lunes, 26 de agosto de 2024

Proyecto Overmind de Daniel Sánchez Cantero

Si es usted una de esas personas que viven por el thriller y aún no ha decidido cual será su lectura inmediata, tiene en Proyecto Overmind una de esas que no exigen casi nada y a cambio le entretendrá lo suficiente como para olvidarse del calor que aun quiere permanecer con nosotros.

En la mexicana selva Lacandona, en la linde cercana a El Cruce, una imaginaria localidad, se ha encontrado el cuerpo de una chica con el cuerpo cubierto de sangre.

A la inspectora Valentina Vargas y a su compañero Sebastián Cruz, les correspondería, por jurisdicción, comandar el operativo de investigación, pero unos intereses muy por encima de su rango hacen que solo sean meros peones movidos por el FBI, la DEA y la CIA estadounidenses y el CNI mexicano.

A la joven herida, Nora Baker, inglesa, se la considera sospechosa del asesinato de 6 militares durante una huida de un laboratorio farmacéutico, ubicado, o mejor, escondido, en la selva, que parece pertenecer a una corporación con ramificaciones mundiales pues poco se sabe de su entramado jerárquico.

Pero como todo thriller que se precie, a la amalgama de siglas de organizaciones militares y políticas, se le añaden personajes de distinta tipología especialmente habilidosos y de diferente nacionalidad, constantes giros de guion para que la atención lectora no se disperse, y todo mezclado con experimentos de biotecnología e inteligencia artificial con intereses malsanos y finalidad poco ética.

Unos personajes arquetípicos protagonizan una trama conspiranoide en donde no faltan peleas, disparos, muertes y traiciones, relatados en capítulos cortos cada uno con su correspondiente final cliffhanger.

Proyecto Overmind es novela bestseller y nada a añadir. Sus apuntes médicos, tecnológicos y de política internacional son los justos para dar cierta verosimilitud al argumento; solo un compendio que sustente la trama y disimule las costuras.

Su autor, Daniel Sánchez Cantero, tiene prevista una novela más, enlazándola con la presente, con la que concluir su trilogía Proyecto. Así que ya saben: el final no siempre es el fin.

lunes, 22 de julio de 2024

La enfermera del Bellevue de Amanda Skenandore

El estudio de la enfermería en el Hospital Bellevue de la ciudad de New York, en 1883, es de acceso exclusivo para jóvenes de cierta condición social que asegure un mínimo de cultura y un máximo de respeto y educación, por eso es impensable que alguien que vive del robo y del pillaje y que además está en busca y captura por la policía pueda acceder.

Pero Una Kelly, que es ese alguien, lo consigue y con ello da un vuelco a su vida tan inesperado como impensable hace pocos días, pero es que en ello le va, literalmente, salvar su vida.

Pero en el hospital no solo tendrá que lidiar con unos estudios exigentes sino con unas instructoras y unos doctores que no toleran ningún atisbo de creatividad ni en los quehaceres ni en las conversaciones; aspectos difíciles de encajar para alguien que ha vivido en la calle y ha sustentado su supervivencia en la improvisación y la independencia.

Y, por si fuera poco, la posibilidad de que un asesino en serie callejero haya podido actuar dentro del Bellevue va a complicar aún más las cosas.

La enfermera del Bellevue es un poliédrico retrato de la diversidad social de la ajetreada vida neoyorkina de finales del siglo XIX que incluye una trama policiaca con un asesino en serie.

Amanda Skenandore relata fotográficamente esas calles llenas de inmundicia, esa falta de higiene y esas prácticas hospitalarias con medios precarios, donde verdaderas vocaciones se sobreponen al desánimo.

Lo hace con gran angular, casi ojo de pez, para que la imagen panorámica permita apreciar el todo, el ambiente y el bullicio y luego emplea macroobjetivo para acercarnos los detalles, lo que no deja de ser una visión espeluznante.

La autora ficciona una parte de la historia real para que sepamos que aunque la enfermería siempre se ha asociado con enfermeras, no fue fácil para la mujer acceder a esa profesión.


sábado, 13 de julio de 2024

El Club de las Damas Maleducadas de Alison Goodman

Las novelas criminales de época, ambientadas en pretérito, así como sus primas hermanas históricas, tienen que añadir a su trama principal una ambientación exhaustivamente veraz para hacer verosímil la anterior.

