domingo, 13 de septiembre de 2020

Anómala de Jordi Catalán

¿Qué hacer si en lugar de soñar con angelitos o con ovejitas, se sueña con un asesino y la pesadilla se repite varias veces?

Magda, que es quien tiene esos sueños, ya sabe lo que significan. Parecen sueños por que los tiene mientras duerme pero en realidad son visiones; unas visiones en las que ella es espectadora y sufridora ante la imposibilidad de actuar aun estando presente en la escena.

Pero lo peor es que son sueños premonitorios. Magda ha contemplado horrorizada como un hombre asesinaba a una mujer y sabiendo que sucederá realmente en tres días contacta con Mario, su ex-pareja y subinspector de los Mossos d’Esquadra, para que se haga cargo oficialmente del caso e intente evitar el crimen.

La anomalía de Magda es un don y una maldición, y quienes la quieren saben que precisa comprensión y espacio. Magda es un buen producto pero con una tara.

El reencuentro con su ex trastorna a ambos, pero principalmente a Mario y por extensión a Astrid su actual pareja sentimental y al sargento Raúl Vela, su compañero en los asuntos policiales. Magda se encuentra en medio de un torbellino de emociones y sentimientos pero empecinada en centrarse en evitar el asesinato renuncia a ser cuidadosa: solo busca ser efectiva.


Jordi Catalán
ha sabido pulsar debidamente las teclas para conseguir una armonía musical que complazca a quien lea la partitura: argumento con deje paranormal, relaciones cuasi familiares de fuerte arraigo, relaciones amorosas con erotismo, sexo y pasión, personajes centrales carismáticos y un asesino de rasgos psicopáticos que busca el placer, que no obtiene en su normalidad, en el dolor ajeno.

Escribe con ligereza, de forma simple y consigue un resultado tan gráfico, que se visiona más que se lee.

Anómala es una novela negra que flirtea con el thriller. Una novela fácil, que aguanta bien la tensión y el ritmo que se autoimpone desde el primer momento y que hubiera podido imprimirle, de hecho hubiera sido deseable, una marcha más hacia el final. Tal vez en una próxima entrega ya que esto huele a serie y, por su gran comunicación visual, a serie televisiva.

jueves, 10 de septiembre de 2020

La chica de prácticas de V. Zihanka

La etiqueta chic-lit, literalmente literatura de chicas, la emplea el mercado para identificar las novelas escritas por escritoras, con protagonista femenina y dirigidas preferentemente a este público.

Y aunque no suele tener estantería propia en las librerías, habida cuenta de que estas suelen clasificar por géneros y la chic-lit toca tanto romántico, como fantasía, como histórico e incluso criminal, está omnipresente y suele dominar en la mesa de novedades.

Nada extraño si se tiene en cuenta que actualmente, en cuanto a ficción, es más que probable que se estén editando más libros escritos por mujeres que por hombres; que el público femenino es quien más y mejor lee y que sin ellas, sin vosotras, no existirían Clubes de Lectura ya que son, sois, por presencia, participación e implicación, sus más entusiastas valedoras y agradecidas contertulianas.

Lo único chocante, pero ya nos vamos resignando en espera de tiempos mejores donde la igualdad no sea solo una proclama, es a que se etiquete la obra por el mero hecho de ser escrita por una mujer o por dirigirse a un segmento concreto: la mitad de la población ¡ahí es nada!

La chica de prácticas, según esos principios editoriales, sería chic-lit criminal Generación Z (para quien tenga dudas: personas nacidas entre 1994 y 2010) habida cuenta de la edad y del enfoque vivencial de su protagonista (aunque, por edad, podría estar a caballo de la generación anterior: millenial).

Confirmando esta condición generacional, la novela presenta un vocabulario despreocupado, construcciones gramaticales simples con mucho verbo y poco adjetivo, poca literatura entendida como se entendía antes de que la comunicación por redes sociales cambiara normas y reglas y se desarrolla en muy pocas páginas; lo que vendría a ser lo que un pod-cast a un programa de radio, eso si literario.

La protagonista, una heroína a imitar para la vertiente más joven del ancho de banda al que la obra va destinada, resulta tan impertinente, egocéntrica, lanzada y liberada como irreverente, irrespetuosa, carente de humildad y permanentemente insatisfecha. Recuerda youtubers dispuestas a vivir su sueño fuera de la cámara pero con miedo por salir de ella.

¿Alguien de la Generación Z en la sala?

El desarrollo del caso criminal tiene un tratamiento ad-hoc por lo que no busquen sesudo procedimiento policial sino más bien un entorno donde desarrollar un experimento vivencial para quien sin saber lo que quiere de la vida si tiene claro que no quiere nada convencional mientras busca su encaje profesional y social, en una trama policiaca donde existe peligro de morir y un asesino cruento.

