lunes, 13 de octubre de 2025

El Puma de Alberto Val

Es muy difícil para una mente infantil, absolutamente moldeable, que ha vivido horrores imposibles de comprender, no sufrir alteraciones en su fase de desarrollo hacia la adultez.

Es muy difícil para una mente infantil, absolutamente moldeable, que ha vivido la muerte de sus padres y ha sobrevivido de puro milagro, no ser agradecido con quien le ha ayudado cuando más lo necesitaba.

Es muy difícil para una mente adulta, con información y conocimientos adquiridos y asentados, entender ciertos comportamientos humanos que no merecen este calificativo, pero, como han sido personas equiparadas a bestias, quienes han cometido los actos, basta con cumplir con el deber, deteniéndolos y esperar que se haga justicia.

Asesinos despiadados, asesinos entusiasmados, sangre, sudor, vísceras. El Puma es una novela negra desatada, que se apoya en el gore para evitar que el lector empatice con quien asesina y no caiga en la tentación de justificar actos presentes por traumas del pasado, ni entienda reacciones incontroladas como comprensible respuesta sensorial de persona enferma.

Si la novela fuese una película, en más de una secuencia cerraríamos los ojos.

La inspectora de la Policía Nacional, Guiomar Aguilera, madre de un niño con una enfermedad terminal, que ya protagonizara “La Perra”, la novela anterior a esta y primera de la trilogía, se enfrenta a un caso de gran complejidad.

Esta viene dada porque no solo debe investigar un caso del que ya ha transcurrido año y medio, el asesinato de Rafael Barrientos cuyo cuerpo fue hallado muerto en su piscina, sino también porque la investigación preliminar, y la titularidad del caso, pertenece a la Guardia Civil. Y ambos cuerpos, Policía Nacional y Guardia Civil, no son precisamente buenos amigos.

Y menos si uno va a enmendarle la plana al otro.

La trama transcurre en Puerto de la Cruz, en la costa norte de Tenerife, y las descripciones son tan visuales que se diría que vamos transitando junto a los protagonistas por las carreteras y los lugares como si fuésemos secundarios de la historia.

Alberto Val relata una historia que aúna transversalidad delictiva y nos obliga a reflexionar sobre si la persona se esconde bajo una máscara animal, o si en realidad es el animal la verdadera persona.

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