domingo, 16 de mayo de 2021

Nenúfares negros de Michel Bussi

Giverny, el pequeño pueblo normando de poco más de 500 habitantes donde Claude Monet, padre del impresionismo pictórico y renovador de la pintura mundial, vivió durante 43 años hasta su muerte en 1926, se llena de actividad policial al haberse encontrado un cadáver, triplemente asesinado, con medio cuerpo dentro de un arroyo.

Al espectáculo de las hordas de turistas y los pintores extranjeros de tercera edad buscando la primera inspiración, se suma ahora el de los agentes recorriendo las calles y recolectando botas (si ya sé que es surrealista y no impresionista, pero es lo que hay).

Jerôme Morval es la víctima y Laurenç Sérénac y Sylvio Bénavides los dos inspectores encargados del caso y tres mujeres, una anciana, una joven y una niña, como una santísima trinidad, son el eje sobre el que gira la trama.

La vida de los habitantes y la investigación transcurren dentro de un cuadro, porque eso es Giverny, una suerte de enorme decorado, un cuadro donde nada parece poder salir del marco so pena de estropear el conjunto. Y aunque el color siempre ha predominado en ese bucólico lugar, a instancias de Monet, se acaba de descubrir el negro de su parte más oscura.

Nenúfares negros, algo impensable en la época de Monet, que desterró el negro de su obra por ser la ausencia de color, la ausencia de luz, es una novela policiaca que es un cuadro. La trama la componen sentimientos extraídos de los tubos de pintura.

Michel Bussi ha escrito una trama que, como una pintura, presenta diversos puntos de fuga que acentúan la sensación de movimiento, aunque este transcurre sin transcurrir, como los nenúfares, esas gigantescas Nympheas estáticas, silenciosas y apáticas pero mostrando preciosas flores llenas de color y reflejos de luz sobre sus hojas y el agua del estanque.

A la novela hay que leerla como se mira una obra impresionista, desde cierta distancia. Porque lo que interesa no es ver lo que hay, sino entender, deducir, imaginar, lo que quiere mostrar.

Y la novela se reserva ese misterio hasta el final, cuando el lector convertido en un apasionado por la pintura la ve no solo con los ojos sino también con la inteligencia.

Porque la novela es muy inteligente, está construida con piezas que tienen su significado pero que no alcanzan a entenderse hasta que se ve el conjunto. ¿Recuerdan la obra de Dalí, cuadrito a cuadrito, que muestra el retrato de Lincoln solo visible a una distancia de 18 metros? Pues Michel Bussi juega al mismo juego y escribe una obra que solo se explica desde la distancia temporal y desde la perspectiva visual.

Estamos ante una construcción mucho más que original, que encaja con magnifica precisión, una novela excepcional y con una resolución, cuando el cuadro se muestra totalmente, que obtiene un oh! de admiración por la sorpresa y por la inconsciencia de saber que hemos permanecido todo el rato dentro del cuadro y a la vez fuera. Que hemos estado viendo cuando había que mirar. ¿La primera impresión es la que vale?

Hay cuadros que cuentan historias, dignas de ser novela. Hay novelas, como Nenúfares Negros que deberían enmarcarse como un cuadro.

Esta novela fue la más vendida en Francia en 2010 y la pregunta es ¿por qué hemos tenido que esperar 11 años para disfrutarla? No se demoren ni un día más: es sensibilidad artística.

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