jueves, 3 de septiembre de 2020

Idaho de Emily Ruskovich


La novela criminal en general, ya sea enigma, policíaca, negra o de cualquiera de sus subgéneros, precisa básicamente del asesinato para el desarrollo de su trama incidiendo en la psicología de sus personajes, la investigación, el descubrimiento del culpable y su, o no, detención.

Prima la detección, caza, acoso y derribo. Interesa más conocer el motivo, descubrir las pistas, el ensamblaje de piezas y la lucha de inteligencias entre los protagonistas representativos del bien y del mal.

En Idaho no hay nada de eso, sigue siendo no obstante una novela criminal pero su argumento se preocupa por las consecuencias del asesinato, por el vacío que queda entre los vivos, por la redención, la pena y el dolor, alejándose así de todo lo que conforman los típicos elementos de la novela negra.

El crimen es la causa y la novela el efecto; sin él no existiría ella, pero una vez fijado el punto de partida lo que interesa es el relato de sus derivadas ahondando en la intimidad de la vida privada y pública de sus personajes y en como afecta a su consecuente envejecimiento no privado de indeseables afecciones.

Todo pasó el día en que una familia unida y feliz, tanto como pueda ser posible en una familia, fue a recoger leña. Marcharon cuatro y solo regresaron dos, y luego solo la mitad se permitió intentar rehacer su vida, si es que eso es posible; mientras que la otra mitad permanecía sin poder de decisión.

Las secuelas de padecer un trauma de tal magnitud no son visibles a corto plazo ya que se camuflan con las muestras de desesperación, incredulidad y estupefacción que acompañan el dolor y la rabia por la pérdida, pero al final se manifiestan y no suelen ser amables ni con quien las sufre en primera persona ni con quien las padece en segunda instancia por estar cerca.

Terrible la angustia ante la posibilidad de perder la memoria y más terrible aún no poder dejar de recordar, evidencia la fragilidad de una mente dañada.

Las clases de piano son el contrapunto para encontrar un equilibrio que dista mucho de ser la solución pero que permite seguir avanzando hacia terreno desconocido. La redención a través de la fuerza del amor. Todo lo que antes era confortable se vuelve amenazador. Y la melancolía se apodera de todo, como las malas hierbas inundan un jardín descuidado.

Emily Ruskovich

Emily Ruskovich
ha hecho que los yoes subconscientes de sus protagonistas tomen las riendas de sus actos y sus diálogos. Ha permitido que los impulsos sean lo que explique las acciones; no hay razones: solo emociones.

La vida es un paisaje y esta novela lo describe usando palabras muy escogidas; con una prosa elegante, fluida y adecuada, como sonata de piano. Un paisaje mental creado con la voz de los pensamientos.

La autora, construye el relato saltando temporalmente adelante y atrás para permitir entender que el tiempo no es lineal y que ni tan solo la muerte es el final y para ofrecer distintas perspectivas desde las que admirar el paisaje.

No, no es una novela negra de las que inundan el mercado. No busquen eso, no lo van a encontrar. Está a las antípodas de los tópicos del género. Pero si van a notar ese mismo sabor amargo que conlleva todo crimen y más cuando no se justifica. Abandonen toda esperanza de saber más sobre el, solo van a conocer, sufrir, sentir, sus consecuencias.

Idaho es una novela que encierra capas de contenido, como hace la buena literatura.


domingo, 30 de agosto de 2020

Asesinato en la mansión de Fiona Grace

Asesinato en la mansión se promociona como “un misterio cozy de Lacey Doyle” y lo clava. Resulta una novela absolutamente cozy. Deliciosamente cozy como bollos de mantequilla recién horneados acompañados de una selección de sabrosas mermeladas caseras y té recién hecho, servido en una buena vajilla de porcelana decorada a mano en una mesa de jardín frente a un acantilado y el mar enfrente.

Para quien el término cozy no le resulte familiar les diré que se refiere a un subgénero dentro de la novela de misterio que encumbrara Agatha Christie  y en la que Miss Marple, sin imaginárselo, sería algo así como la predecesora.

Las novelas cozy pretenden centrarse en un misterio, generalmente asesinato y habitualmente cometido en un pueblo o entorno rural con pocos sospechosos, y resuelto por amateurs, preferentemente solo mujeres.

Sus argumentos son amables, acogedores y cómodos (si a un argumento se le puede calificar así y más habiendo crimen de por medio). Con nada o poca violencia; con romanticismo, cortesía (aunque vaya acompañada de un cuchillo entre los dientes), cotilleo y sobre todo con happy end.

O sea que sí, dentro del universo de la novela criminal, ustedes son de hard boiled o novela negra, incluso de thriller, probablemente deban mantenerse a distancia ya que encontrarían su degustación empalagosa. Si por el contrario son de novela de misterio, enigma, policiaca de ingenio y de domestic noir han encontrado su rincón cozy en esta amplia oferta de lectura.