A caballo entre la literatura juvenil i adulta, como la protagonista, formando aún carácter y buscando su equilibrio psicoemocional, la novela presenta unas credenciales que su autora V. Zihanka deberá acreditar en próximas entregas de lo que se anuncia como una saga. A alguien en prácticas no se le va a exigir lo mismo que a alguien que ya se ha ganado el puesto.

jueves, 3 de septiembre de 2020

Idaho de Emily Ruskovich


La novela criminal en general, ya sea enigma, policíaca, negra o de cualquiera de sus subgéneros, precisa básicamente del asesinato para el desarrollo de su trama incidiendo en la psicología de sus personajes, la investigación, el descubrimiento del culpable y su, o no, detención.

Prima la detección, caza, acoso y derribo. Interesa más conocer el motivo, descubrir las pistas, el ensamblaje de piezas y la lucha de inteligencias entre los protagonistas representativos del bien y del mal.

En Idaho no hay nada de eso, sigue siendo no obstante una novela criminal pero su argumento se preocupa por las consecuencias del asesinato, por el vacío que queda entre los vivos, por la redención, la pena y el dolor, alejándose así de todo lo que conforman los típicos elementos de la novela negra.

El crimen es la causa y la novela el efecto; sin él no existiría ella, pero una vez fijado el punto de partida lo que interesa es el relato de sus derivadas ahondando en la intimidad de la vida privada y pública de sus personajes y en como afecta a su consecuente envejecimiento no privado de indeseables afecciones.

Todo pasó el día en que una familia unida y feliz, tanto como pueda ser posible en una familia, fue a recoger leña. Marcharon cuatro y solo regresaron dos, y luego solo la mitad se permitió intentar rehacer su vida, si es que eso es posible; mientras que la otra mitad permanecía sin poder de decisión.

Las secuelas de padecer un trauma de tal magnitud no son visibles a corto plazo ya que se camuflan con las muestras de desesperación, incredulidad y estupefacción que acompañan el dolor y la rabia por la pérdida, pero al final se manifiestan y no suelen ser amables ni con quien las sufre en primera persona ni con quien las padece en segunda instancia por estar cerca.

Terrible la angustia ante la posibilidad de perder la memoria y más terrible aún no poder dejar de recordar, evidencia la fragilidad de una mente dañada.

Las clases de piano son el contrapunto para encontrar un equilibrio que dista mucho de ser la solución pero que permite seguir avanzando hacia terreno desconocido. La redención a través de la fuerza del amor. Todo lo que antes era confortable se vuelve amenazador. Y la melancolía se apodera de todo, como las malas hierbas inundan un jardín descuidado.

Emily Ruskovich

Emily Ruskovich
ha hecho que los yoes subconscientes de sus protagonistas tomen las riendas de sus actos y sus diálogos. Ha permitido que los impulsos sean lo que explique las acciones; no hay razones: solo emociones.

La vida es un paisaje y esta novela lo describe usando palabras muy escogidas; con una prosa elegante, fluida y adecuada, como sonata de piano. Un paisaje mental creado con la voz de los pensamientos.

La autora, construye el relato saltando temporalmente adelante y atrás para permitir entender que el tiempo no es lineal y que ni tan solo la muerte es el final y para ofrecer distintas perspectivas desde las que admirar el paisaje.

No, no es una novela negra de las que inundan el mercado. No busquen eso, no lo van a encontrar. Está a las antípodas de los tópicos del género. Pero si van a notar ese mismo sabor amargo que conlleva todo crimen y más cuando no se justifica. Abandonen toda esperanza de saber más sobre el, solo van a conocer, sufrir, sentir, sus consecuencias.

Idaho es una novela que encierra capas de contenido, como hace la buena literatura.


domingo, 30 de agosto de 2020

Asesinato en la mansión de Fiona Grace

Asesinato en la mansión se promociona como “un misterio cozy de Lacey Doyle” y lo clava. Resulta una novela absolutamente cozy. Deliciosamente cozy como bollos de mantequilla recién horneados acompañados de una selección de sabrosas mermeladas caseras y té recién hecho, servido en una buena vajilla de porcelana decorada a mano en una mesa de jardín frente a un acantilado y el mar enfrente.

Para quien el término cozy no le resulte familiar les diré que se refiere a un subgénero dentro de la novela de misterio que encumbrara Agatha Christie  y en la que Miss Marple, sin imaginárselo, sería algo así como la predecesora.