Y en este sentido El Club de las Damas Maleducadas es un ejemplo a seguir por otras obras que toman ese camino.

Reúne la esencia de las novelas folletinescas de la época en la que se desarrolla, con su equilibrada mezcla de romanticismo, aventuras, denuncia social y costumbrismo que la convierten en un sabroso te de media tarde con un inusitado bocadito de pepino con jengibre que le aporta acidez y picante.

Una novela clara y altamente feminista, Reivindicando la posición que a la mujer le corresponde, en cuanto a libertad de acción y toma de decisiones por iniciativa propia.

Así los casos que en esta obra se tratan, hacen clara alusión al enunciado anterior y en ellos la mujer es objeto, mercancía y deshecho. Y nada es inventado, aunque sea ficción. Y aun hoy hay que lamentar que ciertas culturas se postulen a favor de esa degradación femenina exaltando la autoridad masculina.

El crimen, el delito, no siempre ha tenido igual calificación y actos hoy punitivos e impensables han tenido sus días de presencia con aceptación social.

Por ejemplo, que un hermano pueda decidir sobre su hermana hasta el punto de poder encerrarla en un manicomio por considerar que su comportamiento pueda poner en evidencia la imagen social de la familia.

Y así a principios de 1800, albores del siglo XIX, en Inglaterra, durante la Regencia, una mujer, a ojos de la sociedad gobernada por los criterios de un heteropatriarcado rancio y sordo a cualquier sugerencia de cambio, era poco más que mal necesario.

Y si se supiera que dos hermanas mellizas, de momento solteras, aunque por edad no deberían según las costumbres sociales del momento, están resolviendo conflictos de una forma claramente ilegal, la horca sería una sentencia aplaudida.

Actuación ilegal a ojos del injusto sistema gobernante; pero racional y humanitaria vista con ojos de justicia social.

Alison Goodman vehiculiza mediante Lady Augusta y Lady Julia, las hermanas Colebrook, esa rebelión sorda, haciendo que ambas participen como detectives aficionadas de unas acciones que exigen resolución sin amedrentarse.

El resultado es una novela que va sorprendiendo a medida que avanza, con momentos de entretenimiento risueño ya que, igual que no hay tortilla sin romper huevos, no pueden haber acciones de brutalidad sin que las dos damas participantes imiten el comportamiento masculino, en sus gestos, charla, vestuario y juramentos incluidos.

Por eso Lady Augusta y Lady Julia sostienen que "... deberemos ser rebeldes, en ocasiones maleducadas y totalmente indomables"

El Club de las Damas Maleducadas muestra una precisa estructura detectivesca junto a una apuesta por la ruptura de las convenciones sociales de la época. Es una novela que seduce por su valentía transgresora.

Y lo mejor: es el inicio de una serie de la que pronto volveremos a tener noticias.

 

domingo, 7 de julio de 2024

Viaje a la oscuridad de Lou Berney

A Lou Berney lo conocimos en Carreteras de Otoño (reseñada en este blog) y descubrimos su capacidad para armar relatos a escala humana donde las personas tienen toda la importancia y la trama no es más que su circunstancia.

Y si esta era una suerte de road novel, con carreteras y caminos polvorientos, en la actual, Viaje a la oscuridad, también está presente el viaje, pero en este caso es el viaje interior que realiza el protagonista desde una vida anodina y sin expectativas claras hacia un crecimiento personal y un objetivo muy definido.

Hardy Hardly Reed tiene 21 años, vive solo, no tiene familia, salvo a Preston, un medio hermano de cuando coincidieron en una familia de acogida. Le gusta colocarse con marihuana, jugar a videojuegos y sobrevive gracias al mísero salario mínimo que cobra por hacer de actor en el pasaje del terror de un parque de atracciones que recrea el viejo oeste.

