viernes, 12 de abril de 2013

Tres novelas policíacas de Rafael Bernal

Bajo este pomposo título se encuentra en realidad un librito con tres cuentos breves; tres cuentitos de temática policial que encandilan por su candidez y por su edad: escritos en 1948; o sea, casi veinte años antes de la imprescindible El Complot Mongol (recuérdenlo aquí y en una época con pocos escritores decididos a desentrañar la construcción de una novela policial, como de alguna forma pretende el autor con estos cuentos.

Se diría por su extensión que es una obra menor, pero sin embargo resulta muy ilustrativa para entender la forma en que Rafael Bernal abordaría poco después la novela negra a partir de la novela policial.

En estos cuentos, Bernal plantea la resolución y análisis de los enigmas de la novela policíaca británica y ya lo hace empleando ese especial humor negro tan desarrollado en su magnífica novela El Complot Mongol, donde se ríe por no llorar, que es lo único que mantiene en pie a la sociedad de ese momento que esperaba mucho de la revolución y se siente defraudada por la lentitud con que parecen abordarse los cambios si es que lo son y si es que los hay.

En el primero de los tres cuentos, El extraño caso de Aloysius Hands, se lleva a cabo un minucioso análisis de deducción y observación, pilares de la labor detectivesca, ante una serie de asesinatos por envenenamiento sin aparente conexión ni razón, siendo los muertos habitantes todos de La Mesa, un pueblito de Texas. El descubrimiento del método empleado resulta determinante para llevar a cabo la identificación del asesino.

En el segundo, De muerte natural, el argumento gira en torno a una aparente muerte natural en un hospital, una variante del clásico caso de la habitación cerrada, que una mente inquieta ve como asesinato y una vez más es la curiosidad hermanada a la deducción la que resuelve el enigma.

El tercero y último, El heroico Don Serafín, ubica el asesinato en una universidad y el sospechoso, pese a tener todos los elementos en contra, podría no ser el asesino. Observar y deducir.

 
Estructuras todas ellas sencillas sobre las que construir un enigma, como un rompecabezas infantil, pero inteligentemente construidas y levantadas con el material del que está hecha la ironía y la capacidad para reírse del propio ridículo.

Resultan el aperitivo ideal para conocer al autor de El Complot Mongol. Tres novelas policiacas es una novela que se lee en menos que canta un gallo y sus giros lingüísticos autóctonos dejan ese sabor agridulce con regusto picante, cuando no abrasador, tan propio de la comida mejicana y que siempre ¿por qué será? da ganas de más.

Para acceder a la reseña de su gran novela El Complot Mongol pinche aquí.
Para saber más y mejor sobre Bernal pinche aquí.  

domingo, 7 de abril de 2013

El juego de las tres cartas de Marco Malvaldi

He aquí la segunda novela de la saga del Bar Lume con su propietario Massimo Viviani al frente, la atractiva camarera Tiziana y los entrometidos viejitos Aldo, Gino, Pilade y Ampelio (abuelo de Massimo) en el desbarajuste urbanístico que es el pueblo de Pineta compensado por el abrazo de un bellísimo mar azul.

Este rincón de la Italia costera y en concreto el Hotel Santa Bona es el elegido para celebrar el XII International Workshop on Macromolecular and Biomacromolecular Chemistry, así en extranjero y sin acrónimo, y junto con los ponentes y asistentes a los distintos seminarios, venidos de todo el mundo, con especial presencia japonesa, hace acto de presencia también, la muerte para llevarse a uno de los congresistas.

Es mayo, primavera lluviosa y de temperatura traidora, y el comisario Fusco, la suma de él y los dos agentes Turturro y Galán no hace tres, que no ha olvidado lo eficaz que puede ser Massimo como aliado en una investigación policial acude de nuevo en su busca para intentar aclarar el caso antes no finalicen las jornadas y vuelvan todos a sus respectivos países quedándose sin sospechosos y aún peor, sin culpable.

Marco Valvaldi confirma en esta novela que lo suyo es la literatura costumbrista, irónica, salpicada de notas inteligentes y pinceladas culturales y que la temática policial es una simple anécdota que despacha en unas pocas páginas, y le sirve para justificar su verdadera intención narrativa.

Confirma, porque algo así nos temíamos al terminar de leer la primera novela de la saga, La brisca de cinco (comentada aquí),
algo que no deseábamos comprobar ya que la idea de partida era original y fresca y el juego que podían dar los viejitos, de nuevo totalmente desaprovechados solo hay que leer su travesura en los museos, podría ser algo realmente grande.

En esta novela el argumento policial queda arrinconado para dejar paso a la biografía de Massimo, a sus pensamientos que no sentimientos, a su día a día, sus sinsabores cotidianos; echamos en falta su característica forma de servir a la clientela lo que no se le pide y también sus lances dialécticos con Tiziana.

Si en la primera saboreamos un antipasto, ligero, fresco y oloroso, esta se aproxima más a un plato de pasta sin salsa, denso, monocromático y ligeramente pasado de cocción. Aún y así se puede comer y degustar con media sonrisa de principio a fin.

Marco Valvaldi que buscara en los naipes inspiración y titulara su primera novela, La brisca de cinco, con el nombre de una variante de un entretenido juego de cartas ha continuado la tradición en esta segunda titulándola El juego de las tres cartas, en clara referencia al tramposo juego practicado por los trileros y que en tiempos de juventud practicara el viejo Aldo siendo camarero en un trasatlántico para buscar un poco de fortuna en los puertos.

El juego de las tres cartas o El monte de tres cartas, como se le conoce en ambientes mágicos es un juego que, sin ánimo de estafar sino para entretener y divertir, también interpretan los magos a menudo en sus actuaciones de magia de cerca donde se confirma aquello de que la mano es más rápida que la vista y que lo que ésta cree ver puede no ser cierto.

Los trileros suelen aparentar poca habilidad para parecer vulnerables: pero ojo! nunca apuesten; aunque puedan ganar un lance siempre van a acabar perdiendo.


Post scriptum: la reseña de la tercera novela de la serie titulada 'El rey de los juegos' ya está disponible aquí.

lunes, 1 de abril de 2013

Perdida de Gillian Flynn

Es esta una lectura gentileza de Mondadori, en edición anticipada como tester, a los que agradezco el detalle. Novela avalada por el éxito de ventas en su país de origen donde la joven autora Gillian Flynn no para de cosechar elogios.

