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domingo, 27 de octubre de 2013

Mazapán amargo de Joaquín García y Santiago Sastre y Las Carcamusas

A nadie le amarga un dulce excepto que sea amargo de por si, como sucede con esta variedad de mazapán amargo y al que pretende emular el argumento de esta novela al ofrecer una golosa imagen externa jugando con el título y esconder en su interior una realidad muy distinta.

En Mazapán amargo, el inspector jefe Martín Aldana, recién llegado a Toledo, proveniente de su anterior destino en Marbella, se enfrenta a un caso de asesinato por arma blanca. La víctima es un joven empleado en un museo al que han encontrado muerto y desnudo en la zona del Valle, balcón alejado de la urbe con vistas privilegiadas sobre la Ciudad Imperial y el Tajo, y frecuente lugar de encuentro nocturno de parejas.

Volviendo a Toledo, Martin Aldana ha regresado a sus orígenes y recuerda con nostalgia y cierto reparo su niñez en casa de su abuela situada en el casco histórico, por eso ahora se ha instalado, con su mujer Carmen, en uno de los barrios nuevos de la ciudad: un modo de alejar sus recuerdos. Recuerdos enraizados en la guerra civil, familias pertenecientes a uno u otro bando, por las circunstancias o por la elección personal, cuyos desconocidos motivos pesan durante generaciones.

Los motivos de su regreso tampoco son dignos de recuerdo más bien motivo de olvido y de superación para no caer en la degradación personal. Superar lo de Marina. Superar su adicción a la bebida. La convivencia marital, por todo lo anterior, es motivo también de preocupación y tratamiento in extremis para reflotar un hundimiento inminente.

La entrega absoluta a la investigación en marcha adormece los recuerdos y no permite pensar en otra cosa que no sea la resolución del crimen. Y el implante que le supone su nueva ubicación, desesperado por no encontrar reciprocidad y simpatía ajena en su forma de ser y en sus gustos le encierra en un círculo en donde solo existe trabajar y trabajar, dejando dentro ansias insatisfechas.

El Toledo castellano, con todo el sentido histórico de la palabra, referente de artistas y realeza, activo protagonista de la indeseada guerra civil, de las tradiciones castrenses, del arraigo religioso y de las devotas cofradías se enfrenta a los nuevos tiempos con voluntad de sobrevivir, aunque eso signifique reconocer y asumir errores y suponga erradicar los grupos neofascistas y homófobos que campan a sus anchas anclados en ese pasado que la capital pretende superar. Y signifique comprender que La Ciudad Imperial no es el ombligo del mundo y que no todo lo que viene de fuera ha de ser malo y que hay mucho que aprender.

Ildefonso el joven asesinado es un ejemplo de ese intento de renovación, religioso confeso y homosexual. Un cuerpo en el que convivían, a decir de las gentes devotas, el demonio y el ángel. Un apasionado de la teología, la filosofía, la historia y la poesía. Seguramente su forma de ser y de pensar ha tenido que ver en su muerte y por eso Aldana centra la investigación en el entorno familiar y laboral de la víctima mientras sufre en propias carnes la violencia intransigente.

Joaquín García y Santiago Sastre los autores de la novela no pueden negar ser toledanos y no han podido evitar plasmarlo en la novela aunque les ha faltado medida: de tanto querer convertir a la ciudad en un protagonista más han ahondado en exceso en ubicaciones localistas de callejero cuando debieran haberlo hecho en sensaciones, siempre difíciles de transmitir.

Y tanto destacar las habilidades, tópicamente importadas del inspector: cincuentón, abogado, entendido en arte, en gastronomía, en vinos, en música, buscando darle personalidad propia, dejan a la novela y a la ciudad con un regusto provinciano que seguramente no tiene. Aunque probablemente haya habido intención de guiños a clásicos, más cercanos de lo que podamos pensar, el resultado queda amañado.

La BSO de esta novela está compuesta por:

Las canciones de Melody Gardot
Las Cantatas de Bach (la 82 por ejemplo)
Hoy puede ser un gran día de Serrat
Quiet nights de Diana Krall y en especial La garota de Ipanema
Nights Sounds de Toni Solà i Ignasi Terrats trio

Y aunque son varias las comidas servidas en la novela destacamos por su tipismo a las carcamusas de la que hemos buscado su receta y que les invitamos a probar con moderación, por su condición de bomba calórica:

Ingredientes para 4 personas:

¾ de kilo de magro de cerdo
2 dientes de ajo
1 guindilla (o más si apetece)
2 cebollas medianas
16 rodajas de chorizo (dulce o picante al gusto)
3 cucharadas de aceite de oliva
1 vaso de vino blanco
Salsa de tomate (mejor casera)
200 gramos de guisantes
2 vasos de agua
Una pizca de sal

Preparación:

Pochar en una cazuela de barro con aceite los ajos laminados y las cebollas a rodajas y la guindilla; en cuanto tome color añadir la carne cortada en dados y sofreír removiendo para facilitar la cocción.

