miércoles, 14 de diciembre de 2022

¿Quién es Olimpia Wimberly? De María Frisa

Un requiebro no es un quiebro repetido, y por muchos quiebros que contenga una novela no será más thriller. He visto jugadores de futbol encadenando quiebros y giros para acabar driblándose a sí mismos y perder la pelota.

A veces hay que buscar lo fácil y en ocasiones funciona. La navaja de Ockham sigue siendo un principio válido.

En ¿Quién es Olimpia Wimberly? Dicha navaja da a entender casi desde el principio lo que va a venir a continuación. Porque es lo lógico. Y por eso cuando se cumple el pronóstico, el castillo de naipes se desmorona.

Para confundir al lector hace falta poco, para sorprenderlo un poco más y para maravillarlo un mucho.

Por eso hay lecturas que deben reservarse para personas poco exigentes o poco duchas en materia criminal. Son lecturas fáciles que no necesitan ningún esfuerzo mental para seguir la trama, capítulos cortos y técnica Cliffhanger, con su emocioncilla, sus secretitos, su poquitin de sexo y tan ligeras como un telefilme.

María Frisa ha ido por lo fácil, buscando ese aspecto más lúdico que no sesudo y su obra es ágil y explicita como un mensaje publicitario. El argumento, la intención llega con facilidad y la empatía con el personaje principal se consigue sin esfuerzo.

Al componente detectivesco y de resolución de secuestros que ejerce un grupo de profesionales, excelentísimamente cualificados, le suma flash-backs del glamour de ese New York de los ’80 que todo el mundo hubiese deseado ver ni que fuera por un momento, ni que fuera por el ojo de la cerradura.

Y la trama combina la angustia de una investigación que bucea tópicamente en el pasado de la protagonista, Olimpia Wimberly, con un presente de sofisticados componentes informáticos que acuden como soporte técnico para analizar pistas que la ayuden a interpretar emociones y recuerdos.

En materia de rescate, los lugares son nidos y las personas no son objetivos, son huevos. Huevos que se encuentra fuera de su hábitat, como los huevos de cuco depositados en nido ajeno, empollados por un sentimiento sobre el que la biología no puede incidir.

La novela es una suma de sentimientos en un trasiego constante de pasado a presente y viceversa. Cambia el momento, el lugar y las personas pero no lo que son: emociones envueltas en cuerpos humanos.

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