lunes, 25 de marzo de 2013

La Sombra del Kasha de Miyuki Miyabe

Burbuja inmobiliaria, burbuja económica, PIB, crédito, impagados, bancos, embargos, realidad social, mercado monetario, financiación, endeudamiento generacional, bancarrota... ¿les suenan estas palabras y su terrible significado: crisis?

En la década de los 80 la ciudadanía japonesa descubrió el pago a crédito gracias a, o por culpa de, la influencia americana. Y como niño ante una piscina se lanzó a un consumismo desenfrenado sin considerar que el agua podía estar helada y sufrir un corte de digestión. Dios o Buda o alguien proveerá, pensaron o ni eso y no hubo nadie que dirigiera aquel tráfico que, como no podía ser de otra manera, terminó con embotellamientos, los más afortunados, y estrepitosos choques, los más desgraciados.

Dinero de plástico sustituyendo papel moneda. El pago a crédito atrapa cual pegajosa tela de araña en donde el moverse en la dirección equivocada solo consigue enredar cada vez más. Es una enfermedad pandémica cuya afectación ataca irregularmente según la resistencia del consumidor infectado y como suele suceder con este tipo de males, acaba cebándose en los más débiles. En los que alargaron más el brazo que la manga.

Miles de personas contagiadas por este virus vieron como sus propiedades eran embargadas, sus bienes recuperados por los vendedores, su honor se arrastraba por los suelos y sus familias, amigos y compañeros de trabajo los empezaban a tratar como poco más que apestados. Dinero de plástico para sueños de papel. Una crisis personal que arrastra a toda una nación hacia una crisis financiera, que aún hoy están pagando. ¿Les suena el paralelismo?

El gobierno puso dique a esta riada antes no se viera con el agua al cuello y legisló para regular el futuro y legisló para cerrar el pasado: el ciudadano vería cancelada su deuda declarándose en bancarrota personal y a cambio su nombre registrado no le permitiría disponer nunca más de financiación. Los que habían vendido sin pedir garantías pagaban su ambición no cobrando lo que alegremente habían vendido; con el impago no reclamable.

La década de los 90 empezó a poner las cosas en su sitio. La lección fue aprendida. Lástima que no exportaran sus vivencias como hacen con su tecnología. Algunos países lo habríamos agradecido.

En La Sombra del Kasha, Miyuki Miyabe nos entretiene con una nueva novela negra japonesa, y ya saben que esto es como decir novela negra diferente. Utiliza como escenario esta gran crisis social, generacional y personal que ha sufrido Japón y escoge unos personajes para nada ajenos a esa situación para explicar sensaciones en clave de negro.

Shunsuke Honma es un inspector de policia de Tokio en excedencia convaleciente de un disparo en la rodilla, perdió a su mujer Chizuko hace tres años en un accidente de tránsito y vive con su hijo Makoto de diez y recibe ayuda doméstica de su vecino Tsuneo Isaka.

Jun Kurisaka, un familiar de grado inespecífico, acude en su ayuda para localizar a su amada Shoko Sekine que ha desaparecido en los días previos a la planificación de su boda.

Y Shunsuke medio obligado por el vínculo, medio obligado por su vocación y con tiempo para llenar accede a buscarla. Se inicia así un incansable ejercicio de seguimiento policial que lo lleva a descubrir que la joven no es quien dice ser  y que su pasado esconde muchos secretos y se dará cuenta que lo aparentemente sencillo puede llegar a ser tremendamente complicado. Que las personas pueden llegar a ser tan difícilmente rastreables como las operaciones de crédito varias veces subrogadas. Y que la vida se puede explicar en clave económica.

La autora transita por un Japón que ha visto como la ambición ha roto el saco, pasea al protagonista por diversas ciudades para explicar como todos los lugares por pequeños que sean, y no solo las grandes ciudades, se han visto devastadas por ese tsunami de los mercados financieros y utiliza el argumento como fábula de dolorosa moraleja.

Es el anuncio de la inminente aparición del kasha, ese espíritu maligno que se manifiesta en los velatorios con la intención de apropiarse de las almas de los cadáveres; solo los sonidos fuertes pueden conseguir alejarlo de ahí que esos actos sean sumamente ruidosos.

De ahí que en otras culturas, los ruidos se indignen en la calle, para que quienes gobiernan vean que nadie quiere que el kasha se quede con su alma, que a poco que nos descuidemos, será lo único que sea verdaderamente nuestro.