Una vez dorada la carne echar el chorizo sin dejar de remover; añadir el vino blanco y en cuanto evapore el alcohol poner unas cucharadas de salsa de tomate al gusto y antes de que espese añadir el agua y los guisantes y la sal y llevar a ebullición suave hasta la cocción adecuada de estos.

En cuanto a la novela, pinchen aquí para ir al sitio web de los autores y para leer los dos primeros capítulos. http://www.mazapanamargo.es/

Y si la leen ya nos dirán su opinión. A mi, particularmente, el mazapán me gusta dulce.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Agustí Vehí y Garbanzos a la catalana

Agustí Vehí, de vocación Doctor en Historia, de oficio Escritor y de profesión Subinspector de la Guardia Urbana de Figueres, murió hace seis meses cuando aún tenía mucho por vivir y mucho por escribir.

Aquí una breve pero completa biografía y bibliografía.

Entre sus novelas, en este blog se trató Quan la nit mata el día, emotiva narración sobre las vivencias de un inspector de policía de Figueres en la posguerra civil española cuya cultura e inteligencia le facilita la comprensión histórica de los hechos vividos hace poco en el frente, cuando luchaba al lado de los nacionales en ese golpe de estado constantemente rebautizado con todo tipo de eufemismos para esconder sus miserias.

Miserias que siguen en la posguerra y se palpan en cada gesto y en cada momento del relato. En la falta de libertad por supuesto y a nivel más prosaico a la hora de la comida, cuando los malabares para conseguir una nutrición adecuada y además sabrosa precisan de gran habilidad.

Recordemos a Agustí Vehí, y a Quan la nit mata el dia comiendo un plato que prepara Gloria para una cena con Carlos, los dos protagonistas, en uno de sus momentos de tierna y sobrecogida intimidad,

Y elijamos un tinto de l’Alt Empordà donde abundan sabrosos ejemplos mecidos por la tramontana, para brindar por los ausentes, por todo lo que hemos vivido y por lo que nos quede por delante. Va per a tu Agustí!

Garbanzos a la catalana

Ingredientes para dos:

160 grs de garbanzos (previamente hervidos)
1 cebolla mediana
2 tomates medianos
2 dientes de ajo
2 cucharadas soperas de harina
6 almendras crudas peladas
6 avellanas crudas peladas
1 carquinyoli empapado de vi ranci
2 huevos duros
200 ml de agua (preferible resultante del hervor de los garbanzos)
Sal
Pimienta
4 ramitas de Perejil

Preparación:

Picar la cebolla y freír a fuego medio en una cazuela hasta que coja color, picar finamente un diente de ajo y un par de ramitas de perejil y añadir y voltear; rallar por encima el tomate añadiéndole una pizca de azúcar y una de sal. Remover y en cuanto veamos al tomate bien integrado añadir la harina y seguir removiendo hasta mezclar bien.

Añadir el agua (o caldo casero de verduras para incrementar el sabor), mezclar, y ponerle los garbanzos ya cocidos, sal pimentar, remover y añadirle la mezcla de la picada hecha en mortero con las almendras, avellanas, el carquinyoli borracho, 1 diente de ajo y el perejil sobrante. 

Remover la mezcla y tapar para preservar los aromas bajando el fuego, al cabo de unos minutos poner por encima el huevo duro cortado a rodajas (o rallado) salpimentado al gusto. Volver a tapar y servir al cabo de cinco minutos.


Actualmente sin la escasez de materias primas de la posguerra este mismo plato presenta distintos añadidos alternativos (cercano ya el final de la cocción),  y muy de acuerdo al producto típico del lugar donde se prepara: desde morcilla, a bacalao, o espardenyes, incluso foie... para todos los gustos y a gusto del consumidor.

Más sobre Agustí Vehí en estos próximos días:

La Asociación para la promoción de la novela negra en catalán ennegre ha convocado como uno de sus primeros actos públicos la primera edición del Premi Memorial Agustí Vehí de Novel·la Negra 2013 (aquí las bases). 

Y la Editorial Alrevés acaba de sacar a la venta Remor de serps obra póstuma del autor (aquí la sinopsis).

