miércoles, 6 de noviembre de 2019

Cómplices


Con el suelo alfombrado de hojas de colores cálidos y coincidente con las primeras madrugadas frías me toca actualizar, un año más, la columna Cómplices (esa que está a la derecha de su pantalla; échenle un vistazo y dense un paseo por las referencias: varias son nuevas).

Cada año se muda este remedo de plumaje noir. No por gusto sino por necesidad. Cada año blogs antiguos o más recientes cejan en su acto de subir posts. Cada año semos menos.

Hay blogs compañeros, cómplices en esto de informar, opinar y compartir que por múltiples y diversas y justificadas razones finalizan su recorrido en Estación Término.

Y, por favor, si algún blog cree que debe estar o que su retiro ha llegado a fin y vuelve a la actividad, será un placer reincorporarlo a la banda.


Ya saben cómo pienso: tener buenos enlaces hacen mejor cualquier blog. Honestidad para con uno mismo y la relación con los demás: sin egoísmos, sin robar visitas, sin buscar influencia, sin copiar, sin consignas.

Somos meras especulaciones de una misma realidad. Reflejos irradiados por puntos de vista de cada lectura; todos igual de válidos siempre que salgan de dentro y no de directrices pagadas.

Y sigo buscando la complicidad de los blogs con autoría independiente; los escritos por personas no por negocios ni empresas. Y es así porqué en la medida de lo posible hay que preservar el derecho a opinar libremente y no dejarse someter a intereses comerciales que buscan colocar un producto sin anteponer la calidad y por tanto sin atender convenientemente a su público.

Buscan compradores no lectores. Buscan vender, lo que se haga luego con lo comprado ya si tal. Si hicieran pedagogía de la lectura fomentarían el deseo de ir a por más.

Las estadísticas de la industria del libro presentan cifras de libros vendidos sería bueno saber cuántos son los leídos, pero esa es otra historia ¿verdad Mowgli?

domingo, 3 de noviembre de 2019

El fantasma de Gaudí por El Torres y Jesús Alonso



Crímenes de novela negra y Gaudí.
Un comic negro, una novela negra en viñetas, que rinde homenaje al universo de Gaudí y lo integra en una trama que incorpora elementos cuasi fantásticos propios del genio.
Crímenes y edificios de Gaudí se entremezclan en una trama policiaca que ofrece, sin caer en visita turística ni en biografía, un recorrido por emblemáticos lugares de la Barcelona modernista del iluminado arquitecto, en pos de un escurridizo asesino.
Jaime Calvo, inspector en excedencia y poco sociable, es requerido para detener esa orgía de violencia antes de que el miedo atrape a la ciudad promovido por el interés mediático.
Una intriga donde el ritmo argumental de thriller absorbe de tal manera que hay que dedicarle una segunda lectura a la obra para no pasar por alto ninguno de los preciosistas detalles dibujados.
Una trama de delincuencia real como la vida misma que al apoyarse en una suerte de simbología sobrenatural adquiere el significado que Gaudí quiso conferir a su obra: pies en la tierra y proyección hacia un ser superior.
Así los escenarios gaudinianos no son espacios cerrados sino puertas a otros universos y tal majestuosidad de formas y luces es el contrapunto perfecto para desarrollar una trama absolutamente mundana, mezquina y desafecta de sentimientos de espiritualidad.
Toñi, es la protagonista de este comic noir.
El Torres (Juan Antonio Torres) inspirado en el trencadís esa técnica que tan bien desarrolló Gaudí troceando baldosas decoradas y creando una nueva decoración al recomponer los pedazos, acomete un guion que partiendo de un hecho mundano como es la salida del trabajo de Toñi, una cajera de supermercado y alguien para quien Barcelona solo tiene color gris, va eligiendo las piezas con las que ir ensamblando una trama que rebosa interés humano y violencia a partes iguales gracias a los múltiples perfiles de los protagonistas.
Jesús Alonso Iglesias aporta el dibujo y color, un estilo cartoon muy personal, a una obra que ha de sugerir permanente movimiento aun estando en espacios quietos que no estáticos, porqué si algo identifica a Gaudí es ese movimiento ficticio que parecen tener sus paredes, columnas, escaleras, ventanas, muebles y otros elementos de decoración.
La arquitectura de Gaudí es orgánica: las columnas son árboles, las ventanas son hojas, las salas bosques, los nervios que sustentan los techos son ramas y Jesús Alonso consigue transmitir esas sensaciones sin caer en la ridiculez fácil de un álbum de cromos. Sus trazos parecen bailar en unas viñetas que no son sino escenario.
Els Fantasmes de Gaudí (versió en català).
Guionista y dibujante ampliamente curtidos en otros trabajos se lucen merecidamente en esta obra que reclama reconocimiento y respeto.
La fuerza narrativa del argumento, la pulsión agresiva del relato y la pasión creativa del dibujo hacen de El Fantasma de Gaudí un cómic noir indispensable.
Además la cuidada edición de Dibbuks va con extras de making off. ¿Qué más se puede pedir? Y está editado en castellano: El Fantasma de Gaudí y en catalán Els Fantasmes de Gaudí. El plural le da un significado completamente distinto al título; razones habrá.
Premio a la Mejor Obra de Autor español en el 34º Salón del cómic de Barcelona.