De Miyuki Miyabe se posteó El susurro del diablo (recuérdenlo aquí).

Post scriptum: pinchen para leer la reseña de otra de sus personalísimas novelas R.P.G Juego de rol

lunes, 18 de marzo de 2013

Cornelia Weber-Tejedor y Rosa Ribas

Novelas: Entre dos aguas; Con anuncio; En caída libre

Después de haber posteado la tercera y, hasta ahora, última novela publicada de la comisaria Weber-Tejedor titulada En caída libre (recuérdenla aquí ) quedaba pendiente reconocer los méritos de las dos anteriores de la misma serie.

Una serie policial con carácter y muy, muy digna que se ha ganado sobradamente su derecho a ser referente y cuya lectura se ha convertido en indispensable para cualquier lector de género que busque calidad.

Cornelia Weber-Tejedor (con un nombre que se escribe igual en castellano que en alemán) es la comisaria protagonista de esta serie; nacida alemana del matrimonio formado por la emigrante española Celsa Tejedor y Horst Weber (curiosamente Weber significa tejedor en español), y criada junto a su hermano Manuel y Estrella, la perra de la familia; mantiene una extraña relación de pareja con altibajos y se pirra por la empanada de zamburiñas y los episodios de los Simpson.

Rosa Ribas es una escritora responsable, rigurosa, precisa, que levanta una arquitectura argumental sin fisuras. Cuida sus creaciones hasta el punto incluso de mantener la tradicional manera de presentar cada capítulo poniéndole título. Buscar un título para cada uno es dedicar unos momentos a la reflexión y tomar conciencia de que no se fracciona un todo en porciones sin más, asignando un número y ala, sino identificando a cada una de ellas como un pequeño libro y demostrando respeto a los lectores que participan agradecidos de este gesto.

Mima a su vez a sus otras creaciones: los personajes, a los que insufla vida más allá de las páginas de la novela y permite creer que existen de verdad y que pueda ser fácil cruzarse en cualquier momento por la calle con Winfried Pfisterer, por ejemplo, el menudo doctor forense vienés escritor de poemas, tan mayor que su jubilación debería estar tan próxima que lamentaríamos no seguir escuchando sus acertados diagnósticos profesionales y sus acertadas reflexiones sobre la vida en general.

Rosa ha elegido su ciudad, Frankfurt, para hacer corretear a Cornelia, una Frankfurt descrita para ser reconocible sin caer en localismos excesivos. Y ha buscado ambientes tan dispares para sus casos como la colonia de residentes españoles, los interiores de una agencia de publicidad, las cuadrillas de limpieza de aviones en el aeropuerto internacional de la ciudad y se apunta que una próxima localización podría ser el mundo de la ópera.


La forma de escribir de Rosa es lo suficientemente austera como para parecer alemana, pero el remate cálido e irónico que fluye constantemente la asocia con el reflujo de las mareas mediterráneas. No cede al costumbrismo fácil de la confrontación ideológica que facilitaría jugar con las dos raíces familiares de Cornelia ni tampoco en la de confundir la cultura con el folclore. Y por todo ello resulta muy interesante a la par que muy amena.

Si antes de ahora no la conocían tiene un pase que no la hayan leído; después de ahora ya no tienen excusa.


Entre dos aguas

El cuerpo de un hombre de origen español, Marcelino Soto, es hallado en la base de un puente que cruza el Meno, que está presto a desbordarse y amenaza con una riada. La sospecha de muerte por ahogamiento se ve descartada ante la certeza de que se trata de un asesinato. La víctima uno de los tantos emigrantes que en las décadas de los 60 y 70 se instalaron en una Alemania que daba trabajo, es una figura ampliamente reconocida en la colonia española por sus negocios, sus ideales y su empuje, y su muerte causa enorme desazón e inquietud.

Cornelia, que junto con Reiner Fischer, el subcomisario con quien trabaja, anda cerrando un curioso caso de síndrome de Diógenes pero al revés, ve como por su condición de medio española le cae también este otro que la enfrentará a la realidad en la vida del emigrante y le revelará sentimientos y aspectos de sus orígenes familiares. Por si fuera poco, y obedeciendo a un evidente sentido de la realidad, en la que los casos delictivos no esperan turno y caen como y cuando quieren sin tener en cuenta la saturación de expedientes en las mesas policiales, otro caso, una desaparición, aparentemente de menor importancia pero de trascendental calado político viene a sumarse a la fiesta. Por suerte la incorporación de Leopold Muller como refuerzo al equipo permite distribuir de manera más eficiente el abundante trabajo.