Y sobretodo no olvidar que se ha elegido el 27 de septiembre a las 19:30 en el auditorio de la Facultat de Comunicació Blanquerna de Barcelona para dedicarle un recordado homenaje. En este blog A l’ombra del crim encontrarán el detalle del acto. 


jueves, 23 de mayo de 2013

Espagueti al aceto y Espagueti al pesto

Hay dos tipos de hombres que viven solos, aunque tengan pareja a tiempo parcial, los que cocinan lo que comen y los que comen precocinado.

Eladio Monroy y Salvo Montalbano son dos claros ejemplos del primer tipo, cocinan y gustan de la cocina, y entre sus platos preferidos hoy presentamos dos de preparación simple pero con la particularidad, cuando los coman, de que van a estar compartiendo mesa con dos personajes emblemáticos de la novela negra actual.

Dos hombres íntegros, humanos y solidarios.

De sus novelas y de su cocina les hablarán mucho y bien las librerías especializadas en el género pero sobre todo en la Librería Negra y Criminal de Barcelona, donde se han presentado varias de las obras de ambos autores: Alexis Ravelo y Andrea Camilleri.

Paco Camarasa y Montse Clavé les darán pautas para disfrutar de su lectura y para disfrutar de sus recetas.

En ambos platos un vino blanco joven bien frío será el complemento perfecto, aunque ya saben que en esto de maridar lo que importa es lo que apetezca y lo demás pueden llegar a ser tonterías. Pruébenlo mientras cocinan, así constatan el acierto en la elección y de paso despiertan las papilas gustativas.


Espaguetis al aceto según Eladio Monroy transcrito por Alexis Ravelo

Ingredientes:

Espagueti
1 cebolla mediana
1 diente de ajo
2 tiras de bacón
1 berenjena mediana
100 gr de setas de temporada
½ copa de vino blanco
½ taza de caldo
Aceto balsámico
Mantequilla
Estragón fresco
Aceite
Sal


En la foto aún están sin salsa ya que no los comeré
hasta mañana. La foto completa en twitter.
Preparación:
Comenzar sofriendo cebolla, ajo, bacón, berenjenas y setas, todo cortado pequeño y cocinado a fuego muy lento para que se poche sin quemarse.

Después subir el fuego y cuando rompa a hervir añadir el vino blanco y media taza de caldo.

Cuando reduzca agregar un chorro de aceto balsámico y dejar reducir de nuevo para apagar el fuego y espolvorearlo con hojas de estragón.

Servir sobre la pasta cocida y escurrida, recién hecha al punto que se desee, en la que anteriormente se ha dejado derretir un corte de mantequilla.

Espaguetis al pesto según Salvo Montalbano trascrito por Andrea Camilleri

Ingredientes:

Espagueti
100 gr de queso parmesano recién rallado
25 gr de queso pecorino recién rallado
2 dientes de ajo
25 gr de piñones
1 docena de hojas frescas de albahaca
Perejil fresco
½ vaso de aceite de oliva virgen
Sal
Pimienta

Preparación:

Picar en un mortero el ajo, los piñones, el perejil y la albahaca, hasta conseguir una pasta uniforme a la que se añade un poco del aceite para favorecer la emulsión. Incorporar los quesos, mezclar y continuar añadiendo el aceite poco a poco para que sea absorbido sin dejar de remover.

Rectificar de sal y pimienta al gusto.

Servir sobre la pasta cocida y escurrida, recién hecha al punto que se desee.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Con el agua al cuello de Petros Márkaris

Atenas, Grecia, 2010. Año primero después del rescate económico propiciado por las tropas de consultores financieros de la troika. Con el agua al cuello. Nunca un rescate se ha sentido tanto como un ataque.

Si la circulación en coche por Atenas de normal ya es complicada por no decir muy difícil, ahora, en estos momentos en los que a las habituales e interminables obras se suman manifestaciones y actos masivos y espontáneos de rechazo y vilipendio a la gestión política y económica, se convierte en algo poco más que imposible.

En esta Atenas caótica es por la que se desenvuelve mal que bien nuestro comisario Kostas Jaritos en la investigación de un caso que le requiere, casi más de lo habitual, desplazarse arriba y abajo sufriendo todo este tipo de inconvenientes y malos ratos que le sirven al autor Petros Márkaris para contextualizar de una forma muy gráfica, convincente y sufrida, el abstracto concepto de la crisis: solo hay que ponerle rostro a las cifras, a los despidos, a los parados, a los desahuciados, a los suicidas.