domingo, 27 de octubre de 2019

No hay luz bajo la nieve de Jordi Llobregat


Mientras nieva, el silencio
es lo único que se oye.
No hay luz bajo la nieve es un ambicioso thriller noir de Jordi Llobregat en donde lo único blanco es la nieve y eso cuando no está manchada de sangre.

Bucea en un pasado doloroso y reciente como son las vicisitudes de los refugiados en la II Guerra Mundial, y uno más reciente como la desaparición de una niña y saca a luz esas historias del pasado y las entrelaza con el presente. Un presente que tiene por delante una investigación de asesinato.

El complejo argumento presenta una estructura geométrica de diversas caras, y no es hasta el final que se le adivina completamente su forma, a imagen y semejanza a la que ofrecen los copos de nieve formados por cristales microscópicos de hielo que, como las huellas dactilares, nunca se repiten.

Alex Serra, bautizada Alejandra pero solo la llama así su padre, subinspectora de la División de Investigación Criminal e investigada a su vez por la División de Asuntos Internos por unos disparos efectuados en su última misión es la encargada de desplazarse al Pirineo y hacerse cargo del caso.

Le espera un compañero francés, una colaboración entre los dos países, y una pareja mixta de jóvenes e inexpertos e igualmente entusiastas agentes. Y le esperan los recuerdos de una infancia allí transcurrida y que fue feliz hasta que dejó de serlo.

Como buen thriller de misterio otorga al lector unos metros de ventaja respecto las pesquisas policiales permitiéndole sufrir y facilita suficiente información de cada personaje, como para que incluso se pueda anticipar aún más allá lo que puede suponer un contratiempo al no poder evitar prever acontecimientos.

Jordi Llobregat
No hay luz bajo la nieve es un thriller muy personal que se agarra a todos los resortes y tópicos del género ya que no busca salirse del mainstream sino todo lo contrario. Lo que hace es recoger todos esos trillados elementos y adecuarlos con mayor o menor fortuna, según sea el personaje y según sea el tema tratado, para conformar una lectura que acaba entusiasmando a pesar de no ofrecer nada nuevo.

El mérito no ha sido crear sino recrear.

Pero no lo pone fácil: capítulos aparentemente inconexos, cortos, saltos temporales, distintas voces y puntos de vista. Pero es precisamente en ese aparente desorden donde la habilidad narrativa de Jordi Llobregat se manifiesta ensamblando cuidadosamente cada parte para conseguir un final satisfactoriamente abierto.

Cerrar la puerta de la entrada, trama principal, y dejar abierta la de atrás, trama secundaria subyacente, se está convirtiendo ultimamente en un recurso habitual para favorecer segunda entrega si ha lugar. Un cliff hanger que ya no se conforma con cerrar capítulos y ahora cierra novelas.

Mariposa Isabelina
Disfruten de los paisajes nevados de la Cerdanya y de los misterios de sus valles, de su luz diurna y de su cerrada oscuridad nocturna, de sus bosques y lo que encierran los edificios y de todas las criaturas que allí habitan. Pongan especial atención a las mariposas isabelinas y a la flor de la Saxifraga longifolia.

Y no olviden que mientras nieva, el silencio es lo único que se oye.

miércoles, 23 de octubre de 2019

La cuarentona de Yolanda Almeida

Una novela negra
que se lee como un gif.
Novela de pocas páginas y lectura de larga satisfacción. En la cuarentona, la brevedad la hace dos veces buena.

Sin embargo nuestro protagonista principal no es la cuarentona, sino un joven que no llega a la trentena, hace de cocinero circunstancial, de algo hay que vivir, en un restaurante poco ambicioso, donde sufre el maltrato psicológico de sus jefes, tío y sobrino, y el de una rubia cuarentona, compañera de trabajo, que está de buen ver y mejor tocar.

El desgaste emocional diario se transforma en una ira que tiene en la rubia su punto de mira y cree que solo podrá recuperar su equilibrio asesinándola. Fuera ella, fuera sus insolencias.

