Las modas son efímeras y duran lo que duran. Y mientras están en el candelabro todos los que pueden intentan sacar tajada que no se sabe que traerá el mañana y mejor toma el dinero y corre.
Me quejaba en un post bastante anterior pero más vigente que cuando lo escribí, Cuando llueve diluvia, de que ahora, no solo todo hijo de vecino escribe, sino que además publica novela negra. Estamos empachados de tanta oferta, tanto donde elegir, las fajas promocionales siempre afirman que estamos ante lo mejor de lo mejor, puro márketing, y claro, no siempre se acierta y con los precios en que se nos pondrá la cultura ya mismo...
¿Rústica, 22 € de promedio o bolsillo, diez, doce euros menos? ¿Tapa dura o tapa blanda?
Hay quienes tiempo ha, optaron por ir de tapas y leer de prestado que por suerte las bibliotecas aún resisten, aunque que por como lo hacen, caída de subvenciones y sitiadas por el libro electrónico, cada vez más se parecen al poblado de Asterix pero sin poción mágica que garantice su perpetuidad. Incluso las hay, como La Bòbila, dedicadas al género negro y al género interrobang en su totalidad.
Lo comentábamos en este post Librería Negra y Criminal dedicado a unos supervivientes que a diario se enfrentan al maltrato que supone tener enfrente a los grandes siendo pequeño, y que esperan a septiembre para abrir de nuevo sus puertas con la agravante subida del IVA para todo lo que suene a cultura.
Estamos gobernados por unos dirigentes bajo el síndrome Goebbels, ya saben ‘cuando oigo la palabra cultura saco el revólver’. Mucho mejor nos iría si al escuchar la palabra revólver desenfundásemos la cultura.
Y si las editoriales, agentes y representantes persiguen a sus firmas consagradas para que escriban en negro, aunque solo sea por el color de la tinta, los demás agentes de otras artes no se quedan a la zaga y hasta una consagrada Beyoncé Knowles se presta al juego. Claro que también puede ser porque le gusta el género negro o lo negro, que aunque se parece no es lo mismo.
Lo cierto es que a Beyoncé mientras le dejen mover la cadera (con permiso de Shakira) y juguetear ante la cámara con su mohín de niña mala y ojos de bambi tiene más que suficiente. Armas de mujer. Su coreografía, por repetitiva, parece un piso de Nuñez, pero le saca partido y si no vean que cara se le queda al duro detective que hasta va con sombrero dentro de su despacho (seguro que cualquier otro hubiera dado mejor en el papel pero no se buscaba cine sino videoclip). Ahora, ese espacio, parcela particular del mundo de lo noir, ya nada volverá a ser lo mismo.
Relajemos el tono y movámonos al ritmo pegadizo de esta joven star, mientras nos preparamos para otras movidas, otras movilizaciones, para este otoño.
Beyoncé – Dance for you
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