domingo, 27 de junio de 2021

La página 428 de Javier Muñoz Villén

En el principio no había nada, solo el cadáver.

Como si del génesis se tratara, el inicio de esta novela negra es de los que marcan territorio. El cadáver da pie a la presentación de los personajes y del pueblo Black Lake City, un olvidado rincón del medio oeste americano solo remarcable por la proximidad de un lago, Pike Lake, que lo significa como lugar de vacaciones.

Pero hay otro principio, el que pone a la psicóloga del Departamento de Policía, Katherine Nowak, sobre una pista que se remonta a un episodio familiar de su pasado y que puede alterar significativamente su presente.

Y hay otro principio, el que narra los pasos de un escritor en horas bajas de inspiración y que recurre a métodos poco ortodoxos para superarlas.

Y de hecho aún hay dos subtramas más, en forma de libro y de cartas, que es mejor descubrir según proceda.

Los relatos mezclan tiempos pasados y presente por aquello de que son los mejores aliados en el momento de contar una historia. Pronto se darán cuenta que se hallan frente a una estructura narrativa para nada lineal ni ajustada a patrón alguno. Un planteamiento complejo del que no se sabe cómo será su representación gráfica ni su figura final.

Tres relatos alternos que corresponden a tres periodos de tiempo distintos y distantes que, con desequilibrio en el peso dentro del conjunto, cuentan tres historias con inevitable entrelazado.

Cuando se entrelazan tres hilos, subtramas o historias, a la vez, o se consigue una resultona trenza o un nudo enmarañado. Aunque, claro está, al principio solo había un cadáver y nadie sabe si el autor buscaba la trenza o el nudo.

Javier Muñoz Villén ha escrito varias novelas, haciendo acopio de tópicos del género, sin reparo en rememorar las entrevistas de la inexperta estudiante Clarice con el Dr. Lecter, y las ha juntado para hacer una sola, esta.

La página 428, a caballo entre el thriller noir y la novela negra, se pasa el tiempo buscándose a sí mismo y hay que esperar hasta el final para ver si lo logra.

La suma de relatos y su interacción se reproduce en una redacción que parece no haberse beneficiado de una revisión final que ajuste el tono y unifique criterios. Lo que lleva a recordar que hay novelas objetivas, novelas subjetivas y novelas adjetivas. Estas últimas son las que hacen uso y abuso de los adjetivos y son de muy mal leer.

domingo, 20 de junio de 2021

La última paloma de Men Marías

Hay algo de simbolismo macabro en matar una paloma. Hay un mensaje que tal vez no sea inteligible a primera vista, pero que está claro para quien se ha cuidado de que la puesta en escena sea vistosa y espeluznante a la vez.

Y es que es de esas que quedan grabadas en retina y cerebro para siempre jamás. El cuerpo de la joven Diana Buffet yace sobre el suelo en posición miserere, si la retórica tuviese representación física. Ha sido mutilado con intenciones que se esconden y le han cosido unas alas blancas a la espalda.

Se diría que su belleza y su inocencia evocan la pureza del espíritu santo, el que se representa como una paloma. Matar a una paloma, especialmente a esa paloma, tiene mucho de enfermizo y no puede deberse ni a la casualidad ni a la espontaneidad. Detrás de ese aborrecible crimen hay mucho escondido que aún está por aflorar.

O eso sospecha, o peor, teme, la sargento Patria Santiago encargada de la investigación junto a su compañero Sacha Santos. Patria es de Rota de toda la vida. Su pasado, el suyo y el de su familia, la precede y estigmatiza. En un pueblo, quien fuiste y de quien eres es pan de cada día.

Por eso su vida no es placida y la mide de instante en instante, sin futuro que alcanzar; solo presente que sobrellevar y emplea el dolor de la autolesión como terapia para exorcizar aquel otro dolor que la retrotrae a la época en que la apodaban Escaleras.

En Rota transcurre el relato. Los lugareños conviven con la basa naval americana que se instalara en la bahía de Cádiz en 1953 fruto de un acuerdo aún vigente (que la mantendrá mínimo hasta 2024) con el que el dictador Franco, persona non grata en Europa, pretendía obtener la gracia y el soporte económico y militar de un poderoso e influyente aliado.

Mientras la vida en España era gris, pobre, hambrienta, temerosa, religiosa y acogotada, los vecinos de Rota, vivían otra realidad. Una Sodoma que no se veía porque se miraba hacia otro lado. Y en la base militar, pedazo de EEUU expatriado, regían otras directrices y por eso algunos actos se escapaban al conocimiento y jurisdicción de las autoridades españolas.

Diana Buffet, periodista sin sueldo, investigaba sobre aquella época y sobre hechos sucedidos que sus convecinos desconocen o dicen desconocer. Diana quería saber y eso pudo llevarla a convertirla en paloma muerta.