Vulnerable desde su infancia, quiere, por una vez, tomar las riendas de su destino, pero, meticuloso como es, no quiere matarla sin más: hay que asegurarse una irrefutable coartada, no sea que jodiéndolo estando viva lo siga haciendo también después de muerta.

Y mientras elabora su plan, entramos en su cabeza y vivimos en primera persona una serie de disquisiciones sobre el bien y el mal, la culpa, el perdón, el afecto, el amor y el sexo, la venganza, la redención en las relaciones personales, familiares y profesionales y la utilidad de un corcho en la pared. Disquisiciones que tienen tanto de comedia negra como de novela negra y viceversa y que son la verdadera carga de profundidad de la trama.

La novela habla de eso, psicoanaliza las razones para justificar un crimen y la narración es dramática pero escenificada como comedia. Y es que estamos ante una novela que sería una magnífica obra de teatro.

La cuarentona es una novela negra manufacturada y con más literatura que en novelas promocionadas de firmas consagradas todas llenas de tópicos y clichés y demasiadas páginas que parecen salir de una cadena de producción.

Yolanda Almeida
Yolanda Almeida, es una joven autora que ha dado un paso adelante en su producción literaria con esta obra. Ha condesado en pocas páginas lo esencial: no hay pensamientos innecesarios, ni diálogos vacíos, ni descripciones insustanciales, ni casi nombres, aludiendo así a que cualquiera puede ser protagonista de una novela y que, en la vida, cualquier acto es novelable.

Consigue un tempo narrativo que avanza al paso que le requieren los acontecimientos y no al revés, como suele ser aburridamente habitual, y las dudas del personaje permiten giros sorpresivos potenciados por capítulos cortos que incitan a leer otro y otro más hasta terminarla.

La novela satisface a lo largo de su desarrollo y especialmente en su desenlace y en el segundo final. Y es que el destino a veces, y a su manera, compensa.

Más que recomendable. No la lean en el autobús sino quieren pasarse de parada.

domingo, 20 de octubre de 2019

La Secta de los Tordos de Aaron Abarca

Un híbrido entre novela negra y
thriller conspiranoide.
El tordo, molothrus bonariensis, aparece en Chile a mediados del siglo XIX proviniendo de países vecinos. Los machos son de intenso color negro con un brillo tornasolado.

Es un ave parasitaria, y por esa razón no se beneficia de la simpatía de ornitólogos: asaltan nidos de otras especies, destruyen los huevos que haya y ponen los suyos que son criados por los anfitriones que creen que son sus propias crías.

Un animal tan astuto, tan agresivo, que prima su pervivencia a costa de destruir la de los demás no puede inspirar nada bueno a los humanos que los adopten como modelo y símbolo.

Cuando se halla una cabeza humana en medio de la calle, que sirve de entrenamiento y alimento para pájaros, todo indica que ha de haber un cuerpo decapitado en alguna parte y que el suicidio no es la opción más plausible. Un inicio más que prometedor de una novela negra, breve e interesante.

Enfocado como asesinato, se constituye un equipo policial de investigación para afrontar el caso y el ego de cada miembro amenaza con dinamitar la labor colectiva. Es como si la orquesta tuviera cuatro solistas y cada uno quisiera llevar la voz cantante siguiendo su propia e invisible partitura.

Aún y así los informes de cada investigador conforman un todo que descarta lo imposible y resalta lo probable. No se han dado pasos de ciego y apuntan a buena dirección aunque por el camino cada uno pierda algo que le importe y su mente, que parecía inquebrantable al comienzo del caso, tampoco se libra del peaje.

Aaron Abarca hace de esta novela corta una suerte de psicodrama y enfrenta a los personajes principales a sus propios miedos y busca reducirlos a meros seres humanos rebatiendo la supuesta fuerza impune que supone llevar placa.

La Secta de los Tordos es un hibrido entre novela negra y thriller conspiranoide, y enfrenta al sentido de la justicia con un totalitarismo religioso de raíces paganas que proclama un discurso aleccionador donde se interpreta que la libertad es en realidad la esclavitud: la individualidad debe someterse al colectivo.

Aaron Abarca
La novela resulta toda una agradable sorpresa que se lee fácil y rápido. Se agradece que avance sin dudar en ningún momento y sin rellenar páginas con sinsentidos, de ahí que sea tan corta y tan directa y deje con ganas de saber cómo se lo compondrá con un texto más largo y una trama más compleja.

La novela hace de los localismos y de las localizaciones callejeras uso y abuso; tanto como para entusiasmar a lugareños que se reconocerán en cada calle, esquina y establecimiento como para rechazar a forasteros que acabarán perdidos en esta telaraña de excesiva nomenclatura callejera desconocida.

Con un final que busca sorprender resulta una obra recomendable para quienes busquen tratamientos distintos al noir más comercial.