Y lo peor de todo, lo infinitamente peor de todo es saber que vivimos en un mundo en el que la realidad supera la ficción. Saber que no es un tópico revuelve el estomago y clava agujas en el cerebro.
Smoky Barret ha estado en el infierno en vida y ha vuelto. Aún no sabe si vive la vida o si está viviendo la muerte. No sabe que deberá regresar a ese tormentoso lugar, a ese infierno real que llaman vida una vez más, para recoger algunos de los pedazos en los que se fracturó su mente el día en que todo ocurrió. Para recomponerla.
Sigue viva a pesar de los pesares, a pesar de que desearía estar muerta, a pesar de que a nada le encuentra sentido. Ha pasado por todo lo peor que puede pasar un ser humano y todo en cuestión de horas. Ha pasado de tener una vida feliz a ser un despojo. Ha pagado con la vida el eludir la muerte.
Smoky Barret, nacida en 1968, es licenciada en criminología y graduada con matrícula de honor en su incorporación al FBI. Su resolutiva carrera pronto la lleva a forma parte del grupo de élite NCAVC y en 1996 coordinadora de esta sección en Los Ángeles. Smoky es un ejemplo y un referente. Fuerte como una roca. Decidida, resolutiva. Hasta que pasó aquello.
Aquello que hace que su mente vaya de un lado a otro sin ir nunca a ninguna parte. Aquello que la convirtió en esa muñeca rota y desfigurada que reflejan los espejos.
Es por eso por lo que ahora y desde hace ya tiempo acude regularmente a terapia. Para recomponer esa mente troceada a juego con su rostro y su cuerpo, un permanente disfraz de Hallowen.
Un hecho imprevisto, más atroz si cabe que su propia experiencia, tan cercano como para no poder dejar de implicarse sentimental y emocionalmente, sirve para precipitar su adaptación al entorno y su regreso al mundo de los vivos lleno de muerte. Otra vez toca sufrir. Otra vez sin respuestas. Pero se lo debe. A ella misma y a los suyos.
Smoky es una protagonista diamante: mezcla de dureza y fragilidad; un diamante tallado en múltiples caras que muestran complejidad psicológica, vulnerabilidad, fuerza física y mental, miedo, valentía; caras que ofrecen reflejos movidos de odio, venganza, sentimiento de culpa, necesidad de redimirse.
Smoky es capaz de soportar lo inimaginable y seguir luchando. Capaz de empuñar un pistola, su Glock, y convertirse en pistola.
Su equipo está a muerte con ella. Un equipo que por esta inquebrantable unión puede pagar muy, pero que muy cara, está complicidad. James, Alan, Callie y Leo, no sospechan a quien tienen enfrente. Pero saben que tienen que estar con Smoky.
El hombre sombra es ese ser intangible que siempre te acompaña. Siempre a tu lado por lo que no tienes secretos para él. Es esa sombra de la que no puedes deshacerte. Es etéreo hasta que se encarna en el mal y mata. No con rapidez, no limpiamente, si es que se puede matar así, sino todo lo contrario haciendo sufrir lo inimaginable. Disfrutando. Maldito engendro psicópata. Jugador de ventaja. Sus escenarios del crimen huelen a sangre y a dolor, a orín y a terror, a sudor y a carcajadas, a vísceras y a gritos, a semen y a pánico.
El hombre sombra es una novela de Cody Mcfadyen con la que sufrir. Mucho. Tal vez demasiado. Es en exceso morbosa y tensiona hasta más allá de la lectura soportable. Se lee con el estomago en la boca, mandíbulas apretadas, el corazón en un puño, piernas encogidas y guiñando los ojos para no ver más que lo justito para seguir leyendo.
Piénseselo antes de abrirla y si lo van a hacer no lean nada antes que pueda anticiparles su contenido. Mantengan intacta la capacidad de sorpresa. Si van a zambullirse háganlo a pulmón.
Post scriptum:
la segunda novela de Smoky, El rostro de la muerte, comentada aquí.