Crisis: una enfermedad del sistema, generada por unos virus auto inmunes, que afecta a las personas económicamente más débiles y retrasa los relojes de la evolución social treinta o más años atras, para beneficio de unos pocos. Para beneficio de los de siempre. Un tsunami capaz de destrozar en un segundo unos principios éticos y justos levantados piedra a piedra durante decenios.

Kostas Jaritos y su mujer Adrianí han regresado de Estambul, donde protagonizaron Muerte en Estambul, (recuérdenla aquí) para la boda eclesiástica de su hija Katerina con Fanis y no bien 
acaban de finalizar los festejos ya hay un cadáver que investigar. Un banquero jubilado acaba de ser hallado decapitado en su jardín.

Los ciudadanos de media Europa, que están con el agua al cuello, tienen claro donde encontrar culpables a esta situación pero es difícil atrapar un jumbo yendo andando, por eso el pataleo solo da para gritos y caceroladas, aunque esta vez parece que alguien esté yendo más lejos en su deseo de hacer pagar a alguien los platos rotos. O tal vez sea un acto terrorista con un propósito revulsivo. Todo dependerá de si hay más o es solo algo aislado.



 

Con el agua al cuello es otra novela más de Márkaris y otra más de Jaritos, en esa línea habitual de novela negra doméstica a la que nos tienen acostumbrados, Petros Márkaris pone el dedo en la llaga de la conciencia colectiva para denunciar una sociedad enferma mediante un caso delictivo.

Como siempre las frases hechas que sentencian conversaciones y el sentido común, aunque no lo parezca, son cosa de Adrianí, insoportable mandona de gran corazón, y las expresiones más complejas las saca Jaritos de su Dimitrakos: a falta de otros vicios, todos necesitamos un hobby, un hombre necesita un buen diccionario a mano, aunque solo sea para saber que son los bonos basura, los derivados o los hedge founds, por decir algo.

Y lo que no debe faltar nunca en una mesa griega es un plato de Souvlakis, esos panes de pita rellenos de cordero y hortalizas, como los que se comen en casa del matrimonio Jaritos con su hija y yerno viendo la final del mundial de fútbol entre España y Holanda.

Souvlakis


Ingredientes para el relleno de 8 unidades (aunque admite múltiples variantes):


400 gr de lomo de cordero cortado a daditos
¼ de kilo de tomates
1 cebolla mediana
4 hojas grandes de lechuga rizada
Sal
Pimienta negra molida
2 cucharaditas orégano fresco picado
1 cucharadas de aceite de oliva
4 panes de pita


Para la salsa:

4 cucharadas de yogur natural
60 gr de pepino
1 diente de ajo
Sal
Pimienta negra molida
2 cucharadas de vinagre de vino blanco
3 cucharadas de aceite de oliva virgen


Preparación:

Limpiar y cortar el tomate y la cebolla a medias lunas y la lechuga en juliana y reservar.

Preparar la salsa picando el pepino y el ajo muy finos, salpimentar y mezclar en un bol con el yogur y el vinagre de vino blanco. Con la salsa homogénea añadir el aceite de oliva y mezclar nuevamente hasta conseguir una salsa cremosa.

Sazonar la carne con sal, pimienta y el orégano y freírla en una sartén (preferible en fuego de carbón o leña ensartada como un pincho).

Coger el pan de pita previamente calentado y ligeramente tostado y partirlo por la mitad. Abrirlo y rellenar con trozos de lechuga, tomate, cebolla, cordero y añadir salsa para que quede bien condimentado.


Post scriptum: léan ya las reseñas de las dos novelas siguientes que culminan la trilogía de la crisis:

2. Liquidación final

3. Pan, educación y libertad
 

viernes, 11 de enero de 2013

1974 de David Peace

1974 es la primera novela de una cuatrilogía, The Red Riding Quartet, a la que siguen 1977, 1980 y 1983 de David Peace y a diferencia de las otras tres, se dice que ésta tiene un final más o menos concluyente por lo que su lectura podría atacarse de forma independiente.

Pero antes un aviso a navegantes: no es una novela para estómagos sensibles ni caracteres susceptibles de traducir las impresiones a pesadillas. Olvídense, busquen otra lectura.

Los que sigan adelante que sepan que van a subir a un ring donde van a ser vapuleados sin compasión alguna. Sin respiro. Van a ser centrifugados junto a pensamientos soeces, diálogos irritantes y actos de violencia límite. Y luego van a ser pasados por una picadora llena de vómito, lagrimas, semen y excrementos. Y luego, bueno, tal vez no haya luego.