Men Marías ha escrito una novela negra muy exigente para el lector; recurre a muchos saltos temporales, atrás y adelante y a tres voces narrativas por lo que hay que estar por la lectura si no se quiere perder algún hilo, pues de todos hay que tirar para componer el tejido de esta historia.

Ha escogido una época con poca transparencia. Documenta episodios oscuros y reporta lo que no se dio nunca a conocer oficialmente por el régimen pero que era vox populi. Y lo hace recorriendo escenarios reales y reconocibles para dar testimonio fehaciente y mezclando candilejas de luces multicolores con bombillas de 25V.

Todos los personajes son verosímiles, complejos y atormentados. Los de antes y los actuales, los americanos y los locales. Por poderosas razones o insignificantes motivos nadie escapa a su dolor aunque esconde sus miedos. Y, marcadamente perfilados, cubren los papeles necesarios para dar cuerpo a una trama que toca muchos palos y denuncia muchas injusticias. Y es que Rota sigue siendo un pueblo, con lo que eso supone para la convivencia, con chascarrillos constantes que esconden groseros reproches.


Con la novela negra La última paloma, Men Marías se asoma al género con visión renovadora, poniendo voz a mujeres, arcilla en manos de hombre, que nunca tuvieron oportunidad de hacerse oír.

Compone un trabajoso melting pot literario, única manera de explicar el melting pot que supuso la coexistencia del way of life americano y la vida rural española con un siglo de retraso sobre la anterior, y logra interesar por el costumbrismo histórico y atrapar por su truculento argumento noir. Hay que leerla.

domingo, 13 de junio de 2021

Un plan perfecto de Iván Farías

Para que una novela negra lo sea, debe tomarse en serio a sí misma.

Y para eso basta con mostrar vidas anónimas y circunstancias a juego nada alejadas de la realidad. En lo cotidiano se encuentran magníficas ideas que dan origen a mejores argumentos. Y entre perdedores se encuentran los personajes más idóneos.

Un plan perfecto es una novela negra que sabe leer esa oscura partitura y traducirla a música.

Diego tuvo un pretérito, pluscuamperfecto primero y perfecto después, tanto por lo que se refiere a tiempo verbal como vida real. Ahora tiene un presente y una idea y si le sale bien tendrá un futuro, condicional.

Y es que los verbos lo son todo. Indican acción, movimiento, existencia, consecución, condición o estado de un sujeto. No se puede estar vivo si no hay verbo y la novela negra, y la latina por las dictaduras vividas, sabe mucho sobre lo que significa estar vivo ya que se sustenta en pequeñas vivencias para construir grandes historias. El futuro suele ser la hora siguiente.

Y es que incluso de las grandes pérdidas pueden obtenerse pequeñas ganancias. A veces basta con degustar un cantinero para sentirse en el cielo y es suficiente con no meterse en donde no se sepa salir basta para seguir degustándolo más veces. Eso es el futuro.

Diego tiene un plan, o mejor tiene una idea, una intención y una ilusión. Por ese orden y si los tiempos verbales encajan puede ser que conjugue su vida de forma correcta. O lo que es lo mismo: que acabe vivo.

Diego El Soñador planea un atraco y si sale bien puede hacer realidad su sueño y hacer que su papá, allá donde esté, sonría feliz de que sus enseñanzas se aplicaron y no se deshicieron como manoseadas y viejas páginas de enciclopedia.

Para ello cuenta con la colaboración de Sonrisas aunque la súbita aparición de Danilo y su obsesión por resolver un asunto pendiente con un joyero puede complicarlo todo o tal vez lo simplifique, y es que en eso la vida y el destino a veces juegan de pareja y otras como rivales.

Iván Farías toma unos retazos de vidas de unos personajes y los conjuga verbalmente para mostrar un pedazo del lado oscuro de esa cotidiana realidad.

Nuestra vida transcurre paralela a muchas otras de las que ni sospechamos su condición y mientras leemos el periódico otro congénere humano está siendo asesinado, y mientras hacemos cola en el súper alguien está sufriendo tortura, una violación está en curso y un móvil está siendo hurtado.

Y es que la grandilocuencia en el empleo del lenguaje, en la construcción del argumento y en el dibujo de personajes de novela negra no es sinónimo de nada más que de su propia vacuidad. La novela negra bien entendida toma la realidad y no la refleja en pulidos espejos sino en charcos de la calle. Y por eso Iván Farías busca calles sin asfaltar.

Y el verbo se hizo novela negra y se dejó leer. Un plan perfecto es una muestra de ello. Su final puede sorprenderles, pero nadie dijo nunca que la vida fuese el guion de una película ¿tienen un plan mejor que leer esta novela?

domingo, 6 de junio de 2021

Pandora de Jesús María Sáez

Donostia, esa Bella Easo que se asoma al mar, no se escapa de tener suicidios. Y asesinatos. E incluso pudiera ser que hubiere asesinatos disfrazados de suicidios.