Vaya por delante que no es una novela negra ni tampoco policial, aunque lo que en ella se cuenta precise de una investigación.

Narra las vicisitudes de una pareja de enamorados, Nick y Amy, en el momento en que su rutina de casados ya ha arruinado indefectiblemente su matrimonio, cuando los reproches se guardan dentro porque ni el mencionarlos libera. Cuando en lugar de construir futuro se destruye presente, cuando la convivencia se atraganta y provoca odio y rabia a partes iguales.

Y en ese punto, si uno de los dos cónyuges es frío y vengativo puede sobrevenir cualquier cosa. Cualquier cosa menos una lógica distanciación civilizada y es cuando se pone en marcha la transmutación del hogar feliz en el túnel del terror.

Y ahí es cuando esta novela rosa se metamorfosea en una novela de suspense aunque en la lectura, por pereza narrativa que deriva en meandros sin salida, no se llega a alcanzar la tensión que persigue; y si bien el giro argumental es bueno, lógico y necesario, no acierta a rematar con el final épatant que se espera del género.

La acción trascurre en North Carthage, Missouri, un remoto pueblo sin vida ni ilusión donde Nick intenta reencontrarse como propietario de un bar después de dejar New York; algo a lo que Amy no acaba de acostumbrarse.


La novela consta de tres partes y alterna capítulos de situación actual bajo el punto de vista de Nick con capítulos que son extracto del diario de Amy.

El ritmo narrativo presenta rodeos que por momentos distraen de la verdadera intención de lo que se estaba contando, aún y así la parte del diario escrito por Amy es la más convincente.

Los personajes mejor parados son los femeninos, tanto Amy la protagonista, como su madre Marybeth, como Go la hermana de Nick, Maureen la madre de ambos, Andie una amiga de Nick y como también la agente Boney, y otras, más secundarias, tienen a su favor que la escritora es mujer y que las sabe dotar de tics propios de su condición que las hace más creíbles y más protagonistas que sus homónimos masculinos.

Una pareja envuelta en una espiral de manipulación fruto del resentimiento. Desánimo y reproches. Podría ser cualquiera. Y eso es lo que hace a esta novela tan popular. Es una recreación de la frustración de muchos matrimonios: el sueño que se convierte en pesadilla; y ya se sabe que el dolor ajeno es un bálsamo para el propio.

Pronto en cines.

lunes, 25 de marzo de 2013

La Sombra del Kasha de Miyuki Miyabe

Burbuja inmobiliaria, burbuja económica, PIB, crédito, impagados, bancos, embargos, realidad social, mercado monetario, financiación, endeudamiento generacional, bancarrota... ¿les suenan estas palabras y su terrible significado: crisis?

En la década de los 80 la ciudadanía japonesa descubrió el pago a crédito gracias a, o por culpa de, la influencia americana. Y como niño ante una piscina se lanzó a un consumismo desenfrenado sin considerar que el agua podía estar helada y sufrir un corte de digestión. Dios o Buda o alguien proveerá, pensaron o ni eso y no hubo nadie que dirigiera aquel tráfico que, como no podía ser de otra manera, terminó con embotellamientos, los más afortunados, y estrepitosos choques, los más desgraciados.

Dinero de plástico sustituyendo papel moneda. El pago a crédito atrapa cual pegajosa tela de araña en donde el moverse en la dirección equivocada solo consigue enredar cada vez más. Es una enfermedad pandémica cuya afectación ataca irregularmente según la resistencia del consumidor infectado y como suele suceder con este tipo de males, acaba cebándose en los más débiles. En los que alargaron más el brazo que la manga.

Miles de personas contagiadas por este virus vieron como sus propiedades eran embargadas, sus bienes recuperados por los vendedores, su honor se arrastraba por los suelos y sus familias, amigos y compañeros de trabajo los empezaban a tratar como poco más que apestados. Dinero de plástico para sueños de papel. Una crisis personal que arrastra a toda una nación hacia una crisis financiera, que aún hoy están pagando. ¿Les suena el paralelismo?

El gobierno puso dique a esta riada antes no se viera con el agua al cuello y legisló para regular el futuro y legisló para cerrar el pasado: el ciudadano vería cancelada su deuda declarándose en bancarrota personal y a cambio su nombre registrado no le permitiría disponer nunca más de financiación. Los que habían vendido sin pedir garantías pagaban su ambición no cobrando lo que alegremente habían vendido; con el impago no reclamable.

La década de los 90 empezó a poner las cosas en su sitio. La lección fue aprendida. Lástima que no exportaran sus vivencias como hacen con su tecnología. Algunos países lo habríamos agradecido.

En La Sombra del Kasha, Miyuki Miyabe nos entretiene con una nueva novela negra japonesa, y ya saben que esto es como decir novela negra diferente. Utiliza como escenario esta gran crisis social, generacional y personal que ha sufrido Japón y escoge unos personajes para nada ajenos a esa situación para explicar sensaciones en clave de negro.

Shunsuke Honma es un inspector de policia de Tokio en excedencia convaleciente de un disparo en la rodilla, perdió a su mujer Chizuko hace tres años en un accidente de tránsito y vive con su hijo Makoto de diez y recibe ayuda doméstica de su vecino Tsuneo Isaka.

Jun Kurisaka, un familiar de grado inespecífico, acude en su ayuda para localizar a su amada Shoko Sekine que ha desaparecido en los días previos a la planificación de su boda.

Y Shunsuke medio obligado por el vínculo, medio obligado por su vocación y con tiempo para llenar accede a buscarla. Se inicia así un incansable ejercicio de seguimiento policial que lo lleva a descubrir que la joven no es quien dice ser  y que su pasado esconde muchos secretos y se dará cuenta que lo aparentemente sencillo puede llegar a ser tremendamente complicado. Que las personas pueden llegar a ser tan difícilmente rastreables como las operaciones de crédito varias veces subrogadas. Y que la vida se puede explicar en clave económica.

