El hombre es un lobo para el hombre. |
Decía Plauto en su obra Asinaria que “El hombre es un lobo
para el hombre”. 1500 años después Thomas Hobbes popularizaría la frase en El
Leviatán y ahora, con 350 años más, Hervé Le Corre le da pleno significado.
El ser humano es el único animal que mata por egoísmo,
avaricia, aburrimiento, desidia, envidia, diversión, celos y otros motivos
completamente ajenos al que empuja a los otros animales depredadores a hacerlo
y no es otro que mera supervivencia.
Franck acaba de salir de la cárcel donde ha pasado los
últimos cinco años por un atraco cometido con su hermano Fabien.
Solo lo
trincaron a él pero ha sido leal y mantenido el silencio cómplice y ahora espera rehacer su
vida con su parte del botín.
Pero Fabien está en España ultimando un trapicheo de droga y
Franck debe alojarse con la familia de la novia de su hermano, cinco miembros a cual
más raro, mientras consume la espera, esperando que esta no lo consuma a él.
El lugar, aislado y rural, está tan contaminado como las
personas que lo habitan y es que el medio no resuelve los problemas de los
marginados sociales, si acaso lo disimula, pero mal. Perros cuando están en un hogar, lobos cuando se alejan de él. Perros y lobos.
Es verano y hace mucho calor y el calor es el principal
activador de pasiones. Y hay mucha pasión llegando al punto de ebullición. Y
cuando algo hierve sin control rebosa los bordes y afecta todo lo que está a su
alrededor.
Hevé Le Corre plantea una novela negra lejos de los tópicos
maniqueistas de buenos y malos, del bien y del mal; expone al sol, un sol
tórrido cuyo calor acompaña toda la novela, a unos seres humanos tan asilvestrados
que solo piensan en sí mismos y poco nada les importan los demás, aunque sean
de su propia sangre. No hay buenos y malos, si acaso malos y menos malos, o malos y peores, según se mire.
Todos como lobos solitarios, excluidos de la manada, de la
sociedad, y que buscan cubrir sus necesidades a cualquier precio anteponiéndolas a las de los demás.
Hervé Le Corre |
El autor evoluciona la trama lentamente y va desnudando, al
mismo ritmo, en un macabro y siniestro striptease, las pasiones y los
sentimientos y las intenciones de los protagonistas hasta que lo que se muestra ya es solo la verdad.
Y la verdad muestra el grado de deshumanización de las
personas. El horror que se muestra ante los ojos contrasta con una mirada aún expectante, aún
ingenua y aún cargada de esperanza de una niña, a pesar de la coraza en la que está imbuida para protegerse y que la hace distante de todo y todos.
Una mirada que es un final y también un principio.
Lectura obligatoria. Sin excusas.