Una tarde, mientras hace cola en una dependencia judicial para solicitar el aplazamiento del pago de una multa de aparcamiento, se fija en dos críos, una niña y un niño que parecen hermanos y que están modosamente sentados en la sala de espera. Tan quietos que resulta impropio en niños de esa edad y tal vez por eso atrae su atención y su mirada que, sin querer, resbala por esos cuerpecitos para fijarse en unas marcas que identifica como quemaduras de cigarrillos.

Esa visión produce un chispazo neuronal y activa un mecanismo de protección que le conduce a tomar decisiones e iniciar acciones que unos minutos antes nunca hubiera imaginado.

Lou Berney relata con parsimonia para entender el proceso mental que realiza el protagonista para poder llevar a cabo ese viaje en el que se encuentra a si mismo lo que le permite identificarse con una misión en la vida.

Es una trama contenida en todo momento, pese al gran esfuerzo que supone no abrir compuertas, pero es el tiempo que necesita Hardly para asimilarse, a si mismo, en su nueva faceta personal. Por eso la lentitud en el avance de la historia describe ese ejercicio de crecimiento personal.

Los personajes secundarios, todos sin excepción, son pilares imprescindibles para levantar esta construcción que va a permanecer durante mucho tiempo en la mente del lector

Hay mucha belleza en tanta tragedia y mucha humanidad entre tanto individualismo. Es una novela desgarradora por la maldad impune y por los pocos medios de los servicios administrativos, pero esperanzadora a la vez ante la presencia de héroes anónimos capaces de actuar por conciencia.

Viaje a la oscuridad es tan estremecedora, tan negra, tan tierna, tan humana, que no puedo dejar de recomendarla.

lunes, 1 de julio de 2024

Se ha horneado un crimen de John Allison y Max Sarin

Estamos ante un cómic del género Whodunit, ya saben, esa trama policiaca donde conocemos los sospechosos y tenemos que descubrir quién ha cometido el crimen.

Un Whodunit que transcurre entre bambalinas de un reality show televisivo que premia la mejor creatividad pastelera.

Efectivamente, en el programa La Carpa de los Pasteles, el concurso de repostería más famoso del Reino Unido, se dan cita 12 concursantes y tienen que ir superando pruebas y semanas para alcanzar el premio final.

Pero nada más empezar uno de ellos cae envenenado y, la también concursante, Shauna Wickle, que se considera a sí misma una experimentada solucionadora de misterios, se ofrece a la dirección del programa para descubrir al culpable y evitar el fracaso del concurso.

Así entre recetas y pasteles y creatividad y apetito, va amasándose la trama de Se ha horneado un crimen. Un pastel que espera superar la cocción cogiendo volumen sin deshincharse.

La sintaxis del título recuerda demasiado a la serie televisiva Se ha escrito un crimen (el título original es bien distinto: The Great British Bump-Off) para no notar el parecido con el que la editorial ha pretendido activar nuestra cultura popular que aúna televisión y misterio criminal.

La historia es de corto recorrido argumental, ya que, lamentablemente, el guionista John Allison ni ha querido ampliar el número de víctimas ni rascar el maquillaje que esconde las miserias de este tipo de reality, y se ha quedado en la parte más anecdótica consiguiendo un relato repleto de humor, que demuestra ser su zona de confort.

Aún y así la trama refleja a la perfección las envidias y las estrategias de los concursantes, el punto estimulante y a la vez corrosivo de las entrevistas que va intercalando la presentadora y la superioridad moral que ejercen los miembros del jurado, que resultan sumamente desagradables, en lo que son los rasgos característicos de un reality televisivo para todo tipo de público.

Los personajes están suficientemente caracterizados de forma diferenciada para explotar al máximo el carácter de cada cual, que se refuerza con diálogos cortos de palabras pero largos de significado irónico.

El estilo cartoon, muy acorde al requerimiento televisivo de este tipo de concursos, en el dibujo de Max Sarin potencia las expresiones faciales y gestuales hasta un nivel de histrionismo aceptable y la paleta de colores planos y saturados, aunque demasiado corta, de Sammy Boras, consigue secuestrar la mirada para que no echemos en falta la, prácticamente, ausencia de decorados. Pero, si que hacen falta.

El resultado es un pastelito endulzado que leído entre lecturas más densas y tenebroso calado aporta frescura y divertimento. Además, a nadie le amarga un dulce.