Una novela negra de aspecto poco atractivo por fuera y deliciosa por dentro. |
Febrero es la mejor época para las trufas. Están en su
punto de maduración y los restaurantes no dudan en confeccionar menús a base de
platos que contienen delgadas láminas de este preciado bien gastronómico.
Delgadas porqué su precio está por las nubes y de ahí que
en las tierras donde se dan y los lugareños que las controlan, las recogen y
las venden, sean lugares y personas opacas, poco dadas a la charla y siempre
preocupadas porque su preciado tesoro pueda mermar en cosecha o en beneficio.
Las trufas se localizan con perros entrenados, o cerdos
que, en realidad son sus cazadores naturales; su ubicación bajo tierra hace
imposible verlas por lo que solo el olfato puede detectarlas. Es por eso que
Rosaline, una cerda trufera con un olfato privilegiado, esté tan mimada por su
dueño y cuando alguien se atreve a dañarla comienza la caza en busca del
agresor.
Otra caza, ésta a cargo del comisario Modeste Laviolette,
una persona tranquila y metódica, transcurre en la misma zona, en la que Banon,
un pequeño pueblo de la Alta Provenza, es su epicentro. Un lugar dedicado a la
recolección de trufas. Un alimento que chifla al comisario (y a quien no).
El comisario quiere descubrir el paradero de jóvenes de
ambos sexos, hippies a ojos de los lugareños, que han desaparecido en los
últimos tiempos.
Trufas para el comisario se presenta escrita con un estilo muy peculiar,
importando poco las conveniencias y haciéndola, como la trufa, aparentemente difícil y fea por fuera pero increíblemente deliciosa. Es toda una tuber melanosporum que no deben dejar de probar si les gusta el
género en su estado primitivo. Rural y noir.
Pierre Magnan |
Pierre Magnan la escribió en 1978, la ubicó en una zona que
conocía y amaba, hay notas de costumbrismo no chauvinista, hay ironía y
situaciones existencialistas y aunque a los ojos de hoy, a cerdo pasado, la descripción que se hace de los hippies pueda
resultar démodé, su cuidada redacción
y su ingeniosa trama criminal la hace vigente y muy actual.
Pierre Magnan
falleció en 2012 y dejó un montón de novelas y, en concreto, protagonizadas por
Modeste Laviolette hay 8 de las que, hasta la fecha, solo se ha traducido esta.
Hay que desear que pronto haya más. Una vez probado, si
gusta, es como la trufa: nunca tienes bastante.