La autora transita por un Japón que ha visto como la ambición ha roto el saco, pasea al protagonista por diversas ciudades para explicar como todos los lugares por pequeños que sean, y no solo las grandes ciudades, se han visto devastadas por ese tsunami de los mercados financieros y utiliza el argumento como fábula de dolorosa moraleja.

Es el anuncio de la inminente aparición del kasha, ese espíritu maligno que se manifiesta en los velatorios con la intención de apropiarse de las almas de los cadáveres; solo los sonidos fuertes pueden conseguir alejarlo de ahí que esos actos sean sumamente ruidosos.

De ahí que en otras culturas, los ruidos se indignen en la calle, para que quienes gobiernan vean que nadie quiere que el kasha se quede con su alma, que a poco que nos descuidemos, será lo único que sea verdaderamente nuestro.

De Miyuki Miyabe se posteó El susurro del diablo (recuérdenlo aquí).

Post scriptum: pinchen para leer la reseña de otra de sus personalísimas novelas R.P.G Juego de rol

lunes, 18 de marzo de 2013

Cornelia Weber-Tejedor y Rosa Ribas

Novelas: Entre dos aguas; Con anuncio; En caída libre

Después de haber posteado la tercera y, hasta ahora, última novela publicada de la comisaria Weber-Tejedor titulada En caída libre (recuérdenla aquí ) quedaba pendiente reconocer los méritos de las dos anteriores de la misma serie.

Una serie policial con carácter y muy, muy digna que se ha ganado sobradamente su derecho a ser referente y cuya lectura se ha convertido en indispensable para cualquier lector de género que busque calidad.

Cornelia Weber-Tejedor (con un nombre que se escribe igual en castellano que en alemán) es la comisaria protagonista de esta serie; nacida alemana del matrimonio formado por la emigrante española Celsa Tejedor y Horst Weber (curiosamente Weber significa tejedor en español), y criada junto a su hermano Manuel y Estrella, la perra de la familia; mantiene una extraña relación de pareja con altibajos y se pirra por la empanada de zamburiñas y los episodios de los Simpson.

Rosa Ribas es una escritora responsable, rigurosa, precisa, que levanta una arquitectura argumental sin fisuras. Cuida sus creaciones hasta el punto incluso de mantener la tradicional manera de presentar cada capítulo poniéndole título. Buscar un título para cada uno es dedicar unos momentos a la reflexión y tomar conciencia de que no se fracciona un todo en porciones sin más, asignando un número y ala, sino identificando a cada una de ellas como un pequeño libro y demostrando respeto a los lectores que participan agradecidos de este gesto.

Mima a su vez a sus otras creaciones: los personajes, a los que insufla vida más allá de las páginas de la novela y permite creer que existen de verdad y que pueda ser fácil cruzarse en cualquier momento por la calle con Winfried Pfisterer, por ejemplo, el menudo doctor forense vienés escritor de poemas, tan mayor que su jubilación debería estar tan próxima que lamentaríamos no seguir escuchando sus acertados diagnósticos profesionales y sus acertadas reflexiones sobre la vida en general.

Rosa ha elegido su ciudad, Frankfurt, para hacer corretear a Cornelia, una Frankfurt descrita para ser reconocible sin caer en localismos excesivos. Y ha buscado ambientes tan dispares para sus casos como la colonia de residentes españoles, los interiores de una agencia de publicidad, las cuadrillas de limpieza de aviones en el aeropuerto internacional de la ciudad y se apunta que una próxima localización podría ser el mundo de la ópera.


La forma de escribir de Rosa es lo suficientemente austera como para parecer alemana, pero el remate cálido e irónico que fluye constantemente la asocia con el reflujo de las mareas mediterráneas. No cede al costumbrismo fácil de la confrontación ideológica que facilitaría jugar con las dos raíces familiares de Cornelia ni tampoco en la de confundir la cultura con el folclore. Y por todo ello resulta muy interesante a la par que muy amena.

Si antes de ahora no la conocían tiene un pase que no la hayan leído; después de ahora ya no tienen excusa.


Entre dos aguas

El cuerpo de un hombre de origen español, Marcelino Soto, es hallado en la base de un puente que cruza el Meno, que está presto a desbordarse y amenaza con una riada. La sospecha de muerte por ahogamiento se ve descartada ante la certeza de que se trata de un asesinato. La víctima uno de los tantos emigrantes que en las décadas de los 60 y 70 se instalaron en una Alemania que daba trabajo, es una figura ampliamente reconocida en la colonia española por sus negocios, sus ideales y su empuje, y su muerte causa enorme desazón e inquietud.

Cornelia, que junto con Reiner Fischer, el subcomisario con quien trabaja, anda cerrando un curioso caso de síndrome de Diógenes pero al revés, ve como por su condición de medio española le cae también este otro que la enfrentará a la realidad en la vida del emigrante y le revelará sentimientos y aspectos de sus orígenes familiares. Por si fuera poco, y obedeciendo a un evidente sentido de la realidad, en la que los casos delictivos no esperan turno y caen como y cuando quieren sin tener en cuenta la saturación de expedientes en las mesas policiales, otro caso, una desaparición, aparentemente de menor importancia pero de trascendental calado político viene a sumarse a la fiesta. Por suerte la incorporación de Leopold Muller como refuerzo al equipo permite distribuir de manera más eficiente el abundante trabajo.

Primera novela de la serie de la comisaria Cornelia Weber-Tejedor, con presentación de orígenes y personajes, que arranca con fuerza, yendo al grano y dejando las cosas claras desde el principio y mantiene el ritmo y el envite para comunicar de forma fehaciente que estos personajes han venido para quedarse. Rosa Ribas no solo escribe una novela negra sino que ahonda en la parte sociológica de como Frankfurt evoluciona en su multiculturalidad, buscando aún como sentirse cómoda en este nuevo escenario que viste todas las grandes ciudades europeas.

La habilidad de la escritora se manifiesta en los cruces de diversos y distintos casos que emplea para explicarnos como se desenvuelve Cornelia en cada situación y por tanto como es como persona y como profesional, sin tener que recurrir a largas descripciones.


