La historia de la novela negra americana está escrita por muchos más nombres olvidados que recordados. Un ejemplo de ello es el de Martin Aloysius West, un escritor de Cincinnati a quien hoy este blog rinde homenaje reivindicando su reconocimiento a partir de la reseña de la única obra traducida que tendremos oportunidad de leer. Lamentablemente ninguna más caerá en nuestras manos.
El viento y la sangre es una
novela negra, del clasicismo americano, con toda su enjundia. No hay duda
alguna desde el primer párrafo. La crudeza del género mostrada sin pudor a la
par que con elegancia.
Y es que M. A. West escribe con pluma sin mancharse. Puede,
perfectamente, relatar hechos que pondrán la piel de gallina a quien se atreva
a leer sus páginas, sin inmutarse. Como un personaje de su novela: frío y
calculador.
La historia va de un robo, de una huida y de una
persecución. Mientras dura la cacería, otros personajes van aportando sus
historias para ir complementando la trama demostrando que el sueño americano es
solo eso, un sueño.
Los personajes que van apareciendo son los que se esperan
encontrar en toda novela negra de la época. Solo que, en esta, además, hay
corporeidad en sus acciones, de tan bien descritos como están.
Y en su final se encuentra la esencia de esos argumentos en
los que la esperanza es lo último que se pierde.
Hemos de agradecer a sus traductores Thalía Rodríguez y Alexis Ravelo, que hayan rescatado esta obra menor, por su número de páginas, pero excelente por ser trabajo de ebanista literario.
Y, por aquello que el destino es dueño de sus actos, pero a
los demás nos toca apechugar con las consecuencias, sepan que no habrá más
traducciones de las novelas de West. Solo esta, así que no remoloneen y háganse
con un ejemplar antes de que pase a formar parte del grupo de obras descatalogadas.
En estas fechas de aciago recuerdo, leer y reseñar esta
novela en la que tanta participación tuvo y empeño puso Alexis Ravelo, su última travesura, es la
mejor muestra de agradecimiento hacia su persona y su obra que se me ocurre. No lleva su firma pero lleva su sello.
Parece que aún lo oigo lanzar a todos los vientos, en
especial a los alisios que favorecen ese clima templado que lo arropó, su
consigna revolucionaria ¡Lean, carajo!
Aquí mi primera reseña, luego habría muchas más, de Alexis Ravelo. Del 2012.
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