Primera novela de la serie de la comisaria Cornelia Weber-Tejedor, con presentación de orígenes y personajes, que arranca con fuerza, yendo al grano y dejando las cosas claras desde el principio y mantiene el ritmo y el envite para comunicar de forma fehaciente que estos personajes han venido para quedarse. Rosa Ribas no solo escribe una novela negra sino que ahonda en la parte sociológica de como Frankfurt evoluciona en su multiculturalidad, buscando aún como sentirse cómoda en este nuevo escenario que viste todas las grandes ciudades europeas.

La habilidad de la escritora se manifiesta en los cruces de diversos y distintos casos que emplea para explicarnos como se desenvuelve Cornelia en cada situación y por tanto como es como persona y como profesional, sin tener que recurrir a largas descripciones.


Con anuncio


Cornelia, que junto a su equipo está investigando la desaparición de una joven prostituta, supuestamente asesinada, y cerrando otro caso conocido como el de las palomas recibe de su jefe Matthias Ockenfeld el encargo de investigar también una serie de amenazas anónimas que han recibido algunos ejecutivos de la agencia de publicidad Baumgard & Holder, que compite en la recta final de definición de una campaña orquestada por el Ayuntamiento para promover la ciudad como ejemplo de convivencia y de tolerancia. Cuando las amenazas se cobran una víctima la parte oscura de toda ciudad que la campaña publicitaria no muestra: organizaciones de extrema derecha, xenofobia, prostitución masculina y femenina, homofobia, emerge como flor de asfalto y le abre al caso otras vías de investigación.

Cornelia sufre, en su vida personal, de dudas y desavenencias conyugales, agravadas por una muerte en la familia, mientras en su vida profesional padece los desplantes de un compañero arisco aunque los sobrelleve con el antídoto que le produce una naciente e indeterminada sensación que se manifiesta con mariposas en el estomago.

Segunda novela con los mismos protagonistas y mejora evidente y notoria en el planteamiento, nudo y desenlace, al que Rosa Ribas se ciñe con soltura sin que le apriete el encorsetado. Mano de hierro alemana en guante de seda mediterráneo. Se nota en las descripciones, como en los diálogos, en las reflexiones sordas y en las imperfecciones humanas de sus personajes, lo que facilita la inmersión en la lectura y la fácil comprensión de la compleja cultura y forma de vida de una sociedad tan alejada de nuestras costumbres como es la alemana.

De nuevo Rosa Ribas presenta a Cornelia trabajando en casos simultáneos, de nuevo esa sensación de realidad, de que las personas somos tridimensionales y multitarea y con ello la evidencia de que somos alguien, que tenemos cosas que hacer, en casa y en el trabajo, y por tanto la vida de la comisaria es, ni más ni menos, tan complicada como la de cualquier otra persona y eso es precisamente lo que la hace tan creíble y humana, y es uno de los motivos por los que sus argumentos resultan cercanos: todos llevamos un personaje dentro pugnando por protagonizar cualquier novela. Todos somos un poco Cornelia Weber-Tejedor.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Sombras y luces de Jonathan Rabb

Es esta una novela oscura que transcurre en el Berlín de la convulsa época de entreguerras. Una novela oscura, porque oscura es la trama que, como se ve en la portada, solo está iluminada por los potentes focos cinematográficos de los estudios UFA y ya se sabe que la luz del cine es la mejor para crear sombras y para dejar a oscuras lo que no se quiere mostrar o para cegar a quien se propase.

En Berlín, y en toda Alemania en general, la gente se las ve y se las desea para salir adelante de la miseria heredada de la primera gran guerra (aún nadie sabe que habrá otra segunda) y por la dificultad de la economía para avanzar: malviven entre sombras

Mientras tanto, y como siempre y recurrente en todas las novelas de género, será porque son reflejo de la realidad,  los ricos disfrutan en su mundo de ilusiones de sus placeres y de las modas artísticas de las que muchos hablan y pocos entienden. El dinero es poder y quienes lo tienen brillan a la luz dorada de su reflejo mientras que a la sombra de esa misma luz tejen sus maquinaciones y en la oscuridad más completa corrompen tanto como necesitan.

