Infamia es una novela negra que no acaba de entender su razón de ser. |
En los
pueblos, los hechos malvados implosionan y quedan confinados sin opción a
expandirse pero sin opción a deshacerse de ellos y acaban salpicando, por
acción u omisión, a todos los que los habitan, durante años.
Merlo es un
pueblo gallego que arrastra una maldición, la que supone ver desaparecer a dos
hermanas pequeñas, Sofía y Blanca Giraud de 14 y 6 años respectivamente, hace ya
veinticinco años y no haber vuelto a tener noticias suyas. Padres destrozados,
vecinos descolocados, secretos inconfesables y sospechas voceadas al viento sin
obtener respuesta alguna.
Emma Cruz,
una profesora de Derecho Penal, elige una casa de este pueblo para vivir
mientras realiza una suplencia en una universidad cercana. Sus estudios, su
conocimiento del mundo del delito y de la delincuencia y su curiosidad le lleva
a investigar sobre esos hechos en cuanto tiene noticia de ellos.
En el campo
levantar una piedra puede dar pie a la aparición de fauna indeseable y peligrosa
y conviene ir con cuidado donde se pisa ya que si no es tierra firme, tanto da
que sea la pata de un bicho o un callo: sea quien sea su dueño tampoco le va a
gustar.
Infamia, en sus dos principales acepciones,
deshonra o pérdida del honor civil y maldad o vileza, dan cumplimiento al
título. Todo en la novela gira en ese sentido, la deshonra y la perdida de
privilegios y la maldad en su máxima acepción al perpetrarse a conciencia y con
saña.
Ledicia Costas |
Ledicia Costas construye una novela que, por
ambiciosa, se le escapa de las manos. La trama emplea materiales usados y en
mal estado por abuso dentro del género, amontona distintos delitos y no deja ni
un personaje sano: todos, sin excepción, tienen su amargo pasado. Demasiados
tópicos en tan pocas páginas.
Hay que ser
muy hábil para engarzar tanta infamia junta en tantas vertientes y aún más para
abrir subtramas a cada paso; las subtramas son como las ventanas en gélido invierno,
que si no se cierran a tiempo y bien pueden enfriar la estancia y echar por
tierra el esfuerzo de haberla calentado durante todo el día.
Este,
anunciado, thriller psicológico, que de thriller solo tiene la etiqueta y de
psicológico la intención, carece de la tensión que se le supone, y aunque despunte la intención no acaba de consolidarse con lo que
la narración, plana se mire como se mire, anula cualquier atisbo de intriga.
Incluso la
sorpresa final no deja de ser una mala solución para darle cumplimiento al
esperado acto de justicia. Los finales abiertos o son para dejar a los lectores
boquiabiertos o sugieren incapacidad para desembrollar la que se ha liado o son antesala de segundas partes.