El cuerpo de un político, un edil municipal, se ha encontrado desperdigado a trozos después de que lo embistiera un tren y le corresponde a la Ertzaintza, y en concreto a la inspectora Maialen Guevara, dilucidar si es uno u otro. Suicidio o asesinato, ya que no cabe el accidente.

Pero igual que no se debe mover una piedra en el desierto, so pena de encontrarse un huésped dañino, no debería abrirse una investigación sin tomar precauciones. De ahí el título. No toda la mitología es mito.

Maialen y su compañero van a recibir una ayuda inesperada de una detective privada madrileña cuya investigación podría tener elementos en común. Con lo que el abanico va abriéndose lentamente para mostrar entre varilla y varilla la sección de país que muestra el dibujo en toda su ominosa magnitud.

Pandora es una novela negra en la que lo dañino está más en lo que se infiere que en lo que salta a la vista y es que el argumento de Pandora tiene base real y, tal vez por eso, remueve aún más el interior de quien se acerca a su lectura.

Pandora es una novela negra que denuncia, sin ambages, el execrable comportamiento de pederastas y pedófilos, que se mueven entra las sombras del internet oscuro; y el rechazo a mujeres lesbianas, especialmente en cuerpos y fuerzas de seguridad.

Y les pone el acento y la tilde para que quede claro que ahí están: uno para ser penado severamente en aras de su erradicación y el otro para ser integrado con total normalidad sin atisbo de reticencia.

Y lo hace sin perder un ápice su intención de entretener y emocionar, prueba superada, al tiempo que incita a la reflexión sobre el comportamiento de la especie humana. Esa que siempre está presta a medir con doble rasero optando a cum laude de hipocresía.

Jesús María Sáez, hábil compositor de distintas melodías, como el cosmopolita thriller Siberia o la novela negra Poniente, ambas reseñadas en este blog, ofrece ahora una nueva novela negra tratando temas que la sociedad parece no querer afrontar.

Lo hace con un redactado de estilo directo que facilita una lectura rápida y comprensible y dando vida a unos carismáticos personajes con los que es fácil solidarizarse.

Hay una buena puesta en escena del procedimiento policial y de las relaciones personales dentro y fuera de la profesión, que da cohesión al conjunto, alejándose de esa imagen preconcebida de la soledad que acompaña al elenco policial.

Y para quien desee una inmersión más completa, el autor sugiere acompañar la lectura de, algunos capítulos con banda sonora y para ello aporta un código QR.

jueves, 3 de junio de 2021

La Sirena Roja de Noelia Lorenzo Pino

La fascinación enfermiza por la piel humana ha supuesto, en la historia, actos espeluznantes y aficiones aberrantes, basta con recordar acciones primitivas de selvas amazónicas y otras igual de primitivas pero peor en manos de nazis. Mentes que recorren adarves sin salida, perdidas en sus disquisiciones, que no dudan en matar para obtener ese bien tan preciado para satisfacer su hedonismo malsano.

En la zona de Irún aparece un cadáver con parte del cuerpo desollado. Al muerto le han arrancado la piel y eso suena a venganza personal, fanatismo religioso o ritual satánico. Habrá que investigarlo. Y a eso se van a dedicar la agente de la Ertzaintza Eider Chassereau y el suboficial Jon Ander Macua.

Ambos conocen la película que mostraba un psicópata dispuesto a confeccionarse un vestido de piel humana, y que resultaba atrapado con la ayuda de otro psicópata que prefería el hígado encebollado, pero no suponen que estén ante un caso parecido. Y afrontan el caso desde la racionalidad que supone investigar un crimen: con método y perseverancia.

Pero ambas características requieren tiempo y sacarlo de la vida familiar no parece buena idea. Cuando el trabajo relega la vida particular a un segundo plano el precio a pagar puede exceder lo humanamente aceptable.

Y esa vida personal y esa actitud profesional favorecen que sea una novela de personajes primando sobre la trama. Supone una tendencia a humanizar a quienes investigan alejándose de los tópicos de la novela negra que prefieren a solitarios que lo han perdido todo menos el cinismo.

La apuesta por personajes de carne y hueso dificulta el equilibrio entre costumbrismo y policial, pero aporta el toque humano que contextualiza con el hecho de que criminales e investigadores son personas y por tanto vecinos de alguien.

El procedimiento policial aparece bien presentado pero si en la realidad se dedica tanto tiempo a investigar poco creíbles no es de extrañar la baja cuota de éxitos.

De hecho la solución elegida para rematar el caso resulta poco verosímil por precipitada ante un final que puede anticiparse con demasiada facilidad.

Noelia Lorenzo Pino escribe con lenguaje sencillo y asequible, pero con una redacción que precisa de mayor atención y cuidado, así el resultado confunde aspectos de lectura por omisión o reiteración aunque el entretenimiento no se vea perjudicado.