solo accede puntualmente para satisfacer vicios inconfesables.

Los barrios rojos son rojos porque es el color que avisa del peligro, el color que dice no pasar, el color del infierno y del diablo, de la tentación y de la sangre.

Ramón Mascarell vive accidentalmente en Frankfurt, muy lejos de su Cádiz, del mar y de un clima más benigno. Como mochila de su novia Gabriela ha recalado en una ciudad áspera, fría y en la que se come raro y se habla un idioma incomprensible.

La necesidad de ganar dinero le hace aflorar habilidades que desconocía y ayudando a resolver situaciones, para otros complicadas, se ha forjado una fama como investigador que ahora se enfrenta a una dura prueba.

Contratado por una extraña mujer para localizar a un joven, de quien poco le dicen, va a tener que serpentear con habilidad por el lado oscuro, solo iluminado por la luz roja, para obtener justo lo que quiere. Ni más ni menos. Ni más porque puede significar recibir palizas extra o unas cuantas balas, ni menos porque incumpliría el encargo y no vería ni un euro y entonces serían sus deudores quienes serían el más.

La humanidad de Mascarell, en las antípodas de cliché detectivesco, es su debilidad y sumada a la de su endeble y maltrecho físico lo hace víctima propiciatoria de quien se lo pida; por eso debe exprimir su cerebro: única arma con la que puede contar.

Sus pesquisas se cruzarán con las de Ayla, una adolescente que busca saber cómo y porqué murió su hermano. Ambas investigaciones tienen mucho en común y pronto descubrirán que no solo ellos buscan sino que hay más y con aviesas intenciones.

Y por encima la sombra ominosa del Gran Rojo ¿un barrio? ¿una persona? ¿una organización? Que no solo no hay que menospreciar sino de la que hay que mantenerse tan alejado como sea posible. Una sombra capaz de devorar la luz y dejar a oscuras.

Benito Olmo se encarna en Mascarell, su alter ego a medias en esta investigación. A medias porque su aterrizaje en Frankfurt tiene mucho en común pero no en el oficio elegido. Por suerte Benito Olmo mantiene la de literato lo que permite que podamos disfrutar de la lectura de esta intensa, emotiva y violenta novela negra.

Tremendamente callejera, duelen los pies de tanto patear la ciudad y más si, como a Mascarell, te falta una pierna. 

Rigurosamente urbana con charcos de agua turbia donde se reflejan rascacielos que parecen querer hundir la cabeza bajo tierra, como si intentaran ahogar a quienes en ellos viven, trabajan o se mueven. 

Peligrosamente selvática donde se agrede o se mata solo por ocupar una baldosa de más, por permanecer en una esquina o apoyarse en una farola.

Benito Olmo a quien ya conocimos y admiramos en sus novelas anteriores "La maniobra de la tortuga" y "La tragedia del girasol" sorprende con un nuevo registro que no viene sino a confirmar su destacado posicionamiento en el panorama noir actual. Sus novelas negras lo son por su adn y no por que hayan sido pintadas.

domingo, 1 de mayo de 2022

El estreno o El Caso Bramogra de Fernando Figueroa Saavedra

Rabishpool anda, como no, alterado. Y empieza a ser su estado natural habida cuenta de que el crisol de culturas, idiomas y tendencias políticas alientan la ebullición de un caldo de cultivo que se traduce en desestabilización permanente. La calma en Rabishpool debe ser algo que tal vez alguna generación futura alcanzará a saborear.

En esta ocasión hay tres eventos azuzadores de tensión. El primero, el próximo estreno de una obra de teatro que atenta contra principios inamovibles de moral religiosa y comportamiento social digno, estando Molly Grapes detrás no podía ser de otra manera. Una Molly Grapes cuyas acciones y pensamientos trascienden al feminismo de salón, que queda rancio ante su iconoclastia militante.

El segundo unos turbios asesinatos que no parecen responder a patrón alguno y en tercer lugar la osadía de unas pintadas BRAMOGRA, así en mayúsculas, que no solo ensucian paredes sino que incitan a todo tipo de especulaciones y sospechas de que puedan ser la antesala de algún tipo de revuelta o un hechizo para invocar fuerzas del más allá seguramente con claras intenciones malignas.

La intención de censurar la obra teatral y repudiar el elenco protagonista por fanáticos defensores de una moral intachable obliga a la policía a desdoblarse en proteger a los amenazados mientras intenta descubrir quien pinta con el amparo de la noche y quien asesina a cualquier hora.

Harry Maesnow el agente de policía protagonista de esta serie debe multiplicarse para cumplir las órdenes de sus superiores, para atender a su prometida Molly Grapes bajo amenaza de ominosos anónimos y para cumplir su deber de cicerón para con su cuñado, recién llegado a Londres por unos días y cuya prioridad es retozar su miembro entre esos montes femeninos que Dios tuvo a bien de situar uno al lado del otro dejando un canalillo por donde descender hacia otro monte, el de Venus. Y es que el cuerpo es un templo para el placer y el sexo su oficiante.

El ritmo, el desparpajo, la seducción y el erotismo que caracterizan el burlesque son los resortes que se adueñan del argumento para navegar por una trama policial que tiene de todo y en abundancia.

Fernando Figueroa Saavedra va por la tercera entrega de esta irreverente serie policiaca, acertadamente calificada como Hard-Boiled cómico neo victoriano, de solaz lectura. Y si en la reseña encuentran palabras que retrotraen a otros tiempos es el contagio que supone moverse por 1892.

No dejaré de recomendar la lectura de las tres entregas, todo empezó con Los Pistoleros o El Caso Hamster, continuó con Las Viudas o El Caso Gutemberg y sigue con esta tercera.

Una colección del disparatismo (referido a disparate; no existe pero hagan la vista gorda) victoriano que no pueden dejar de leer. Hay oficio, amor por la escritura y mucha imaginación.