No. No es una lectura de recomendación a la ligera en ningún caso, ya que la decisión es de cada cual y cada cual debe asumir las consecuencias de sus actos. Es una novela negra claramente marginal, y no es una crítica, sino un posicionamiento.

Una pequeña de solo diez años ha desaparecido en Yorkshire y la maquinaria policial se pone en marcha para localizarla aunque todo haga presagiar un mal final y las esperanzas a medida que pasen las horas se van a diluir hasta una confirmación aberrante. Eddie Dunford un joven reportero de sucesos del Post tiene en este caso la oportunidad de hacerse con un nombre y un hueco en el mundo de la prensa y se propone conseguirlo.

Eddie acaba de perder a su padre, mantiene una relación de difícil catalogación con una compañera de trabajo, una mala relación con su mentor en la sección del periódico y una relación pseudo filial con su jefe. Su carácter es inestable, carece de paciencia y le falta madurez.

El argumento tiene un punto de apoyo en hechos reales perpetrados por El Destripador de Yorkshire y aunque su factura no es original e incluso tira de tópicos es su particular forma de ser escrito, lo que le confiere cierta originalidad y le da mérito: narrado en primera persona muestra una retahíla de pensamientos y actos entremezclados para mostrar de una forma lo más visual posible las dudas y contradicciones que nos acometen y que nos hacen ser tan vulnerables.

Esta confusión de ideas se hallan también en el argumento, no sabemos si voluntariamente por parte del autor, para darle más verosimilitud y acercarla a la realidad o por falta de madurez narrativa. Los altibajos podrían tener la misma respuesta. Y que hacia el final pierda fuerza, podría buscar también el paralelismo a la condición humana, incapaz de mantener un alto ritmo en nada durante mucho tiempo.

Es una novela negra de negra oscuridad. Sin luz guía. Llena de perdedores. Incluso los ricos y poderosos son perdedores. Es una novela por la que se mueven personajes autodestructivos. De violencia extrema. De corrupción política, de corrupción urbanística, de pederastia, de sexo enfermizo, de sadismo, de brutalidad policial, de racismo, de soberbia, de despotismo, de bajeza moral más allá de cualquier línea no traspasable.

En ella no hay espacio para la sinceridad, para el amor, para la compasión, para los sentimientos. Es demencial, obsesiva y opresiva. Es novela negra expresionista.

Su lectura es absolutamente perturbadora y, como pueden imaginar, no deja buen cuerpo.

Para nada. Incluso es dudoso que su recuerdo pueda ser eliminado con facilidad. Es del todo normal arrepentirse de haber entrado en ese infierno y eso que al principio parecía de lo más normal. No hay exorcismo que funcione para sacar de la mente todo los que sus páginas vuelcan en el lector.

David Peace es atípico en el panorama narrativo actual, pues aunque se le reconozcan rasgos comunes al hard boiled americano, al pasarlos por su propio tamiz desdibuja los límites convenidos y renacen en un estilo híbrido muy sui generis.

Compré este billete de ida inspirado por un post del blog Baba O’Wines, Placeres sensoriales: vino, música y gastronomía, blog de contenido vinícola, y en una complicidad divertida le ha buscado el vino adecuado a esta novela y he aquí lo que sugiere:

“Sin duda a 1974 le añadiría un vino frenético, acorde con el ritmo de narración de la novela. Es decir, un vino vivo, con frescura gracias a su buena acidez, pero a la vez muy complejo como su trama. Por ejemplo, un buen Borgoña tinto de la Côte de Nuits en una añada fría. Y gracias a su complejidad, dentro de Borgoña, iría al pueblo o Comuna de Vosne-Romanée. Vinos con gran paleta aromática, largos, profundos, sutiles…”

Lean pinchando aquí el comentario en el post original donde recomienda la novela.
Espero que esta colaboración sea la primera de otras que aúnen buen vino con buena lectura.

