Como si del génesis se
tratara, el inicio de esta novela negra es de los que marcan territorio. El
cadáver da pie a la presentación de los personajes y del pueblo Black Lake City,
un olvidado rincón del medio oeste americano solo remarcable por la proximidad
de un lago, Pike Lake, que lo significa como lugar de vacaciones.
Pero hay otro principio, el
que pone a la psicóloga del Departamento de Policía, Katherine Nowak, sobre una
pista que se remonta a un episodio familiar de su pasado y que puede alterar significativamente
su presente.
Y hay otro principio, el que
narra los pasos de un escritor en horas bajas de inspiración y que recurre a
métodos poco ortodoxos para superarlas.
Y de hecho aún hay dos subtramas
más, en forma de libro y de cartas, que es mejor descubrir según proceda.
Los relatos mezclan tiempos
pasados y presente por aquello de que son los mejores aliados en el momento de
contar una historia. Pronto se darán cuenta que se hallan frente a una
estructura narrativa para nada lineal ni ajustada a patrón alguno. Un
planteamiento complejo del que no se sabe cómo será su representación gráfica
ni su figura final.
Tres relatos alternos que
corresponden a tres periodos de tiempo distintos y distantes que, con desequilibrio
en el peso dentro del conjunto, cuentan tres historias con inevitable
entrelazado.
Cuando se entrelazan tres
hilos, subtramas o historias, a la vez, o se consigue una resultona trenza o un
nudo enmarañado. Aunque, claro está, al principio solo había un cadáver y nadie
sabe si el autor buscaba la trenza o el nudo.
Javier Muñoz Villén ha escrito varias novelas, haciendo acopio de tópicos del género, sin reparo en rememorar las entrevistas de la inexperta estudiante Clarice con el Dr. Lecter, y las ha juntado para hacer una sola, esta.
La página 428, a
caballo entre el thriller noir y la novela negra, se pasa el tiempo buscándose
a sí mismo y hay que esperar hasta el final para ver si lo logra.
La suma de relatos y su
interacción se reproduce en una redacción que parece no haberse beneficiado de una
revisión final que ajuste el tono y unifique criterios. Lo que lleva a recordar
que hay novelas objetivas, novelas subjetivas y novelas adjetivas. Estas
últimas son las que hacen uso y abuso de los adjetivos y son de muy mal leer.