¿Soy el único al que su lectura no le ha dicho nada? |
A la novela La chica del tren, las partes interesadas en
su promoción, la comparan con todo lo que tenga que ver con trenes, asesinatos
y voyeurismo: El tren de las 4:50 de Agatha Christie (nada más lejos de la
realidad); La ventada indiscreta de Cornell Woolrich (ya quisiera; incluso la
adaptación de Hitchcock); Extraños en un tren de Patricia Highsmith (se parecen
como un huevo a un espárrago); Perdida de Gillian Flynn (con esta
última, además de un posible punto en común argumental, porqué fue el éxito de
ventas 2014: o sea su predecesora en esto de la novela del verano).
Del mismo modo que si el título hubiera sido qualquier otro, La chica
de la playa, por ejemplo, la compararían con Tiburón, Calma total, Titanic o Le
llaman Bodhi.
Parece que si no te comparas no existes. Y todo para
sublimar la referencia al suspense.
Intriga y suspense, puntos en común de todos los títulos
citados. Pero los medios olvidan que el suspense no es solo aguardar al final
para desvelar o resolver; el suspense se va componiendo página a página y
fotograma a fotograma y que solo de esta forma se consigue el efecto épatant
al final.
Curiosamente nadie la ha comparado con El diario de
Bridget Jones y es que dejando la comedia aparte (La chica del tren es
completamente dramática) mantiene más de un paralelismo.
Rachel es una joven inglesa solitaria, alcohólica, que
está engordando, que se siente sola, perdedora, incapaz de afrontar la realidad
y por eso mismo engendrando un sentimiento de culpabilidad y frustración que le
impide dejar la bebida. Un círculo vicioso que la hunde cada vez más.
Una joven desesperada, pero sin capacidad de reacción,
por disponer de una vida que no le es desconocida: con un hombre al que amar,
con un trabajo en el que realizarse, con una casa que decorar, con un hijo que
cuidar y con un entorno donde relacionarse.
Por eso cada mañana mientras va a Londres en tren mira
por la ventanilla y fantasea con las personas que ve e imagina vidas de cuento
y ensueño; y por eso cuando un día ve un gesto cariñoso que sin embargo amenaza
con romper la felicidad que supone en una pareja, se activa en ella la
necesidad de interceder lo que acaba involucrándola en un caso criminal.
Rachel va a ser protagonista determinante aunque
involuntario de esa confusa trama que muestra que la vida que se ve desde la
ventanilla de un tren puede no parecerse a la que se vive desde dentro del
hogar.
Paula Hawkins |
Paula Hawkins ha escrito un thriller psicológico trazado
en espiral de avance lento y sin sorpresas. Con un tratamiento de la
cotidianeidad, casualidad, ubicación suburbial próxima a Londres e
inclinaciones paranoides de los personajes, de esa escuela británica mejor representada
por Patricia Highsmith, Ruth Rendell o Sophie Hannah.
Narrado en primera persona por las tres voces femeninas protagonistas:
Rachel, Megan y Ana (no resulta fácil entrar y salir cada vez de un personaje
distinto para captar en su plenitud los tics de cada una) expone los
sentimientos, los miedos, las emociones, las debilidades y los razonamientos
que mueven a cada una de ellas y que las llevan alternativamente a despertar
simpatía y rechazo a ojos del lector.
El resultado final es un thriller que ya hemos leído antes
con un argumento que en todo caso embauca más que atrapa y con un final tan precozmente
intuido que su constatación al producirse aburre más que complace.
En 2016 estreno de la versión cinematográfica.