sábado, 1 de diciembre de 2012

El comisario Bordelli de Marco Vichi

Bordelli siempre sabe como salvar a la gente de su destino, ejerce la acción adecuada y concede el gesto necesario. Ve con meridiana claridad lo que hay que hacer en cada momento, pero ¿a él quien lo salva?
No es que haya desperdiciado trenes es que cuando ha ido a la estación no ha esperado el tiempo necesario y ahora con 53 años cumplidos y sin pareja se encuentra más que solo y esto empieza a aterrarlo.
Tiene amigos, muchos y variopintos, y organiza cenas en las que invita a nuevos conocidos y en donde la felicidad del grupo le sirve de vacuna para soportar unos días más pero nada quita que desee encontrar a la que haya de ser la mujer de su vida y pueda formar una familia. También tiene familia: su tía Camila, su tío Franco y su primo Rodrigo con quien se lleva de pena pero sus visitas nos regalan hilarantes momentos.
Bordelli fuma para respirar, si lo dejara no sabría como inhalar aire sin inspirar humo, conduce un escarabajo, come cada día fuera de casa, o mal o en la trattoria De Cesare donde Totó tanto le improvisa una Panzanella como un  Bacalao a la Livornesa.
Y como buen italiano tiene paladar para la comida y para el vino y tiene ojo para el arte, distingue a simple vista obras de Fattori, Segantini, Nomellini, Ghiglia y más y acaba de descubrir que el DDT es más peligroso que dejarse comer por los mosquitos por lo que opta pasar las noches rascándose.
Bordelli se encuentra mejor y más a gusto con raterillos de poca monta, que solo roban para continuar viviendo, y con genios incomprendidos y solitarios, como él, que con los políticos, con todo aquel que detente poder. Los que deciden sobre la vida de los demás sin importarles la opinión de quienes dicen ayudar no merecen su crédito. Bordelli juega según sus propias reglas aprendidas hace mucho tiempo cuando luchó en el frente.
La guerra le ha enseñado a ser como es: solidario, justo y agradecido. En ella descubrió que los nazis no eran sino personas, jóvenes como él, a quienes les habían encasquetado un uniforme y los habían abandonado en tierra hostil. En la guerra mató pero aprendió a respetar la vida y su última víctima, la número 37, en 1945, un joven prácticamente de su edad, le enseñó que la muerte es el fin de todo y que por eso hay que vivir el momento.

El comisario Bordelli es una novela ambientada en Florencia en 1963, en un agosto de calor sofocante en donde el aire no corre por no sudar. En donde la noche cae despacio, para no cansarse, sobre la estructura del Ponte Vecchio, Bordelli debe encargarse de esclarecer la muerte de una señora en su señorial villa del siglo XVII y en el transcurso de la investigación se irán entrecruzando recuerdos y personajes que irán explicando la naturaleza humana del policía que empieza siendo comisario y acaba siendo comisario jefe. Algo que sus colaboradores Mugnai y, el nuevo, Piras, el sardo, no notan por su manifiesta humildad.

Marco Vichi, el autor, de esta saga de novelas, nos propone una lectura refrescante, a pesar del inmenso calor que describe, por su tratamiento humanista, por sus apuntes surrealistas, la conversación con Aldo Affumicato sin ir más lejos y por su sencillez narrativa. Una vez más una buena novela negra se mide por la grandeza de sus personajes.
Solo pedimos dos cosas:
Que en la próxima reencarnación tengamos un despertar sexual con la complicidad de Annina y que, por favor, en la próxima cena, Bordelli nos guarde una silla que permita acomodarnos al lado de Diotivede, forense en activo de 70 años; del Botta, ladrón y cocinero; de Fabiani, psicoanalista melancólico; de Cana, ladronzuelo de poca monta; de Dante, inventor y amaestrador de ratones y de Piras, el agente novato y anti tabaco total, y que podamos oír sus charlas entre humo, Chianti y comida turca.

Receta de la Panzanella, pan ensalada, plato frío de la Toscana:
Pan troceado y acompañado de cebolla y tomate todo bien aliñado con aceite de oliva, vinagre, sal, pimienta y hojas de albahaca.
También se puede añadir lechuga, alcaparras, anchoas, cebolla, pepino, atún, zanahoria, apio...

Post scriptum: otras novelas de la serie en este mismo blog

3. El recién llegado

viernes, 23 de noviembre de 2012

enCrudo 4 y San Martín

enCrudo es el fanzine en papel cuando el mundo orbita en digital.

Es una ventana abierta del revés al mundo de la astronomía gástrica, también conocido como gastronomía, que abrieron Yanet Acosta y Jacobo Jaco Gavira  hace ya algún anuario y que no cierran para que podamos seguir disfrutando de digestiones a medida.

El enCrudo número 4 está ya servido en mesa. En su menú hay como siempre un poco de todo, siempre bueno o mejor y con ese especial toque canalla que lo distingue de otros menús de tres al cuarto.

En este número, Interrobang incluye una receta presentada en forma de relato corto.

Espero que se diviertan preparándola y aún más comiéndosela (no olviden el toque del vino durante el proceso de elaboración para coger el punto).

Y por si no les llega el enCrudo en mano, hela aquí:


SAN MARTÍN

Hoy es 11 de noviembre y es mi santo y he decidido regalarme una cena especial.