 En Sombras y luces al detective Nikolai Hoffner, un personaje tan trabajado que se diría extraído de la realidad y encajado en la ficción, le toca investigar la muerte de un importante productor cinematográfico de la acaudalada familia Thyssen y pronto va a aprender que en el mundo del cine todo es mentira incluso las verdades. Aunque el aprendizaje le resulte caro.

Estamos en pleno auge del expresionismo del que esta novela pretende ser hija aunque el adn no la acompañe y pretenda un tratamiento serio y negro de lo que se puede ver y oir en el paso del cine mudo al sonoro. Una nueva, poderosa y gran industria está a punto de nacer y la repercusión económica es indudable.

Hay que dar primero por aquello de las dos veces, aunque dar signifique lo que significa en sentido figurado.

Jonathan Rabb, el autor, incorpora en el argumento a personajes reales de la época como Joseph Goebbels, Fritz Lang o Peter Lorre, en su contexto también real lo que le da verosimilitud y cuerpo a la trama, muy bien documentada y ambientada pero que a la postre resulta tan interesante como confusa e indigesta.

En el argumento las sombras predominan sobre las luces y no dejan ver claramente donde se pisa y la comprensión de la lectura acaba tropezando, reculando, dando traspiés y perdiéndose. Una pena.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Contra las cuerdas de Susana Hernández

El infierno está en la Tierra y el cielo, en ninguna parte

En las novelas de Susana Hernández la contundencia empieza ya en el título, si en la primera nos arrimábamos a Curvas peligrosas (comentada aquí)  en esta segunda nos lanza despiadadamente Contra las cuerdas.

Efectividad en la elección del título y efectividad en una novela en la que la escritura es ágil y directa, donde la habilidosa autora le cose a la gran capa negra, áspera y criminal del argumento un forro rojo de satén con destellos de sensualidad y sexualidad que levanta todo tipo de pasiones.

Un asesino y violador de escalofriante modus operandi y aparentemente contradictorio perfil, bautizado como ‘El violador del cuchillo’, jamonero por más señas, está moviéndose impunemente en Barcelona y el litoral tarragonés y su identificación y captura pasa, inevitablemente, de ser algo inherente al quehacer cotidiano de la policía a ser algo personal de las dos subinspectoras por la implicación emocional que les despierta sus crueles ataques.

La joven, impulsiva, grunge y con aún púberes hormonas descontroladas, Rebeca Santana y, la madura, insatisfecha, cariñosa, responsable y con deslices humanos tan necesarios como vitales, Miriam Vázquez, son las subinspectoras protagonistas de Curvas peligrosas  y ahora de Contra las cuerdas.

Ambas se consolidan en esta nueva entrega y sus personajes mejoran enriquecidos con nuevos matices, más humanizadas si cabe y más encajadas en el medio totalmente acorde con la trama, a su vez más compleja, más trabajada y mejor trenzada, donde el ritmo narrativo va subiendo la tensión sin necesidad de recurrir a fuegos de artificio.

Las historias personales de cada una, sumadas a las magníficas historias personales de cada uno de los otros protagonistas (la madre de Rebeca, su abuelo, Malena, pasión y amor todo en uno, Vero la hija de Miriam, Terim, algo más que un masajista, los compañeros de jefatura, la jefa interina Yolanda Barrios, un acosador anónimo, antiguos conocidos, las víctimas...) conforman un habilidoso relato donde las emociones y los sentimientos explotan como piñatas llenando de colores cada página, lo que la convierte en novela negra humanista.

Rebeca Santana desnuda su alma de mujer presa entre tanta contradicción de convicciones. Tan pronto se siente pequeña, como cuando toma un vaso de leche con Cola-Cao con galletas María y juega a películas con su abuelo, tan pronto perdida como cuando siente que para disfrutar del amor de su vida basta con alargar su mano sino fuera porque la siente cosida al costado por puntadas de orgullo; tan pronto enfurismada cuando descubre lo sucedido a su Heritage Classic; tan pronto desconcertada por la compleja evolución en la relación con su madre; tan pronto débil y vulnerable cuando sufre por sus amigas...

Este crisol de sentimientos se sucede a ritmo trepidante y entre mezclado como las diferentes situaciones de la novela que no dan ni un momento de respiro.

Susana Hernández convence con sus argumentos, con sus diálogos y sus notas de humor inteligente. Novela negra nuestra, mediterránea, fresca, de lo mejor del mercado, que está poniendo Contra las cuerdas, a las novelas congeladas que vienen del norte. Chiste fácil, lo acepto, pero es bueno porque es verdad.