Con anuncio


Cornelia, que junto a su equipo está investigando la desaparición de una joven prostituta, supuestamente asesinada, y cerrando otro caso conocido como el de las palomas recibe de su jefe Matthias Ockenfeld el encargo de investigar también una serie de amenazas anónimas que han recibido algunos ejecutivos de la agencia de publicidad Baumgard & Holder, que compite en la recta final de definición de una campaña orquestada por el Ayuntamiento para promover la ciudad como ejemplo de convivencia y de tolerancia. Cuando las amenazas se cobran una víctima la parte oscura de toda ciudad que la campaña publicitaria no muestra: organizaciones de extrema derecha, xenofobia, prostitución masculina y femenina, homofobia, emerge como flor de asfalto y le abre al caso otras vías de investigación.

Cornelia sufre, en su vida personal, de dudas y desavenencias conyugales, agravadas por una muerte en la familia, mientras en su vida profesional padece los desplantes de un compañero arisco aunque los sobrelleve con el antídoto que le produce una naciente e indeterminada sensación que se manifiesta con mariposas en el estomago.

Segunda novela con los mismos protagonistas y mejora evidente y notoria en el planteamiento, nudo y desenlace, al que Rosa Ribas se ciñe con soltura sin que le apriete el encorsetado. Mano de hierro alemana en guante de seda mediterráneo. Se nota en las descripciones, como en los diálogos, en las reflexiones sordas y en las imperfecciones humanas de sus personajes, lo que facilita la inmersión en la lectura y la fácil comprensión de la compleja cultura y forma de vida de una sociedad tan alejada de nuestras costumbres como es la alemana.

De nuevo Rosa Ribas presenta a Cornelia trabajando en casos simultáneos, de nuevo esa sensación de realidad, de que las personas somos tridimensionales y multitarea y con ello la evidencia de que somos alguien, que tenemos cosas que hacer, en casa y en el trabajo, y por tanto la vida de la comisaria es, ni más ni menos, tan complicada como la de cualquier otra persona y eso es precisamente lo que la hace tan creíble y humana, y es uno de los motivos por los que sus argumentos resultan cercanos: todos llevamos un personaje dentro pugnando por protagonizar cualquier novela. Todos somos un poco Cornelia Weber-Tejedor.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Sombras y luces de Jonathan Rabb

Es esta una novela oscura que transcurre en el Berlín de la convulsa época de entreguerras. Una novela oscura, porque oscura es la trama que, como se ve en la portada, solo está iluminada por los potentes focos cinematográficos de los estudios UFA y ya se sabe que la luz del cine es la mejor para crear sombras y para dejar a oscuras lo que no se quiere mostrar o para cegar a quien se propase.

En Berlín, y en toda Alemania en general, la gente se las ve y se las desea para salir adelante de la miseria heredada de la primera gran guerra (aún nadie sabe que habrá otra segunda) y por la dificultad de la economía para avanzar: malviven entre sombras

Mientras tanto, y como siempre y recurrente en todas las novelas de género, será porque son reflejo de la realidad,  los ricos disfrutan en su mundo de ilusiones de sus placeres y de las modas artísticas de las que muchos hablan y pocos entienden. El dinero es poder y quienes lo tienen brillan a la luz dorada de su reflejo mientras que a la sombra de esa misma luz tejen sus maquinaciones y en la oscuridad más completa corrompen tanto como necesitan.

 En Sombras y luces al detective Nikolai Hoffner, un personaje tan trabajado que se diría extraído de la realidad y encajado en la ficción, le toca investigar la muerte de un importante productor cinematográfico de la acaudalada familia Thyssen y pronto va a aprender que en el mundo del cine todo es mentira incluso las verdades. Aunque el aprendizaje le resulte caro.

Estamos en pleno auge del expresionismo del que esta novela pretende ser hija aunque el adn no la acompañe y pretenda un tratamiento serio y negro de lo que se puede ver y oir en el paso del cine mudo al sonoro. Una nueva, poderosa y gran industria está a punto de nacer y la repercusión económica es indudable.

Hay que dar primero por aquello de las dos veces, aunque dar signifique lo que significa en sentido figurado.

Jonathan Rabb, el autor, incorpora en el argumento a personajes reales de la época como Joseph Goebbels, Fritz Lang o Peter Lorre, en su contexto también real lo que le da verosimilitud y cuerpo a la trama, muy bien documentada y ambientada pero que a la postre resulta tan interesante como confusa e indigesta.

En el argumento las sombras predominan sobre las luces y no dejan ver claramente donde se pisa y la comprensión de la lectura acaba tropezando, reculando, dando traspiés y perdiéndose. Una pena.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Contra las cuerdas de Susana Hernández

El infierno está en la Tierra y el cielo, en ninguna parte

En las novelas de Susana Hernández la contundencia empieza ya en el título, si en la primera nos arrimábamos a Curvas peligrosas (comentada aquí)  en esta segunda nos lanza despiadadamente Contra las cuerdas.

Efectividad en la elección del título y efectividad en una novela en la que la escritura es ágil y directa, donde la habilidosa autora le cose a la gran capa negra, áspera y criminal del argumento un forro rojo de satén con destellos de sensualidad y sexualidad que levanta todo tipo de pasiones.

Un asesino y violador de escalofriante modus operandi y aparentemente contradictorio perfil, bautizado como ‘El violador del cuchillo’, jamonero por más señas, está moviéndose impunemente en Barcelona y el litoral tarragonés y su identificación y captura pasa, inevitablemente, de ser algo inherente al quehacer cotidiano de la policía a ser algo personal de las dos subinspectoras por la implicación emocional que les despierta sus crueles ataques.

La joven, impulsiva, grunge y con aún púberes hormonas descontroladas, Rebeca Santana y, la madura, insatisfecha, cariñosa, responsable y con deslices humanos tan necesarios como vitales, Miriam Vázquez, son las subinspectoras protagonistas de Curvas peligrosas  y ahora de Contra las cuerdas.

Ambas se consolidan en esta nueva entrega y sus personajes mejoran enriquecidos con nuevos matices, más humanizadas si cabe y más encajadas en el medio totalmente acorde con la trama, a su vez más compleja, más trabajada y mejor trenzada, donde el ritmo narrativo va subiendo la tensión sin necesidad de recurrir a fuegos de artificio.

