viernes, 20 de abril de 2012

El mensaje que llegó en una botella

Nada es casualidad, todo está escrito en el Génesis. Los caminos del señor son inescrutables. Dios escribe recto con renglones torcidos. A Dios rogando y con el mazo dando. Dios castiga y no da voces. Vivir a la sombra del señor tiene su precio.

Cienciología, Iglesia Madre, Testigos de Jehová, Iglesia de Glorificación, Casa de Cristo... la oferta de congregaciones religiosas, sectas, comunidades, es tan amplia como para surtir los estantes de la sección confesional de cualquier hipermercado.

Todas pugnan por atribuirse ser la confesión veraz, la única, el camino directo hacia la salvación eterna. Todas aseguran, como el mejor detergente, limpiar los pecados, incluso los más vergonzosos y dejar el alma inmaculada.

Los pequeños, los jóvenes, de mente despierta y aún no alienada son los más proclives a necesitar enderezamiento. La ropa sucia se lava en casa y no solo con jabón, también se usan las penitencias, los ayunos y los golpes con la mano, el puño y con cinturón. O se reconduce al cordero descarriado o se le repudia para siempre del rebaño.

Ese ensimismamiento corporativista no deja que salga al exterior lo que sucede en el interior de la congregación y así la criminalidad no se denuncia y esta novela tiene su razón de ser.

En El mensaje que llegó en una botella hay eso y más envuelto en novela negra. Hay evidencia de que una mente maleada o un cuerpo vejado siempre recuerdan y que el modo de exorcizar su sufrimiento, generalmente es en el sufrimiento de otros. Para sus protagonistas las apariencias pesan más que las verdades.

Nos adentramos de nuevo en esa Dinamarca que tiene poco de Sirenita de Copenhague y mucho de rural y cerrajón de mente. Su autor Jussi Adler-Olsen nos presenta un mundo alejado de los cuentos de Andersen; un mundo donde al mal no se le combate aludiendo a la bondad ya que esa palabra no existe en su vocabulario.

Todo empieza con un mensaje, escrito con sangre, encontrado en una botella. Un objeto recuperado del mar por la policía escocesa que tiene todas las trazas de contener un acto criminal relacionado con Dinamarca por lo que lo envían al Departamento Q de las fuerzas policiales de este país para que prosigan la investigación.

Descifrar el texto resulta un complejo rompecabezas que atrapa las mentes inquietas de los componentes del Departamento, iconoclastas donde los haya, y entre el trabajo acumulado en otros casos encuentran el tiempo suficiente para dedicarle su atención.

La novela transcurre como agua de fiordos con remansos que cuando ve los rápidos al fondo empieza a coger velocidad y ya no hay quien la pare. Resulta imprevisible saber cuando cambiará la corriente del mismo modo que no sabemos hacia donde nos conducirá el argumento.

Es una novela que ofrece al lector ir siempre un paso por delante de la investigación de la mano del asesino con lo que resulta una lectura taquicardica y apasionante: hay que bailarla a ritmo de thriller.

El autor, con un dominio absoluto de la colocación de la cámara, nos ofrece el privilegio de ponernos en el punto de vista criminal, en el de víctima y en el de investigador lo que psicológicamente resulta muy estimulante para entender el modo de pensar y el comportamiento de cada cual.

Es la tercera novela; el tercer caso con el mismo equipo. Carl, Assad y Rose y a ratos Yrsa son el equipo perfecto para no aburrirse. Tres caracteres, tres formas de vida, tres comportamientos tan dispares trabajando juntos, pero teniendo clara su función en el cuerpo de policía al que se entregan en cuerpo y alma.

Sus puyas, su humor, su ironía, presentes en todos sus casos por espeluznantes que sean, resaltan ante la insensibilidad del asesino como una mancha amarilla sobre alquitrán. Como la luz al final de un túnel, negro como el alma del perseguido.

2 comentarios:

  1. Tal como lo recomiendas me lo pillaré para echarle un ojo.

    ¡Un abrazo!

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    1. Nos interesará tu opinión cuando la leas.
      Gracias de nuevo por pasarte por aquí.

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