La autora despide la novela cerrando algunas puertas y entornando otras, cegando algunas ventanas al bajar sus persianas y dejando el resto sin tan solo correr las cortinas. Está claro que ya sabe por donde va a evolucionar la serie y seguro que va a sorprendernos de nuevo muy pronto. Solo le pedimos que vigile con esos brotes best sellerianos que inevitablemente tientan a todo rosal y que un buen jardinero ha de podar sin mostrar ni la más mínima duda.

Susana Hernández ha estrenado nuevo blog dedicado a la novela negra hace poco. Aquí la encontrarán: Black Club

viernes, 1 de marzo de 2013

Sábado de Gloria de David Serafín

La novela transcurre en Madrid y en tiempo real desde el domingo de ramos 3 de abril hasta el viernes santo 8 de abril de 1977.

Durante la época llamada transición política: periodo comprendido entre la muerte de Franco y las primeras elecciones democráticas. Meses después del vil asesinato de unos abogados laboralistas en la conocida Matanza de Atocha.

Un día antes de la legalización, entre otros, del Partido Comunista de España.

En estos cinco días se decide no solo la resolución de un caso criminal sino tal vez algo más.

Una semana santa llena de sufrimiento y arrepentimiento como marcan los cánones.

El comisario de la Dirección General de Seguridad (DGS) Luis Bernal, un individuo de rutina aparentemente anodina y penoso matrimonio, va encontrarse con un caso en las manos que no solo va a poner en jaque su propia vida sino que va a ensombrecer el crecimiento político y social de una España que, recién muerto Franco, está desperezándose del coma inducido por las consignas del Movimiento e intenta adaptarse a los nuevos tiempos buscando a la vez el reconocimiento del mundo libre.

Es una época bien llamada de transición; donde el miedo todavía puede a la mayoría, donde grupos aparentemente incontrolados, pero bien conocidos y alentados por el poder establecido, destrozan librerías, ateneos y lugares de encuentro de intelectuales, despachos de sindicatos y golpean y acongojan a jóvenes estudiantes cuyo pecado es llevar el pelo largo o tocar una guitarra sentados en un parque. La transición fue una breve parada en el paraíso para matones y sicarios de la extrema derecha.

El comisario Luis Bernal es un policia honrado que persigue cumplir con su trabajo stricto sensu; es lo que en el argot de la DGS se conoce como un profesionalista o sea un policia de oficio frente a los conocidos como militaristas que no dejan de ser ex militares y adictos al anterior régimen que ocupan cargos para conseguir que con los cambios todo se mantenga igual.

Está cercano a los sesenta, rostro con cierto parecido al del fallecido dictador, sufre su vida de casado, con Eugenia, en silencio, tiene dos hijos Santiago y Diego y busca su realización como persona desayunando solo en el bar de Félix, escuchando Manon de Massenet, entre otras piezas de opera, y pasando tardes lúdicas en un piso que tiene alquilado de incógnito.

Y en estas estamos cuando le cae un caso del cielo. Bueno del cielo exactamente no, de un bloque de pisos.

Santos ha caído del balcón de su piso y junto a su cuerpo inerte y de ángulo imposible se hallan también sus dos zapatos. ¿Que suicida se tira con los zapatos en la mano? ¿o a que suicida se le caen los zapatos durante la caída?.

Quienes querrían cerrar el caso etiquetándolo de suicidio les ha salido un Bernal respondón que fiándose de sus instintos inicia una investigación, con su fiel equipo de profesionales integros, que demuestra lo acertado de la decisión y a la vez lo peligroso de la misma.

David Serafín, el autor, seudónimo empleado por el galés Ian Michael, busca a través de un caso criminal dar salida a la luz las oscuras turbulencias que tuvieron lugar en esa etapa de una España que tenía que dejar de ser un latifundio y lo hace cogiendo a una Madrid que retrata con cariño y conocimiento de causa sin caer en la nostalgia, solo retratando lugares y gentes como si fuera un reportaje para la posteridad.

Luís Bernal se convierte a nuestros ojos en un héroe anónimo, uno de tantos sin los que la transición hubiera naufragado y hoy quien sabe donde estaríamos.

Sábado de gloria es una buena novela negra. Léanla. Y luego hagan como yo, procúrense la siguiente de este comisario y de este autor, ya que por suerte hay toda una serie.