Las lágrimas de Hemingway es la primera novela de una larga saga protagonizada por Lola MacHor escrita por Reyes Calderón.
Lola es una abogada que imparte docencia universitaria, está casada con un médico y tiene tres hijos. Y en estas recibe una citación a la lectura de un testamento que debe celebrarse en Pamplona en plenas fiestas de San Fermín. Y para allí que se va con su marido, y Alejandro y Clara hijos del difunto y amigos, es un decir, del matrimonio; ninguno se imagina la agitación que van a sufrir sus vidas a raíz de esta excursión.
La novela va y viene sin terminar de encontrar su sitio con lo que consigue aburrir en algunos momentos. Divaga entre ser un compendio de nociones básicas sobre los encierros y las ganaderías, de nociones básicas de práctica de autopsia y de nociones básicas del estado de derecho, cuando de ella se espera que sea una novela negra aunque se vista de blanco y rojo por las fiestas.
Más parece una Crónica de nuestro enviado especial o bien una Crónica de nuestro corresponsal, que una novela. Tal es lo que sugiere el modo en que está escrita. Es una novela que emplea poco recurso literario y mucho periodístico, siendo en las descripciones de lugares y ambientes donde más se nota y también en la falta de fluidez en los diálogos, poco naturales, poco reales, forzados.
Lo que sabemos de cada protagonista aparece contado por un único interlocutor a modo de biografía, y al no poder disponer del contraste de un enriquecedor intercambio de pareceres, resulta poco estimulante y es lo más parecido a una necrológica sin serlo.
Los currículum de cada protagonista son brillantes, lucen doctorados, y en cambio sus comportamientos son pueriles, con salidas de tono que no encajan en sus perfiles y por momentos muestran un histrionismo impropio del que de ellos se esperaría. El redactado abusa de palabras poco usadas en la calle, de rancio abolengo, que distancian aunque no quiera, y abusa de los signos de exclamación ¡más allá de lo soportable!
Durante un encierro en los sanfermines, un joven, en aparente estado de embriaguez etílica o por drogas, es corneado por un toro que, una vez liberado el estrés, sigue su camino hacia la plaza jaleado por los gritos y los movimientos de los mozos. Lola, y sus acompañantes se ven envueltos en la investigación por lo sucedido.
La novela es una gran exaltación a la fiesta pamplonica de San Fermín y en especial a la mística del toro, sobre la que pivota. Una glosa a Pamplona, a Navarra y a Hemingway. Tan localista que resulta el complemento ideal a una guía de viajes y un disfrute para los que conozcan la zona.
Reyes Calderón, la autora, ha conseguido crear un personaje que, por lo que sabemos, ha ido creciendo a lo largo de los casos en los que se ha visto envuelta. Hemos de suponer que la calidad ha ido de la mano de la producción y por ese motivo leeremos más casos de Lola MacHorn y no desesperaremos hasta encontrar aquello que no le hemos sabido encontrar esta vez.