Las historias personales de cada una, sumadas a las magníficas historias personales de cada uno de los otros protagonistas (la madre de Rebeca, su abuelo, Malena, pasión y amor todo en uno, Vero la hija de Miriam, Terim, algo más que un masajista, los compañeros de jefatura, la jefa interina Yolanda Barrios, un acosador anónimo, antiguos conocidos, las víctimas...) conforman un habilidoso relato donde las emociones y los sentimientos explotan como piñatas llenando de colores cada página, lo que la convierte en novela negra humanista.

Rebeca Santana desnuda su alma de mujer presa entre tanta contradicción de convicciones. Tan pronto se siente pequeña, como cuando toma un vaso de leche con Cola-Cao con galletas María y juega a películas con su abuelo, tan pronto perdida como cuando siente que para disfrutar del amor de su vida basta con alargar su mano sino fuera porque la siente cosida al costado por puntadas de orgullo; tan pronto enfurismada cuando descubre lo sucedido a su Heritage Classic; tan pronto desconcertada por la compleja evolución en la relación con su madre; tan pronto débil y vulnerable cuando sufre por sus amigas...

Este crisol de sentimientos se sucede a ritmo trepidante y entre mezclado como las diferentes situaciones de la novela que no dan ni un momento de respiro.

Susana Hernández convence con sus argumentos, con sus diálogos y sus notas de humor inteligente. Novela negra nuestra, mediterránea, fresca, de lo mejor del mercado, que está poniendo Contra las cuerdas, a las novelas congeladas que vienen del norte. Chiste fácil, lo acepto, pero es bueno porque es verdad.

La autora despide la novela cerrando algunas puertas y entornando otras, cegando algunas ventanas al bajar sus persianas y dejando el resto sin tan solo correr las cortinas. Está claro que ya sabe por donde va a evolucionar la serie y seguro que va a sorprendernos de nuevo muy pronto. Solo le pedimos que vigile con esos brotes best sellerianos que inevitablemente tientan a todo rosal y que un buen jardinero ha de podar sin mostrar ni la más mínima duda.

Susana Hernández ha estrenado nuevo blog dedicado a la novela negra hace poco. Aquí la encontrarán: Black Club

viernes, 1 de marzo de 2013

Sábado de Gloria de David Serafín

La novela transcurre en Madrid y en tiempo real desde el domingo de ramos 3 de abril hasta el viernes santo 8 de abril de 1977.

Durante la época llamada transición política: periodo comprendido entre la muerte de Franco y las primeras elecciones democráticas. Meses después del vil asesinato de unos abogados laboralistas en la conocida Matanza de Atocha.

Un día antes de la legalización, entre otros, del Partido Comunista de España.

En estos cinco días se decide no solo la resolución de un caso criminal sino tal vez algo más.

Una semana santa llena de sufrimiento y arrepentimiento como marcan los cánones.

El comisario de la Dirección General de Seguridad (DGS) Luis Bernal, un individuo de rutina aparentemente anodina y penoso matrimonio, va encontrarse con un caso en las manos que no solo va a poner en jaque su propia vida sino que va a ensombrecer el crecimiento político y social de una España que, recién muerto Franco, está desperezándose del coma inducido por las consignas del Movimiento e intenta adaptarse a los nuevos tiempos buscando a la vez el reconocimiento del mundo libre.

Es una época bien llamada de transición; donde el miedo todavía puede a la mayoría, donde grupos aparentemente incontrolados, pero bien conocidos y alentados por el poder establecido, destrozan librerías, ateneos y lugares de encuentro de intelectuales, despachos de sindicatos y golpean y acongojan a jóvenes estudiantes cuyo pecado es llevar el pelo largo o tocar una guitarra sentados en un parque. La transición fue una breve parada en el paraíso para matones y sicarios de la extrema derecha.

El comisario Luis Bernal es un policia honrado que persigue cumplir con su trabajo stricto sensu; es lo que en el argot de la DGS se conoce como un profesionalista o sea un policia de oficio frente a los conocidos como militaristas que no dejan de ser ex militares y adictos al anterior régimen que ocupan cargos para conseguir que con los cambios todo se mantenga igual.

Está cercano a los sesenta, rostro con cierto parecido al del fallecido dictador, sufre su vida de casado, con Eugenia, en silencio, tiene dos hijos Santiago y Diego y busca su realización como persona desayunando solo en el bar de Félix, escuchando Manon de Massenet, entre otras piezas de opera, y pasando tardes lúdicas en un piso que tiene alquilado de incógnito.

Y en estas estamos cuando le cae un caso del cielo. Bueno del cielo exactamente no, de un bloque de pisos.

Santos ha caído del balcón de su piso y junto a su cuerpo inerte y de ángulo imposible se hallan también sus dos zapatos. ¿Que suicida se tira con los zapatos en la mano? ¿o a que suicida se le caen los zapatos durante la caída?.

Quienes querrían cerrar el caso etiquetándolo de suicidio les ha salido un Bernal respondón que fiándose de sus instintos inicia una investigación, con su fiel equipo de profesionales integros, que demuestra lo acertado de la decisión y a la vez lo peligroso de la misma.

David Serafín, el autor, seudónimo empleado por el galés Ian Michael, busca a través de un caso criminal dar salida a la luz las oscuras turbulencias que tuvieron lugar en esa etapa de una España que tenía que dejar de ser un latifundio y lo hace cogiendo a una Madrid que retrata con cariño y conocimiento de causa sin caer en la nostalgia, solo retratando lugares y gentes como si fuera un reportaje para la posteridad.

Luís Bernal se convierte a nuestros ojos en un héroe anónimo, uno de tantos sin los que la transición hubiera naufragado y hoy quien sabe donde estaríamos.

Sábado de gloria es una buena novela negra. Léanla. Y luego hagan como yo, procúrense la siguiente de este comisario y de este autor, ya que por suerte hay toda una serie.

domingo, 24 de febrero de 2013

Cinco días de octubre de Jordi Sierra i Fabra


 En Cinco días de octubre de 1948, un año después de lo ocurrido en la anterior novela Siete días de Julio de 1947, nos encontramos al ex-inspector Miquel Mascarell Folch viviendo un sueño real: una nueva convivencia marital, sin papeles, pero en perfecta armonía y bajo el influjo de un amor verdadero.

