El girasol como parte del engranaje cósmico. |
Al inspector Manuel Bianquetti, a quien conociéramos en La maniobra de la tortuga le han
suspendido de empleo y sueldo, y no ha sido a la ligera: lo ha estado buscando,
queriendo o sin querer, con su comportamiento de niño consentido y su insolente
independencia. Su efectividad resolviendo un asesinato o destapando corrupción
no contrarresta su insubordinación. Y eso, en según qué sitios, empleos o
estamentos, lo es todo.
Ahora es detective privado. Ha cambiado la placa por una
tarjeta. No ha variado ni un ápice su mal humor y sus malos modos. Su egoísmo y
su inmadurez también se mantienen, luciendo como faros en la niebla y deslumbrando
a quien le importa hasta apartarlo.
Necesita sintonizar su emisora afectiva para escuchar a
quienes le rodean y le quieren en lugar de escuchar ruido de la estática, que
no se entiende, que molesta y pone de los nervios.
Tiene un caso entre manos: encontrar una chica que se
dedica a la prostitución; pero como que sus manos son talla XXL le cabe uno
más: hacer de guardaespaldas de un importante hombre de negocios.
Y como si de una peli de Hollywood se tratara, Manuel
Bianquetti pronto se ve formando equipo con un grupo de trajeados con mucha
pose y ensayados gestos pero sin experiencia.
En esta segunda entrega de la serie, la primera, como ya se
ha dicho, fue La maniobra de la tortuga,
la trama principal se presenta mucho más compleja y estructurada, los diálogos
son más convincentes y las acciones más consecuentes. Todo tiene un aire más
redondo.
Los dos casos avanzan a buen ritmo y tienen cuerpo
suficiente cada uno para no ser relleno del otro como para mostrar ambos un
nivel de tensión y suspense alto. Esta segunda novela consagra a Bianquetti,
con todo lo bueno y malo que tiene como individuo, y a su autor que ha sabido
afianzar al personaje.
Bianquetti el detective, el ex-policía, es un tópico con
largas patas: duro, cínico, bocazas y un inconsciente. Bianquetti el ser humano
es inmaduro, niño grande, carece de disponibilidad y no ha resuelto sus
conflictos con su yo afectivo.
Benito
Olmo
confirma la línea ascendente apuntada en su anterior trabajo y ya no solo
apetece leerlo sino que genera espera ansiosa para conocer su próxima novela.
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