domingo, 25 de junio de 2017

Matar al padre de Yanet Acosta

Cuando el nikkei no es índice bursátil
sino comida.
A un padre se le puede matar literalmente, como a cualquier otro ser, o se le puede matar figuradamente cuando el hijo rompe el lazo de admiración y devoción profesados hasta la adolescencia y necesitado de seguir su evolución como persona con criterio propio se lanza a buscar sus aciertos y cometer sus propios errores.

Venancio Ven Cabreira recién llegado a Madrid después de una estancia en China está en eso de matar al padre y evolucionar. Nunca es tarde para ello y a pesar de que pierde ocasionalmente el sentido del sabor y del aroma, no pierde, a su pesar, el regusto a amargura que le provocan sus tareas como investigador privado a sueldo; fisgar en vidas ajenas le anima a conocerse a sí mismo y mejorar como persona en un momento de su vida en que siente el aliento del fracaso existencial en su nuca.

Lucy Belda, periodista gastronómica amiga de Ven, está cubriendo un congreso de cocina en Lima cuando desaparece Pedro Marino, un ponente, propietario de una cadena de restaurantes y defensor de las plantaciones de quinoa a la antigua usanza, cuyas palabras incitan al cambio social a partir de la cocina y que parece postularse incluso como presidente de la nación.

La quinoa cultivada por el pobre campesinado del altiplano está favoreciendo a ricos empresarios y distribuidores de medio mundo y no es cosa de dejarse pisar con huevadas que aluden a conciencia social e incitan a la lucha de clases. De ahí que a Pedro Marino haya más de uno que se la tenga jurada.

El argumento se desarrolla en dos tramas paralelas. La una recorriendo Perú y la otra recorriendo Madrid, que acaban confluyendo aunque, como la unión del Negro y el Amazonas, sigan manteniendo su idiosincrasia.

Yanet Acosta en quien se juntan la
gastronomía real y la ficción criminal
Yanet Acosta nos acerca una novela negra reflexiva, tanto a nivel personal como social, que nos permite disfrutar de su más que evidente madurez literaria manteniendo la gastronomía como medio para explicar estados emocionales y para contar tramas criminales. Las letras empleadas como materia prima a tratar y los recursos gramaticales como instrumentos para cocinarlas.

Mantiene su habitual punto transgresor al género al emplear los recursos más acordes a cada escena, a cada capítulo, aunque para ello deba mezclar cualquier sabor con cualquier otro de los cinco y de nuevo critica el postureo culinario, los nombres pomposos de técnicas y platos y el encarecimiento de productos básicos por culpa de modas insustanciales.

Y es que la buena cocina solo necesita producto de primera calidad poco manipulado y tratado en su justa medida como en la cocina nikkei omnipresente a lo largo de la novela.

La presencia japonesa en Perú, masivas inmigraciones en la encrucijada de los siglos XIX y XX, tenía que notarse por fuerza en la gastronomía. Los japoneses, al no disponer de sus productos autóctonos, procuraron buscar sustitutos entre los productos criollos aunque dándoles su toque culinario y ahí nace esa fusión surgida de la necesidad.

A ese mestizaje de la cocina peruana y japonesa dio en llamarse nikkei (que no tiene nada que ver con el índice bursátil nipón, aunque hoy algunos chefs le saquen alta rentabilidad y si con el hecho de que fuera el modo como se conoce a los hijos de los inmigrantes japoneses) y ha saltado del ámbito doméstico a restaurantes especificos.

Matar al padre es un rico, por sabroso y por valioso, aporte a la novela negra actual y la gastronomía es como el surf: depende que ola cojas estás arriba mirando al cielo o abajo tragando agua.

De Yanet Acosta se han publicado las reseñas:

- El Chef ha muerto (primera novela con Ven Cabreira como protagonista)

- No hay trabajo bueno novela negra a ritmo de western y con fuerte denuncia social.

Y les recomiendo leer A los hombres no les gusta mancharse las manos un relato corto protagonizado por Ven Cabreira, con mucha mala leche. Y esta no es de tigre.


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