Esta situación le hace feliz pero débil, pues ahora su pareja es su talón de Aquiles. De ahí que cuando Benigno Sáez se presente en su domicilio, el miedo a la pérdida de esta sensación recuperada, que no tanto a la pérdida de la propia vida, vuelve a aparecer reviviendo terribles y amargos recuerdos.

Benigno Sáez es un rico, poderoso, influyente, y por todo ello triplemente peligroso, hombre de negocios amparado por el nuevo régimen dictatorial, por si eso no fuera ya suficiente peligro. Le encarga a Miquel Mascarell, a quien conociera profesionalmente años atrás cuando este aún fuera inspector, la búsqueda y localización del lugar donde pueda estar enterrado, perdido en algún lugar de la gran Barcelona, su sobrino asesinado por un anarquista en la madrugada de la guerra.


La hermana de Benigno acaba de fallecer y le ha arrancado la promesa de que sus restos reposaran con los de su hijo, y Benigno Sáez es hombre de palabra por lo que tan inusual encargo recae en los frágiles hombros del viejo inspector republicano. Sin posibilidad de elección.

Es lunes, 11 de octubre de 1948, un día antes de la celebración de la Festividad de la Raza.

Han pasado nueve años desde el final de la guerra, eso que algunos aún se empeñan en seguir llamando contienda o cruzada, y esa España cerrada a todo y a todos, no reconocida por la diplomacia mundial, se ha convertido en el culo de Europa. Han pasado nueve años y parece no haber cambiado nada desde entonces, o en todo caso, para muchos, a peor.

El miedo sigue presente ante el desconocido que pregunta, ante la llamada a la puerta en horas intempestivas, ante una mirada escrutadora aunque sea desde el otro lado de la calle. Cada hogar ha vivido su propia tragedia y la guarda en el recogimiento y bajo el deseo de no revivirla.

Jamás.

Miquel Mascarell Folch, sesenta y cinco años cumplidos, es un testimonio vivo de la verdad en contraposición a la crónica de los vencedores escrita con la sangre de los vencidos, exacerbada y ensuciada de mentiras. Con su tenacidad y buen hacer inicia una investigación titubeante que pronto destapa intenciones ocultas y viles. Sabe que debe resolver este caso, que la vida de su pareja, a uno de cumplir los treinta, y la suya, y su felicidad y su futuro, dependen de ello. Y habla con Quimeta para que le de fuerzas y argumentos para no desfallecer.


Cárcel Modelo
Quimeta encarna su yo más lúcido, su asidero para adaptarse a este presente que no reconoce, para aceptar esa felicidad que cree no merecer, para no rebelarse a pecho descubierto a esa paz impuesta, a ese temor damocliano, para no ver esas fachadas grabadas a sangre y fuego con el yugo y las flechas y el rostro del generalísimo, a esas proclamas que anulan la individualidad.

El argumento rico en giros, desgrana con tensión el detalle de cada avance en la investigación, el trasfondo de la vida real. Las calles que han sido rebautizadas con soberbia con los nombres de los vencedores, deseosos de anular cualquier recuerdo que pueda encender un rescoldo, los cines que pasan glosas al dictador, los bares donde con dinero se come bien aunque haya racionamiento impuesto a la mayoría, pero exento para los partidarios del régimen.


En las calles solo hablan los franquistas, los militares y los curas, el resto susurra sin detener el paso. En las cárceles se hacinan los pensadores cuando antes solo había delincuentes. Y mientras entre los árboles de Collserola y del Tibidabo se reorganizan los maquis (pinchen aquí para conocer mejor este colectivo)  dispuestos a morir antes que doblegarse, los juicios sumarísimos siguen con sus descargas al alba.

La novela Cinco días de octubre (1948) cierra la trilogía original, iniciada con Cuatro días de enero (1939)  y seguida de Siete días de julio  (1947) ya comentadas anteriormente, a la que ya se va a sumar, afortunadamente, una cuarta entrega Dos días de mayo (1949), y lo hace con la brillantez con la que iniciara este recorrido por la memoria histórica. Esta memoria distorsionada en los libros de texto (¡que wertguenza!)


Aunque incomode el recuerdo, aunque duela, aunque siga provocando lagrimas, el conjunto de estas novelas no puede ser más redondo y alcanza por méritos propios, de calidad literaria y de tensión narrativa, el que se identifique como lectura de género imprescindible.

Jordi Sierra i Fabra ha novelado de forma magistral y en negro nuestra historia más negra. No pueden dejar de leerlas.


Post Scriptum: reseñas de la serie Inspector Mascarell en este blog

1. Cuatro días de enero
2. Siete días de julio
3. Cinco días de octubre
4. Dos días de mayo

5. Seis días de diciembre


lunes, 18 de febrero de 2013

Siete días de julio de Jordi Sierra i Fabra



En Siete días de julio de 1947, Miquel Mascarell Folch, el que fuera inspector de policia en tiempos del Gobierno de la República, regresa a Barcelona indultado después de trabajar en el panteón faraónico del Valle de los Caídos para rescindir su causa penal, afortunada convalidación de la pena de muerte que se dictara en su juicio.

Es domingo 20 de julio y al pisar la Estación de Francia se siente como un niño por recobrar aquel pasado que es lo único que lo ata a la vida. A una nueva vida con la que tendrá que aprender a convivir. Como si hubiera vuelto de un coma, pero sin la gracia del olvido. Adaptarse a otro ritmo, a una ciudad que es la suya pero que no le reconoce a él como propio.


Han pasado ocho años y medio, ha cumplido sesenta y tres, durante los que despertar cada día era una bendición y un castigo. Una ilusión y un miedo. Pero por suerte tiene a Quimeta, omnipresente en cada segundo, suerte de su optimismo y de su capacidad de insuflar aliento. Por ella y por todo lo arrebatado vale la pena seguir vivo solo para poder seguir luchando y suponer que su hermano si consiguió la libertad en el exilio.

Tiempos de cartilla de racionamiento, de estraperlo, de picaresca, de comulgar con ruedas de molino. Tiempos de hablar en catalán en casa, en familia, a oscuras y en susurros: no hablar en cristiano es uno de los peores insultos al esfuerzo del Generalísimo por normalizar Catalunya.