Recién duchado, vestido con chinos y un polo y con una agradable sensación de limpio y de estrenar piel, empiezo a pelar y cortar la cebolla en juliana. Al acabar dedico unos segundos a limpiar el cuchillo bajo el chorro del grifo y a secarme las lágrimas, será que las cebollas me vuelven nostálgico. Sensible que es uno.

Luego, mientras el aceite va calentándose, levanto la copa y observo a contraluz el perfecto color dorado brillante y luminoso del sauternes. Y lo saboreo. No estoy solo, Chet Baker me acompaña pero el no bebe, está bastante ocupado soplando con Funny Valentine.

Cuando la sartén me reclama la cebolla, la dejo caer en cascada desde la tabla; translucida a la luz halógena se funde en un abrazo crepitoso con el aceite. Se aman, pienso. Hay amores que matan, constato.

Bajo la intensidad del fuego, persigo un sofrito y no un refrito, y le doy un par de meneos con la cuchara y un par de sacudidas a la sartén.

Otro largo beso al vino y ataco al puerro.

Primero la cabellera, luego la cola y por último un corte longitudinal que me ha de permitir despreciar un par de capas y retirar cualquier rastro de tierra que pudiera contener. Limpio y dispuesto al sacrificio lo voy cercenando en delgados círculos concéntricos que amontono en un plato.

Otra sartén, esta con una cucharada de mantequilla, recibe los aros de puerro y los remuevo con suficiente delicadeza como para que se separen unos de otros sin romperse. Los necesito enteros. Anillos de blando compromiso.

Servidos ya los dos dedos de rigor en la vacía copa, me entretengo haciendo malabares con tres manzanas de verde refulgente que hubiera envidiado la mismísima malvada reina del cuento, aunque las prefiriera rojas.

Son ecológicas y de confianza por lo que solo tengo que lavarlas y poder así mantener la belleza cromática i la riqueza organoléptica de su piel.

Elijo entre las herramientas la más adecuada y les arranco el corazón a las tres. Una detrás de otra. Y deposito bálsamo reparador de heridas en forma de unas gotas de zumo de limón para evitar el oscurecimiento prematuro que pudiera dejar la incisión.

Termino el vino de la copa, no fuera a calentarse, y afilo el cuchillo contra la piedra. Y lo dejo al lado de la tabla de cortar, listo para enfrentarse al ritual sacrificador al que ya está acostumbrado. De hecho un cuchillo tiene claro cual es su destino: estar  siempre inhiesto y mojar muy poco, no como su prima la promiscua cuchara.

Añado un pellizco de sal al puerro. Otro a la cebolla y algo más de azúcar moreno, endulzándole caritativamente los últimos estertores, luego un chorrito de PX y controlo la última fase de la cocción para no pasarme bajando la potencia de los dos fuegos.

En un cazo caliento tibiamente agua y azúcar y pasó una a una y por las dos caras las rodajas de manzana que acabo de cortar, hasta que salen pejagosas.
 
Un toque de canela para la base de cebolla y un toque de jengibre para la base del puerro. Toques personales. De conocedor.

Y ahora a emplatar: rodaja de manzana de abajo, capa de cebolla y rodaja de foie con cristales de sal gris; nueva rodaja de manzana, ahora con base de puerro y de nuevo foie, y así hasta terminar la manzana como si estuviera intacta. Y hasta terminar las tres. Quedan de muerte.

Si los grandes cocineros presumen de deconstrucción yo me siento el rey al terminar mi reconstrucción.

Y para acabar abro el arcón congelador y extraigo una pelota sintiendo el escalofrío del gélido vapor que huye ingrávido e intangible. Dejo el paquete sobre el mármol y lo desenvuelvo con cuidado. No siento azoramiento alguno por la vista que se ofrece a mis ojos en aquel strip tease de capas de film cual velos de danzarina oriental.

Encajo cuidadosamente la manzana en su oquedad natural como con los cerdos servidos en la edad media y me felicito por la artística presentación del plato que llevo presto a la mesa pues mi mujer está a punto de llegar y quiero que vea su comida preferida: manzana con cebolla caramelizada y foie, sabiendo que le provocará un shock emocional.

Me apoyo en un ángulo del comedor brindando al aire con el sauternes y sosteniendo la compacta cámara digital para inmortalizar su expresión.

Oigo el tintinear de las llaves y el grito que sigue al abrir la puerta. No hay duda de que está apreciando la nueva decoración del recibidor, otro grito, este en sordina, ahogado con la mano. Un tercer grito entrecortado con mi nombre: “Martín ¿estás ahí?”

