El género criminal se resiste, cada vez más, a ser encasillado en su propia definición y gusta de explorar nuevas relaciones como hace tiempo experimento la cocina: mezcló sabores y texturas, a priori inadecuadas, para conseguir nuevas sensaciones.
La novela Bacon es un ejemplo de mézclum
de realidad criminal y fantasía existencial. La realidad en lo que sucede y se
describe en tercera persona, y la fantasía en lo que sucede en la mente de
quien interpela al lector desde la primera persona.
Definición e interpretación. Crueldad sanguínea
y dulzura pastelera. El caso criminal empieza con el tropiezo de un brazo en un
contenedor, con tatuaje original irrepetible, que lo idéntica como la pareja de
una joven repostera que había denunciado su desaparición.
Una joven que por su volumetría ha vivido en
permanente rechazo y que por fin parecía haber encontrado su media naranja, ve
de repente como su felicidad se fragmenta como el azúcar quemado de una crema
catalana se agrieta ante golpes repetidos de cuchara.
Nada es eterno, todo es efímero, como la vida,
como la ingesta de un dulce: placer momentáneo, sentimiento de culpa, deseo de
más.
La jueza Mara Ramírez, recién llegada, y el
inspector Aitor Ibarra, llegado hace ya algunos años, van a llevar a cabo una
minuciosa reconstrucción de los andares de la victima hasta su desaparición
para poder resolver el misterio.
Annika Brunke se atreve a combinar el Bacon, por principio salado, con ingredientes dulces para conseguir atrevidos postres. Claro que no los cocina ella, lo pone en manos de la repostera Betty Mantecas que además tiene la atención de darnos las recetas.
Betty es un gran personaje, y como los dulces
que elabora, presenta ingredientes variados que resultan sabores distintos
según que momento y su estado de ánimo. Es una persona vulnerable pero
resolutiva y resiliente hasta la insensibilidad. Es imperfecta, contradictoria,
enamoradiza y soñadora. Es un must de personaje.
Cada vez que aparece se come la pantalla y hace
que la novela sin ella no sea más que un montón sinsentido de páginas impresas.
Sobre una base de hojaldre, Annika Brunke ha repartido
trama criminal, le ha añadido una capa rellena de crítica contra el bullyng y la
xenofobia y la ha coronado con lágrimas de humor negro, porque el humor negro
tiene la capacidad de hacer reir a la vez que llorar.
El resultado es distinto a cualquier lectura convencional
de género policiaco, y al final deja un sabor agridulce que consigue satisfacer
e incomodar a la vez, por tener que tomar partido.
Ambientada en Las Palmas de Gran Canaria, de
donde es oriundo Alexis Ravelo, el gran escritor de novela negra, acaba de
conseguir la edición 2025 del premio que lleva su nombre. Alexis la hubiera degustado.


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