Un cómic cartoon de mucho nivel |
Régis Hautière aprovecha una
coyuntura inexistente en época actual, ya que sigue presente el telón de acero
y mantiene la guerra fría entre Estados Unidos y Rusia, para escribir Adam Clarks: un guión inteligente
y trepidante de robos y espionaje que haría las delicias de cualquiera de las
series televisivas que triunfaron en aquella época como Misión Imposible o Los
Vengadores por mencionar tal vez las más conocidas y con las que tiene elementos
en común.
Y para ello crea un
personaje, Adam Clarks, un cronista de sociedad que usa seudónimo para ocultar
su identidad del mismo modo que cuando ejerce de ladrón de guante blanco usa
máscara para impedir ser reconocido. Y le hace compartir protagonismo con el
rubí De Long Star, con la bella Irina, el programa de carrera espacial y los
Servicios Secretos del KGB y de la CIA de las dos súper potencias mundiales.
Adam Clarks con su gusto
por el vestir, su percha, aspecto de conquistador, osado y habilidoso ladrón y perfil de espía tiene un poco de cada uno de los
iconos que han cultivado el género, así recuerda, entre otros, a Gary Grant (en
cualquier película de Hitchcock) y a Sean Connery (encarnando a Bond, James
Bond) y a Tom Cruise (como Ethan Hunt en Misión Imposible) y cae bien desde el
primer momento. Entiende la supervivencia como religión y como fiel devoto se
ciñe a sus mandamientos sin protestar.
Adam Clarks un ladrón no tiene porque ser un delincuente |
El argumento es
presentado por un narrador presencial que sustituye a la voz en off tradicional,
con lo que aporta más credibilidad a la historia, en un recurso que sin ser
novedoso es cuanto menos casi original por lo poco que ha sido utilizado. El
personaje va relatando la trama colándose con apariciones puntuales por las
viñetas.
La parte gráfica, por lo
que se refiere al dibujo y a la composición evoluciona el Estilo
Átomo que, surgido a raíz de la iconografía de la Exposición Universal de
Bruselas de 1958, con el Atomium en cabeza, combina diseños de los años 60
con otros más vanguardistas dando lugar a una estética retrofuturista que tan
bien casa con el género noir y sobre todo con el glamour atribuido al mundo del espionaje.
Antonio Lapone demuestra
un gran conocimiento de la técnica y la emplea para construir unas páginas muy
dinámicas con estructura de viñetas estilizada y dibujos de trazo de elegancia minimalista
y mucha presencia geométrica, evolucionando brillantemente el estilo que tan
bien sirvió para identificar en su momento a Yves Chaland y Serge Clerc entre
otros.
El uso del color
sorprende desde el primer momento por convertirse claramente en el tercer
elemento narrativo por mérito propio, después del guión y del dibujo. Al
sobrepasar las viñetas y extenderse por toda la página evita el salto de una
viñeta a otra ofreciendo una lectura en continuidad, poniendo la luz en el
lugar adecuado en cada momento.
Dibukks mantiene su alto
nivel de calidad editando este cómic en cartóne, en un generoso tamaño XL de
24,5 x 32,5 cm y en un más que adecuado acabado en mate. Un cómic para admirar
y releer una y otra y otra vez. Una pieza de colección.
New Frontier, jazz-rock para minorías |
La BSO, la señala el propio cómic y es
inherente a la esencia del argumento y a su estética general, la conforma la
pieza New Frontier. Escúchenlo y disfrútenlo en su video original y vean el
guiño a la similitud de los rojos tejados con De Long Star y las referencias a
la amenaza nuclear que supuso la guerra fría.
New
Frontier del álbum The Nightfly (1982) de Donald Fagen
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