Patrick Howard se suicida a lo grande, en plan estrella, en un directo del late night con mayor audiencia. En el escenario y en las casas, los espectadores se echan para atrás en el momento del disparo.
Y eso es solo el inicio. Un inicio potente que
hace temer que la trama no aguante el envite y se venga abajo, lo que, por
suerte, no solo no es así, sino que a base de giros y dobleces sobre si misma,
se va conformando una figura que ni por asomo podíamos imaginar al empezar la
lectura.
Un inicio en media res cuya explicación es el
motivo del argumento, por lo que no se conocerá hasta el final. Saber porque
Howard se ha suicidado en un momento dulce de su carrera como periodista y
director de un programa True Crime de televisión, es la primera misión de la
joven inspectora Alison Hess, detective novata en el Grupo de Homicidios.
Un personaje tan humano como sus errores, sus
intuiciones, sus decisiones, su ambición y sus dudas.
Y por qué Homicidios investiga lo que a todas
luces es un claro suicidio, obnubila aún más al lector que a partir de ese
punto de la lectura ya se espera cualquier cosa como si asistiera a un
espectáculo de mago con chistera.
Y es que en realidad estamos ante una
investigación que investiga sobre lo que investigaba la víctima sobre una
antigua investigación de asesinato. Una técnica narrativa propia de las cajas
chinas, con una historia dentro de una historia, dentro…
Es un thriller de investigación criminal, que se aleja del ritmo frenético de sus congéneres pero que sin embargo mantiene un ritmo sostenido generado a partir de emplear diversos escenarios temporales y visiones complementarias según la voz que narra la historia.
Y es que Alexandre Escrivà no solo ha
urdido una trama compleja y llena de sorpresas con hilos de distinto calibre y
color, sino que la ha armado sobre un bastidor técnico similar al de un estudio
de grabación televisivo en el que el realizador va pinchando distintas cámaras
según el punto de vista que desea mostrar, lo que favorece una inmersión
lectora equiparable a participar en la investigación.
El autor bucea en la metaliteratura
incorporando capítulos de un manuscrito de esos que se denominan malditos si al
final no se materializan como libro.
Por todo ello no cabe duda de que novela es un
alarde técnico, pero también literario y no solo por su argumento, que ya
merecería el calificativo, sino además por una redacción precisa, pulida y
detallista que hace que el placer por la lectura no sea solo un deseo sino una
realidad.
El misterio Hannah Larson
es una lectura obligada, no por obligación sino por devoción al género.