Asesinato en la mansión, es un referente de la versión más suave del género. Entretiene, divierte, emociona, hace suspirar y la felicidad y fortuna que derrocha provoca la envidia y el deseo de dejar de ser lector para ser protagonista.

Lacey Doyle, la protagonista, es una neoyorkina experta en interiorismo que se acaba de divorciar y está dispuesta a dar a su vida la oportunidad de vivirla sin esas ataduras y convencionalismos que se van acoplando a lo largo de los años y se convierten en un pesado lastre.

Sin la comprensión ni el apoyo ni de su madre ni de su hermana decide, en un inspirador arrebato, realizar un viaje proustiano que la conduce a un pueblo inglés del que tiene el mejor y el peor recuerdo infantil: un regreso al pasado en busca del tiempo perdido.

Una vez allí descubrirá las bondades y las maldades que supone para una forastera, y extranjera además, vivir en un pueblo, inglés por más señas. El digo pero me callo británico frente a lo suelto alto y claro americano. Y todo puede empeorar si hay un asesinato de por medio y un posible romance en ciernes.

Fiona Grace, la autora tiene hasta cuatro series distintas compuestas de varias novelas cada una, todas cozy, que lamentablemente aún no están traducidas pero que pueden consultar en su página web https://fionagraceauthor.com/

martes, 25 de agosto de 2020

El nadador de Joakim Zander

El nadador es un thriller de espionaje
A los thrillers se les exige mucho, más que a cualquier novela negra, han de dar satisfacción a varios frentes: han de ser dinámicos, anticipar sin mostrar y con capacidad de quiebro a centímetros, personajes solidos con los pies bien puestos en el suelo, agradar, emocionar, sorprender y disparar pulsaciones en un final de infarto. Y todo eso a lo largo de muchos cientos de páginas; manteniendo el tipo sin decaer.

A los thrillers se les exige mucho y aunque bastantes aprueban, pocos con nota.

El nadador es alguien a quien le gusta nadar; alguien que nada y guarda la ropa; su oficio así lo exige. Es el protagonista primario, que no principal, de una trama de servicios secretos que empieza en un pasado y en un lugar cálido y con mucho desierto y termina en un presente y en otras coordenadas completamente distintas con mucho frío y nieve.

Cuando el pasado, en un operativo de campo, reaparece, o no ha desaparecido nunca, es porque el suceso, generalmente traumático, no se ha superado, no se ha pasado página y queda enquistado.

En esa situación un agente deja de ser fiable. Le pueden más los sentimientos de culpabilidad, impotencia, incapacidad, pena y tristeza; que la capacidad, entrenada, para mantenerse frío, metódico, capaz de calcular variables, opciones, en instantes y tomar decisiones.

Y eso es lo que diferencia seguir vivo de estar muerto. Y eso es lo que hace que un operativo, en lugar de dar vueltas por el mundo, sea la silla giratoria de una oficina lo único que mueva.

Pero el pasado siempre vuelve para cobrar su peaje y desaparecer y en esta ocasión abre una trama de espionaje internacional y conspiración en la que nadie se fía de nadie y bien que hacen y más con la CIA de por medio. Una maraña de personajes, a priori inconexos, que van a ir confluyendo para darle sentido y cohesión a un argumento que cumple aprobando pero sin nota.

Joakim Zander
El nadador tuvo buena acogida de crítica y público en su salida. Sin embargo acusa un ritmo desigual, que trasciende y se traslada a los personajes, algunos sobreexpuestos y otros con un perfil tan bajo que parecen solo destinados a cubrir el ruido ambiental y tanto unos como otros supeditados a la acción.

Joakim Zander escribe de forma directa pero arrítmica, sin florituras y con muchos diálogos; en la novela se penalizan los primeros compases, mejorando en el nudo y flaqueando en el desenlace.

Como thriller, cumple con mantener el interés y la tensión por encima de la media.

jueves, 20 de agosto de 2020

Belleza Roja de Arantza Portabales

No creo que presentar a Arantza Portabales como la nueva dama del crimen, frase manida donde las haya, le haya hecho ningún favor. Más bien lo contrario. Sé de gente que solo por ese reclamo se apartan y rechazan.

Y es una lástima ya que si bien la novela tiene algún engaño, innecesario, y alguna distracción, como la vida personal de quien investiga, acaba siendo una interesante novela policiaca, que no negra.

Xiana, quince años, esa edad en la que todo se magnifica y a la que a todo se aspira, es encontrada asesinada en su habitación. Un cuerpo envuelto en blanco camisón en medio de un lago de roja sangre, en la purificadora noche de San Juan.

La habitación, diecinueve metros cuadrados de suelo anegado de sangre, está en el piso de arriba de la casa de sus padres que están cenando en el jardín junto a su tía, gemela de su madre, y una pareja de amigos. Cinco personas en la mesa más una tía de las gemelas, casi invalida, que excusada de la cena duerme en una habitación cercana.

