Igual que las óperas tienen su sección bufa, la novela policiaca tampoco evita su versión paródica.
Pero incluso la bufa sigue
siendo una ópera; algo que en la parodia policiaca no siempre se consigue. Asesinato
en Rudhall Manor es un claro ejemplo de ello.
A Rudhall Manor llega,
proveniente de un orfanato, Lucy Trotter para encarar su vida como institutriz.
Sobradamente formada culturalmente no encontrará en su nuevo hábitat ocasión de
demostrar sus habilidades y además, como la Cenicienta del cuento, será
menospreciada por la familia de la mansión y el servicio, enraizado desde hace
tiempo.
Por eso al descubrirse el
cuerpo apuñalado de lord Sedley, y en paralelo el robo de unas valiosas joyas
de la caja fuerte, Lucy se convierte en la sospechosa número uno y la mejor
candidata para el verdugo.
A lord Adair, recién llegado
y con fama de resolver casos se le encarga la resolución del crimen y la
recuperación de las joyas. Y Lucy, cuyo cuello es el que está en juego,
realizará su propia investigación por si aquel fracasara.
El romanticismo, lord
Adair es un adalid de la belleza masculina y objeto de deseo de toda mujer que
lo trata, se alía con lo sobrenatural, los fantasmas existen y se manifiestan,
para aportar situaciones en las que el humor toma el timón.
Aún y así la novela no
parece sentirse cómoda y su avance es el de alguien que a oscuras pretende
encontrar la salida de un enorme salón atestado de muebles.
Un claro ejemplo de que la suma de los factores si altera el producto, y del axioma de que menos, es más.
Anya Wylde aporta su granito de arena al género que queda diluido
entre obras de mayor envergadura y consistencia. Su redacción tiende a entrar
en bucles espontáneos que, como tapones, impiden el fluir de la trama y se
pierde en diálogos, que más parecen soliloquios, que dicen muchas palabras pero
que cuentan poco que resulte interesante
En las librerías la
encontraran en la sección chic-lit encuadrada como Young-adult.
0 comments:
Publicar un comentario