Miquel Mascarell Folch se instala en la humilde pero limpia Pensión Rosa de la Calle Hospital, una travesía de Las Ramblas, en una habitación que da a la calle, la número 9, su nuevo hogar.

En su reconocimiento de la ciudad observa como ésta, aún cautiva conserva su dignidad; como sus habitantes. Y se sorprende de como esos Topolinos se han adueñado del asfalto. Y como han vestido la prensa con nuevos trajes, así  La Vanguardia, antes Diario al servicio de la democracia, ahora es La Vanguardia Española.

Y cumple con sus formalidades de preso reinsertado: con las dictaduras no hay dialogo posible y cualquier osadía se paga carísima. Pero aún y así, ese punto de honor que se logra sustraer a tanta barbarie, impele a Miquel a que juegue sus cartas bajo mano y que se lance a resolver un caso que sin saber donde lo conducirá deduce que lo pondrá en situación de enjuiciamiento criminal a poco que alguien lo descubra.

Supone que una ocupación le entretendrá y le dará un aire ocupado a su deambular callejero, suficiente para engañar la aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes: sueltan a los presos republicanos, luego nadie les da trabajo, por su edad y su condición, y los vuelven a detener; el juego del gato y el ratón, hasta que al gato se le va la mano y el ratón pierde el juego.

Cuando a sus manos llega un sobre que contiene la foto de una preciosa joven, un fajo abundante de dinero, un nombre: Parador del Hidalgo, y un reto “¿Quiere volver a sentirse policía?”, bastan y sobran para despertar ese prurito de quien fuera uno de los mejores investigadores de Barcelona.

Y el revivido inspector Mascarell, pone en marcha sus habilidades y sus virtudes para darle sentido a este caso en el que una agradable sorpresa es toparse de nuevo con Patro Quintana. La trama policial ha lanzado sus redes y acaba pescando. Aunque tal vez no sea la pieza prevista, no hay duda de que es una buena pieza.

Si Jordi Sierra i Fabra, el autor de esta magnífica serie, nos dejaba en Cuatro días de enero
de 1939 con un ay en el corazón y con lágrimas de tristeza, de solidaridad, de rabia y de impotencia, pero con ganas de más de leer más y de saber más, Siete días de julio de 1947 colma esas ansias y concluye con un halo de esperanza quizás por que los lectores de ahora sabemos algo que no sabían entonces: que incluso lo malo también se acaba, aunque se tarden unas decenas de años y que en nuestra memoria nunca los olvidaremos.

Ahora a por la tercera. Sin dudarlo.


Post Scriptum: reseñas de la serie Inspector Mascarell en este blog

1. Cuatro días de enero
2. Siete días de julio
3. Cinco días de octubre
4. Dos días de mayo
5. Seis días de diciembre


martes, 12 de febrero de 2013

La cocina del infierno


La cocina del infierno (Hells’ kitchen) es un cómic que usa las vivencias del joven Anthony Poucet locamente enamorado de Anne como larga línea argumental para explayarse en el mercadeo ilegal, la ley seca, la trata de mujeres, la corrupción política y policial y la lucha de clanes mafiosos para obtener el poder y el control en una New York y una América en crecimiento económico y por extensión, en posicionamiento mundial. Romanticismo en medio del más absoluto desprecio por los ideales.

Estamos en 1931 y mientras los rascacielos de Manhattan apuntan cada vez más alto, hacia el cielo puro y azul símbolo de gloria, generando riqueza a los habilidosos negociantes, los bajos fondos caen aún más bajo si cabe con sus turbios negocios como oscuros e insanos son sus lugares de encuentro y mercadeo.


Hell’s kitchen (la cocina del infierno) es el barrio más peor de Manhattan. En el midtown, voreando al río Hudson (en el mapa es el recuadro azul cielo a la izquierda).

Si en el infierno se pasa mal imagínense lo que debe ser estar en su cocina.

Es el feudo de los pelirrojos irlandeses, los patricios, en oposición a Little Italy, con los macarroni traficantes de armas y alcohol y Chinatown con los chop swey proveedores de todo tipo de estupefacientes y prostitución.

Estamos en plena época gangster, en la época en que sicarios a sueldo liquidan sus encargos a balazos, en la época en que muchos policías miran hacia otro lado y en la que los dirigentes de estamentos públicos han sido comprados a base de explotar y satisfacer sus oscuras debilidades humanas.

Todo atado y bien atado hasta que un asesinato involuntario y gratuito en una panadería de una honrada familia italiana lo desata todo y actúa de acelerante para que el fuego salte de la cocina a la calle y se propague con enorme virulencia dejando atrás New York para llegar hasta la mismísima Chicago, capital industrial por excelencia.

Hard boiled repleto de personajes carismáticos como el Ogro, 2B, el Sastre, Capone, Big B, el Gato, Elliot Ness y sus Intocables, fantasía y realidad, imaginación e historia para dar credibilidad al argumento del guionista Damien Marie.

El dibujo es de Karl T. de factura europea, sin ser línea clara, es limpio y conciso, no cambia prácticamente de plano pero da respuesta a las exigencias del guión, aunque se agradecería más creatividad, mayor expresividad. Aúnque cuida muy bien la ambientación, el vestuario, los vehículos y las armas que son los elementos cruciales para dar realismo a la historia.


El color a cargo de Jocelyne Charrance y Dameex insiste en los tonos neutros con predominio de grises, sepias y amarillentos, que dan bien con el rojo de la sangre, para situar la época en perfecto contexto de evolución fotográfica, consiguiendo un resultado comedido dentro de su corrección.

Nada en este cómic destaca para encumbrarlo como un álbum top pero tiene en si la armonía y el ritmo narrativo preciso de la literatura pulp para que su lectura no decaiga en ningún momento.

Su argumento explica perfectamente las tensas relaciones entre los distintos emigrantes recién llegados a la América de la esperanza y sus sueños de grandeza. No estamos pues ante una historia original, sino ante una nueva recreación de aquellos años en que la ley del más rápido y del más fuerte del oeste se instaló en las urbes del este.

El resultado evoca momentos dejà vu en la pantalla ya que es difícil sustraerse a una época contada mil veces en el cine (de hecho, en un guiño cinematográfico, toman prestado el rostro de Kevin Costner para Elliot Ness).