6 personas en la casa y un cadáver. Seis sospechosos de un asesinato absurdo, por la juventud de la víctima ¿qué motivo puede haber?, inexplicable por la dificultad de ejecución pero despiadado y magníficamente escenificado. Tanto que la escena del crimen es lo más parecido a una obra de arte. Plásticamente de una belleza impactante capaz de generar una amplia gama de sensaciones y despertar entusiasmo si se consiguiera erradicar el horror.

Belleza Roja es una novela policiaca en toda regla. Una más que adopta el estilo de la Golden Age británica, que tan bien ilustró Agatha Christie, y al crimen en habitación cerrada le da un plus de complicación al bañarla en sangre por lo que resulta prácticamente imposible que no haya pisadas.

El comisario Santi Abad y la joven policía Ana Barroso se enredarán en una investigación en la que no faltan secretos ancestrales; no en vano se trata de una de las familias más poderosas de Santiago de Compostela y Galicia por extensión.

A la dificultad en la ejecución y puesta en escena, sin contaminarse de manchas, se añade la de que las ausencias durante la cena no dan tiempo para el crimen ni la performance. Y es imposible una presencia desde el exterior.

Arantza Portabales
Arantza Portabales demuestra talento y conocimiento del género. A los tics de novela policiaca como son número pequeño de sospechosos con coartadas interjustificadas y crimen en habitación cerrada, le añade noir psicológico manifiesto en sentimientos de culpa y dolor por la pérdida y suspicacias y sospechas ante la innegable evidencia: una de las 6 personas es el asesino y necesitan la exculpación para aliviar la carga emocional que conlleva el no saber y el dudar de todo y todos.

Por último la salpimienta con intriga girando cuando nadie se lo espera, subiendo la tensión y desvelando aspectos, sentimientos, miedos, deseos, de cada cual que tanto los señala como los exculpa.

Y lo hace escribiendo en capítulos cortos, a dos voces, básicamente en tercera persona y menos en primera, la de Lía, la tía de la víctima que ira desgranando un pasado familiar que explica el cómo de la situación familiar actual, consiguiendo que la trama fluya, gracias a una prosa pulcramente microscópica hasta la resolución del caso al más puro estilo Poirot.

 

 

 

domingo, 16 de agosto de 2020

No cerramos en agosto de Eduard Palomares

Dándole vueltas a cómo escribir lo mismo de siempre, o sea noir, pero de forma distinta es como salen, a veces, curiosidades dignas de ser tenidas en cuenta. Querer destacar en un ámbito, desear afianzar presencia, demostrar que la falta de experiencia puede ser una buena oportunidad para actuar sin contaminación es el sueño de todo escritor novel y de todo becario con aspiraciones.

Jordi Viassolo necesita, y quien no a su edad, 25, y a otras, ganar dinero y en línea con sus estudios entra a trabajar como becario en una agencia de investigación barcelonesa que se anuncia con un nombre noir total y reminiscencias marlowianas: Private Eye.

Y este es uno de los muchos guiños sembrados en la novela. Una novela sin copiar, solo homenajear, recoge retazos de aquí y de allá, invita personajes de género, coge personas vinculadas al género como figurantes, y busca en casos reales para crear un noir más próximo, más propio de la Barceloneta que de New York.

Un noir que recorre Barcelona de arriba abajo y que recala en librerías, terrazas y bares de la mano de la generación millenial aunque sea con tutor.

Marina del Duque La Duquesa, la jefa, contrata a Jordi para que se ocupe de atender la agencia durante el verano para que los turnos de vacaciones no dejen el lugar vacío y den una falsa impresión de falta de seriedad a posibles clientes. Le pide, le encarga, le ordena que no dé ni un solo paso por su cuenta y que se limite a tomar los datos y que ya lo llamaremos.

Pero estamos en lo que se decía en el primer párrafo y es que Jordi es un becario con aspiraciones y no puede dejar de involucrarse en una investigación, ve su oportunidad de hacerse valer, que tiene como objetivo encontrar a una esposa desaparecida.

La novela luce el desparpajo que propicia la edad del protagonista y sus amigos con los que comparte vivencias y experiencias y aborda el tema policiaco con seriedad y desenfado a la vez. No pretende cargar el excesivo peso de un argumento comprometido en una espalda tan poco curtida y de ahí que toda la trama tenga el relajamiento más propio de una parodia que de una crítica social.

Si bien se permite cierto distanciamiento no se aleja de la obligación moral de toda novela negra y refleja ciertos desajustes sociales como contratos precarios, alquileres abusivos o especulación urbanística que una gran urbe como Barcelona, que parece descaradamente vendida al turismo, arrastra como una losa que amenaza con hundirla en ese mar que la acaricia desde tiempos inmemoriales.

Eduard Palomares pone luz al oficio de detective privado y lo despoja de esas sombras que le confieren aventura y romance para poner al descubierto la realidad de un sector profesional que carece del glamour mostrado en el cine negro que Hollywood exportó con éxito desde mediados de 1930.

Una novela juvenil, ligera y entretenida que, haciendo honor a su título, resulta adecuada para despachar en un par de tardes de agosto.