Con tal que no resbale con la sangre me conformo. El taconeo tambaleante se va acercando y de repente aparece.

Y junto a la cesta del pan, los relucientes cubiertos y las centelleantes copas a la intimidad de las velas, ve la cabeza de su amante, sobre el plato de fina porcelana, mirándola con ciegos ojos bien abiertos y con la deliciosa manzana con foie que constituye una de sus comidas preferidas, en la boca.

El flash inmortaliza el momento en que cae desmayada sobre el parquet. Cuando le advertí que celebraría mi santo con invitados me guardé mucho de darle ninguna pista.

Quería que su sorpresa fuera total. Y es que a todo cerdo le llega su San Martín.

Interrobang

sábado, 19 de mayo de 2012

Kaiku, las gambas y Pepe Carvalho

Pepe Carvalho siente la misma fervorosa pasión por la cocina y la comida como indiferencia por el fútbol, el cine, el teatro, la radio o la televisión entre otras aficiones públicas. Le golpea la opresión a la debilidad que ejercen los poderosos pero como que no puede cambiar el mundo acaba rechazándose a si mismo por lo que considera una actitud hipócrita.

Su estima se encamina hacia Charo la prostituta redimida con la que tiene una tierna relación especial y con Biscuter su ayudante todo terreno aunque tenga nombre de pequeño utilitario.

Sólo hay algo que le emocione, además de la cocina, ni que sea por unos instantes y es el ritual de encender la chimenea de su casa en Vallvidrera. Primero selecciona el libro adecuado al día, a su estado de ánimo y a su circunstancia y a continuación lo enciende utilizándolo como acelerante del fuedo de leña.

En su cocina tanto lo podemos ver preparándose un complicado bocadillo de varias capas, como friendo un chorizo a la sidra, como preparandose un revoltillos de ajos y esparragos trigueros, cociendo un oloroso potaje de múltiple colorido y composición u horneando una lubina o una dorada, de piscifactoria no por favor, con aderezo de hierbas aromáticas, ajo y cebolla.

No reniega de la nouvelle cuisine, ya superada por las deconstrucciones a las que tampoco rechaza pero abraza un cierto aire primitivo enraizado en las recetas del saber popular y en llamar al pan, pan y al vino, vino. Donde esté un buen corte de hogaza que se alejen los mini panes ultra congelados de cocción instantánea aunque estén rellenos de aceitunas negras, pipas o nueces.

Ha pasado hambre y sabe de la importancia que tiene reconfortar el estomago. Por eso mira de reojo, en estudiada contemplación, lo que piden las mesas vecinas del restaurante. En su frase "Ningún ser humano indiferente ante la comida es digno de confianza", se encuentra la síntesis de su filosofía. Y es su test para determinar como son las personas con las que trata; depende de lo que coman, como lo hagan y en que cantidad, le basta para formarse una opinión y generalmente, acertar.

Pepe Carvalho es el hijo literario de Manuel Vázquez Montalban y si aún no lo conocen ya están tardando. Buena novela negra y buena gastronomía.

A Pepe, como a Manolo, no les gustaba comer solos por eso les acompañaremos con este revoltijo de gambas, receta facilitada por Hug Pla, cocinero del Restaurant Kaiku de la Barceloneta.

Revoltijo de gambas

Ingredientes:

100 gr de gamba roja pequeña
20 gr ajos tiernos
1 diente de ajo
Perejil
2 cl aceite de oliva
2 huevos de gallina de granja


 
Elaboración:

En una paella antiadherente y a fuego medio salteamos los ajos tiernos cortados durante dos o tres minutos, a continuación añadimos las gambas peladas y el ajo y el perejil picados y lo salteamos todo durante un minuto.

Bajamos el fuego al mínimo y echamos los huevos batidos sin airear. Mezclamos de forma suave durante cuatro o cinco minutos y justo antes de que el huevo cuaje del todo, salpimentamos y emplatamos de inmediato (a la que se enfría pierde su cremosidad).

Un buen revoltijo debería de hacerse siempre al baño maría para conseguir la textura adecuada del huevo que, no lo olviden, no ha de ser tortilla.


Esta es la tercera y última entrega de Pepe Carvalho y la cocina, que empezara con el post del Lluçanès, aquí, y siguiera en el anterior post del mismo Kaiku, aquí.

Más sobre gastronomía negra en este blog, aquí.

Para saber todo y más sobre Pepe Carvalho. aquí. Van a disfrutar.