En cualquier caso el entretenimiento está servido, esta vez sin salir de la cocina.

 

martes, 5 de febrero de 2013

El pasadizo del deseo de Dominique Sylvain

Es la primera de cuatro novelas, entre otras muchas escritas por Dominique Sylvain, protagonizadas por una pareja que recordarían, por lo físico y en coloquial, al Gordo y el Flaco, pero en femenino, si no fuera por que los actores encarnan a dos papanatas y en cambio Lola Jost e Ingrid Diesel encarnan dos mujeres de gran carácter y mayor determinación.

Lola es una ex-comisaria de policia, cercana a la jubilación, apartada voluntariamente del cuerpo por una reciente y triste experiencia y que entretiene su tiempo haciendo puzzles, ahora está con uno de la Capilla Sixtina, y saboreando buenos vinos, franceses. Es de estatura inferior a la media y, en la misma proporción, de cintura superior a la media. Reflexiva y en según que un poco rígida. Es irónica hasta el sarcasmo y es inteligente hasta la brillantez. Es independiente.

Ingrid es una masajista con ribetes fisioterapéuticos que se reserva el derecho de admisión, lleva doble vida y como buena americana no rechaza ninguna ocasión de salvar al mundo, aunque lo represente una sola persona. Pelo corto, rubia, blanca como la leche, atlética, musculosa, atractiva, activa y precipitada como para dejar en ridículo su apellido aunque demuestra tener suficiente mano izquierda como para manejarse en situaciones complicadas. Es independiente.

La diferencia de nacionalidad, de cultura, de concepto vital, de atractivo físico, de forma física, de silueta y de edad, la primera casi dobla la segunda, permite reflexiones a dos voces muy distintas sobre cualquier tema que surja y aporta, como no, momentos de comicidad: ya lo decíamos, Oliver Hardy y Stan Laurel.

Pero también aporta momentos intensos en dos formas de ver el mundo, de ver la vida, de entenderla, de disfrutarla. Reflexiones encadenadas a sucesos, conllevadas por sus propias realidades.

La novela es un logro de imaginación que resbala por el filo de la navaja del género negro convencional, algo al que ya nos tienen acostumbrados la última hornada de autoría francesa, y nos gusta por la sensación de libertad en que se traducen sus historias. Y por su inclinación a lo bon vivant.


El pasadizo del deseo es el título de la novela y a su vez un pasaje parisino y también una alegoría de por donde va la novela ya que el camino para la obtención del deseo facilmente accesible no es.

La trama empieza a partir de una serie de atracos por el método del alunizaje, prosigue con un asesinato con posible connotación ritual y continua identificando a alguien cercano a ambas protagonistas, pero por distinto motivo, como sospechoso del crimen, lo que propicia la curiosa alianza entre Lola e Ingrid para descubrir al verdadero culpable.

Y todo aderezado con la realidad circundante: pequeños restaurantes caseros, gente humilde y agradecida, jovenes chaperos, camellos confidentes, frikis del gore, frikis del manga, strippers... en donde cada cual y cada quien tiene su papel.

Dominique Sylvain nos hace bailar al son de su música, aspecto por cierto muy cuidado en toda la novela, absolutamente ecléctico y que debería tener su CD de BSO con la novela.

Agradable ir oyendo las canciones a medida que las oyen los protagonistas y tener en la mano libre la copa medio llena del buen Borgoña elegido por Lola.

Lectura altamente recomendable. A por las siguientes.

Post Scriptum: la reseña de la segunda novela de la saga, La hija del samurái, aquí en este blog.

viernes, 1 de febrero de 2013

El dulce veneno del jazz de Charlotte Carter

No estamos ante una novela; bueno si, pero no. Estamos ante un generoso y sentido, pero pueril, homenaje hacia ese genio del piano llamado Thelonious Monk. Puro jazz. Poca broma.

 

Y ya está. Poco más que explicar.

Nanette, 28 años, 1,78 de altura, negra, pelo corto, malvive, en Gramercy Parle, primera avenida entre las calles 17 y 18, de traducciones de francés (eso dice aunque durante la novela no hace ninguna) y de lo que saca de mal tocar el saxo en la calle. Y de las facturas se encarga un medio novio con el que pasa más tiempo peleada que encamada.

Un día, al finalizar su momento musical lista para la recogida conoce a otro músico callejero, Sig, con el que empatiza y al que deja acompañarla a su apartamento. Es el inicio de un encadenamiento de sucesos y asesinatos en donde van apareciendo personajes y en donde muy pocos son lo que parecen.

El dulce veneno del jazz como novela se queda corta y como homenaje también ya que se reduce a titular cada uno de los capítulos con nombres de piezas del gran Monk y a citar entre textos otros títulos y otros grandes músicos, Parker, Webster, Rollins, Miles, Coltrane, sobradamente conocidos por lo que tampoco descubre los menos mediáticos, ni entresijos del mundillo ni aporta información que no esté al alcance de cualquiera sin que tenga que ser ni tan siquiera simple aficionado.


 
Para los más avezados, he ahí los títulos de los capítulos y por ende nombres de míticas piezas con Thelonious Monk como avalista:

I mean you, In walked bug, Nutty, Rhythm-a-ning, Little Rootie Tootie, Misterious, Trinkle tingle, Criss-Cross, Blue Monk, Epistropby, Straight no Chaser, Monk’s dream, Friday the 13rh, Round Mignigth, Reflections y These foolish things.

Excelente música. Pero ¿no era esto una novela?

Charlotte Carter, la autora, intenta, tal vez, decir mucho pero no se le acaba de entender, presenta un argumento que suena descompensado, ofrece demasiada cancha a las reflexiones de la protagonista, que mejor encajarían en una novela para adolescentes, que desvían la atención y rebajan la tensión, pocos diálogos que resultan flojos para el avance de la trama y ni lo que cuenta ni el modo en como lo hace consigue atrapar la atención más que en unos pocos pasajes de vez en cuando.

Eso si, sirve para darse un garbeo virtual por Manhattan y para que apetezca oír jazz que es uno de los mejores sonidos que se puede disfrutar. Pero déjense aconsejar por alguien que entienda: el jazz es un mar de aguas profundas y muchas corrientes, tan pronto en calma como encrespado, tan pronto azul como negro.