Las novelas cozy pretenden centrarse en un misterio, generalmente asesinato y habitualmente cometido en un pueblo o entorno rural con pocos sospechosos, y resuelto por amateurs, preferentemente solo mujeres.

Sus argumentos son amables, acogedores y cómodos (si a un argumento se le puede calificar así y más habiendo crimen de por medio). Con nada o poca violencia; con romanticismo, cortesía (aunque vaya acompañada de un cuchillo entre los dientes), cotilleo y sobre todo con happy end.

O sea que sí, dentro del universo de la novela criminal, ustedes son de hard boiled o novela negra, incluso de thriller, probablemente deban mantenerse a distancia ya que encontrarían su degustación empalagosa. Si por el contrario son de novela de misterio, enigma, policiaca de ingenio y de domestic noir han encontrado su rincón cozy en esta amplia oferta de lectura.

Asesinato en la mansión, es un referente de la versión más suave del género. Entretiene, divierte, emociona, hace suspirar y la felicidad y fortuna que derrocha provoca la envidia y el deseo de dejar de ser lector para ser protagonista.

Lacey Doyle, la protagonista, es una neoyorkina experta en interiorismo que se acaba de divorciar y está dispuesta a dar a su vida la oportunidad de vivirla sin esas ataduras y convencionalismos que se van acoplando a lo largo de los años y se convierten en un pesado lastre.

Sin la comprensión ni el apoyo ni de su madre ni de su hermana decide, en un inspirador arrebato, realizar un viaje proustiano que la conduce a un pueblo inglés del que tiene el mejor y el peor recuerdo infantil: un regreso al pasado en busca del tiempo perdido.

Una vez allí descubrirá las bondades y las maldades que supone para una forastera, y extranjera además, vivir en un pueblo, inglés por más señas. El digo pero me callo británico frente a lo suelto alto y claro americano. Y todo puede empeorar si hay un asesinato de por medio y un posible romance en ciernes.

Fiona Grace, la autora tiene hasta cuatro series distintas compuestas de varias novelas cada una, todas cozy, que lamentablemente aún no están traducidas pero que pueden consultar en su página web https://fionagraceauthor.com/

martes, 25 de agosto de 2020

El nadador de Joakim Zander

El nadador es un thriller de espionaje
A los thrillers se les exige mucho, más que a cualquier novela negra, han de dar satisfacción a varios frentes: han de ser dinámicos, anticipar sin mostrar y con capacidad de quiebro a centímetros, personajes solidos con los pies bien puestos en el suelo, agradar, emocionar, sorprender y disparar pulsaciones en un final de infarto. Y todo eso a lo largo de muchos cientos de páginas; manteniendo el tipo sin decaer.

A los thrillers se les exige mucho y aunque bastantes aprueban, pocos con nota.

El nadador es alguien a quien le gusta nadar; alguien que nada y guarda la ropa; su oficio así lo exige. Es el protagonista primario, que no principal, de una trama de servicios secretos que empieza en un pasado y en un lugar cálido y con mucho desierto y termina en un presente y en otras coordenadas completamente distintas con mucho frío y nieve.

Cuando el pasado, en un operativo de campo, reaparece, o no ha desaparecido nunca, es porque el suceso, generalmente traumático, no se ha superado, no se ha pasado página y queda enquistado.

En esa situación un agente deja de ser fiable. Le pueden más los sentimientos de culpabilidad, impotencia, incapacidad, pena y tristeza; que la capacidad, entrenada, para mantenerse frío, metódico, capaz de calcular variables, opciones, en instantes y tomar decisiones.

Y eso es lo que diferencia seguir vivo de estar muerto. Y eso es lo que hace que un operativo, en lugar de dar vueltas por el mundo, sea la silla giratoria de una oficina lo único que mueva.

Pero el pasado siempre vuelve para cobrar su peaje y desaparecer y en esta ocasión abre una trama de espionaje internacional y conspiración en la que nadie se fía de nadie y bien que hacen y más con la CIA de por medio. Una maraña de personajes, a priori inconexos, que van a ir confluyendo para darle sentido y cohesión a un argumento que cumple aprobando pero sin nota.

Joakim Zander
El nadador tuvo buena acogida de crítica y público en su salida. Sin embargo acusa un ritmo desigual, que trasciende y se traslada a los personajes, algunos sobreexpuestos y otros con un perfil tan bajo que parecen solo destinados a cubrir el ruido ambiental y tanto unos como otros supeditados a la acción.

Joakim Zander escribe de forma directa pero arrítmica, sin florituras y con muchos diálogos; en la novela se penalizan los primeros compases, mejorando en el nudo y flaqueando en el desenlace.

Como thriller, cumple con mantener el interés y la tensión por encima de la media.