miércoles, 3 de noviembre de 2010

Otros rastros

De entusiastas innovadores, o de críticos renovadores del género interrobang, o de iluminados pasados de vueltas, o de divos ávidos de efímera fama, o simplemente impulsadas por originales estrategias de marketing, salen periódicamente novelas que pretenden desmarcarse de sus vecinas de escaparate y de estantes de librería.

El insomnio es un magnífico estimulante para generar nuevas líneas temáticas. Si no ¿cómo explicar la floración de ambientes y personajes, hasta ahora prohibidos, dentro de los parterres que han encauzado tradicionalmente los desarrollos de los argumentos del género?.

Y no es malo; en absoluto. No hay que tener miedo en pisar fuera del sendero. En dejar otros rastros, otras huellas.

Siempre ha habido experimentos, y que no decaiga por favor: la evolución depende de ellos.
Tema para debate es si todos deben ver la luz en forma impresa. Pero es bien sabido que los gustos son como los perineos y que cada uno tiene el suyo por lo que mostremos debido respeto también a estas extravagancias, todo autor tiene su coranzoncito y escribir nunca ha sido fácil, y disfrutemos en la medida que sea posible de sus propuestas.

Y para muestra un mordisco, pruébenlo y sorpréndase que a lo mejor repiten.

En "Ya estamos muertos" de Charlie Huston, el prota es un detective privado vampiro, con un código de honor tan sui generis como el de sus homólogos humanos y que le sirve para llevarse tantos disgustos como ellos, y es que esto es lo que conlleva el oficio.
Su mueble bar, en este caso nevera, no alberga bourbon ni whiskie, sino bolsas repletas de sabroso plasma sanguíneo, ya que ir sirviendose directamente de los humanos está mal visto entre los suyos y uno no sabe nunca que enfermedad puede pillar.
En "Anonymus Rex" de Eric García nos encontramos con que el detective es un dinosaurio, un velociraptor para ser más exactos (la sombre de papá Crichton es alargada) y acaban de contratarlo para resolver el caso de un incendio en un club nocturno, que no es sino la punta del iceberg de algo más siniestro y que tiene que ver con la muerte del que fuera su socio. Y es que los grandes reptiles nunca se extinguieron, solo lo simularon para adaptarse a los nuevos tiempos y aún están entre nosotros.
Vincent Rubio, el raptor, opera en Los Ángeles y su adicción, ¡oh sopresa! es la albahaca...

Un pastor yace en el suelo clavado a una pala, sus ovejas saben que su muerte no ha sido natural ya que las palas no son ninguna enfermedad y también que el culpable no es un lobo ya que ni los más astutos son capaces de clavar palas en los cuerpos de sus víctimas, por lo que se impone la celebración de un consejo con el objetivo de repartir tareas para aclarar el suceso.
Así las ovejas deciden descubrir al asesino de su pastor, bueno donde los haya, y vengar su muerte.
"Las ovejas de Glennkill" de Leonie Swann. No hace falta decir nada más.

"Tormenta" de Jim Butcher nos presenta a Harry Dresden un mago, de verdad, no muy poderoso todo hay que decirlo pero que pone toda su voluntad en ayudar a la policía de Chicago, a través de su enlace la teniente Karrin Murphy, siempre que en la investigación surge algún elemento sobrenatural. En su camino se cruzan descerebrados de todas las especies habidas y por haber.
"Cuando nadie pueda ayudarte, llámame. Estoy en la guía".

 Ustedes también los pueden disfrutrar. Decídanse y ya me contarán.

1 comentario:

  1. me encanta tu blog, pero me sabe a poco.
    Cuando me levanto y enciendo el portatil me encantarí leete con un té tostadas con aceite presado en frio , flor de sal y un kiwi oro.
    Bueno, me resignaré.La castidad tiene su precio.
    María

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