Esta nueva entrega de la ya larga serie protagonizada por el agente especial del FBI Aloysius X. L. Pendergast, viene a secuenciar unos hechos ya conocidos, por lo que resulta ser la tercera entrega de un arco argumental iniciado en Los asesinatos de Manhattan y continuado en Sin una gota de sangre.
Los autores, Douglas Preston & Lincoln
Child, lo denominan El cuarteto Leng, por tener a ese doctor, antepasado de
Pendergast, como principal protagonista encarnando el mal hasta una dimensión
multiverso.
Acompañar a Pendergast significa aceptar de
antemano argumentos que transitan sobre terrenos pantanosos, y no solo
literalmente, donde lo sobrenatural está constantemente presente y los límites
del terror se muestran tan indefinidos como para no poder evitar meterse de
lleno en algún episodio tenebroso.
Un thriller con mayúsculas, con capítulos alternos protagonizados por los distintos personajes relevantes, en lugares y momentos temporales distintos, llevado al extremo lo que incluye viajar en el tiempo, y giros, que, aunque esperados pues son marca de la casa, siempre sorprenden y que al presentarse al cierre de cada capítulo hace que sea imposible despegar la novela de las manos.
Poco más se puede
decir sin destripar el argumento, solo que Constance Greene tomó una decisión,
llevada por un loable sentimiento de generosidad, creyendo tener el control de
la situación y se demuestra que la imprevisibilidad no responde a la lógica y que
las consecuencias no solo son trágicas en el momento presente de los sucesos
sino tener un impacto en ese continuum espacio tiempo que la física nos explica
que existe pero sin tangibilidad. Hasta ahora que Constance ha viajado del
presente al New York de 1880.
Si con lo dicho no
he despertado su interés por su lectura, solo me queda recomendar y volver a
recomendar no solo esta novela, sino toda la serie que con esta alcanza las 21
entregas, a cual mejor.
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