viernes, 1 de junio de 2012

Fácil de matar y Sin entrañas

Diana Dial es como se llama la reportera intrépida y detective ocasional que Maruja Torres ha recuperado del baúl de los recuerdos para entrar en la tienda de todo a 100  en que se está convirtiendo la novela negra, la novela interrobang, en los últimos tiempos.

Diana Dial: sonoro nombre digno de los 80, de cuando nació, en plena movida madrileña, viviendo la post-modernidad, como una protagonista de Almodóvar, tiene apellido radiofónico y nombre de diosa. Vive de la pensión que le pasa su ex y es valiente, arrojada, guerrera, independiente, viajada, culta, bon vivant... es tanto que parece una proyección de un catálogo de frustraciones. Es tanto que es imposible que sea.

Diana tiene mucho de Maruja, con M mayúscula, y Maruja tiene de Diana lo que tiene y le ha añadido lo que le gustaría que tuviera. Que duda cabe, aunque esto sea lo de menos.

La arropa con la compañía de Fattush, inspector libanés con el que da cuenta de buenas narguiles y con la de Joy, criada filipina y madre de una preciosidad llamada Yara.

De las dos novelas publicadas, Fácil de matar, la primera, y tal vez por aquello de serlo, está cuidada y bien construida, los personajes están muy bien justificados y tienen cuerpo y entidad, el argumento tiene contenido con situaciones cruzadas al caso principal que lo enriquecen, hay ambientación, entorno, está arropada y es muy creíble. Sus diálogos, marujianos, son afilados e inteligentes y combina con habilidad dramatismo y situaciones divertidas y de cierto recochineo.

Se palpa la vena de reportera de la autora en las descripciones del sentir del pueblo y en el análisis de la violencia en la lucha de facciones por el poder.

Beirut, donde transcurre la acción, es una ciudad recorrida de cabo a rabo durante años y muy querida por la autora, su vasto conocimiento le permite armar un argumento de novela detectivesca salpimentada de novela negra en un entorno creíble encajado en el día de día de las distintas clases sociales y el estado de guerra casi permanente. Se nota y mucho el contrastado oficio de Maruja Torres en escribir y transmite con facilidad ese estilo que tan bien ha empleado en columnas y dominicales y con el que se ha ganado a muchos seguidores.

Pueden leer aquí el primer capítulo de Fácil de matar en el blog de la autora. http://www.marujatorres.com/blog/facil_de_matar.pdf


En la segunda, Sin entrañas, se echa en falta todo lo anterior, lo que en aquella pretendía ser serio ahora parece estar de vuelta de todo y ya el desmelene es notorio, elige personajes ridículos o los ridiculiza abiertamente y parodia a todo lo que se mueve incluida la difunta Agatha Christie aunque esté ya por encima de revisitaciones.

Es una novela a la que no hay que buscarle seriedad y si mucha coña. Y así, puede llegar a digerirse. El punto de partida y la momificación podrían haber dado mucho juego, pero a partir de un momento es como si a la autora se olvidara de la intención primera y se perdiera en los meandros de los recuerdos y se convirtiera en turista de low cost.

Y aunque transcurre en el Nilo, desaprovecha las enormes posibilidades que un país como Egipto puede brindar a un escritor: cultura, historia, restos arqueológicos, comida. Encierra a sus personajes en el barco de tal modo que podrían estar perfectamente dentro de la Pirámide del Adivino en Uxmal o en un campamento en el cráter del Ngorongoro y sería lo mismo. Los diálogos no hacen avanzar la trama con fluidez y casi se podría identificar, sin riesgo a equivocarse, cuando habla Diana y cuando lo hace Maruja. La evisceración del cadáver parece haber alcanzado también a la novela dejando solo un armazón vacío y frágil al paso del tiempo.

Pueden leer aquí el primer capítulo de Sin entrañas en el blog de la autora.

Dos novelas en tan poco tiempo parecen cosecha anual de vino blanco recién embotellado: efluvios fáciles en nariz y fresco y exagerado en boca, pero sin recorrido.

Se anuncia ya la tercera entrega de Diana Dial esta vez en Roma y con el Vaticano ¿cómo Città Aperta o como El Pájaro Espino?.

viernes, 25 de mayo de 2012

Sin causa aparente

En un suicidio ¿quien es el asesino? ¿la propia víctima? o ¿el motivo que la conduce a la muerte?

Es un auto asesinato inducido por una aflicción o la combinación de varias: angustia, cobardía, miedo, ansiedad, desesperación, enfermedad, soledad,  sufrimiento, dolor... Un suicidio es un asesinato perpetrado contra uno mismo.

Pero, ¿tiene en cuenta el suicida que al matarse, mata también una parte de las personas queridas? ¿que su muerte no es el fin sino el principio de un vacío lleno de desesperación y preguntas sin respuesta? ¿le importa acaso?

El valor que demuestra el suicida es indiscutible, la cobardía que demuestra también. Compleja dualidad que solo un suicida frustrado podría llegar a explicar. Nadie está capacitado para juzgar su verdad.

No es el caso de Raquel, su más que probable suicidio no es frustrado sino exitoso y por eso ni Matías ni David van a ser, desde ese momento, más que unas vidas rotas de muy difícil recomposición. No solo se rompen los esquemas sino también los sentimientos y esos no reaccionan a pegamento de uso instantáneo. ¿Cómo se le dice a un niño de seis años que no va a volver a ver nunca más a su mamá?

¿Se ha suicidado Raquel? Y si lo ha hecho ¿Por qué?

Solo de pensarlo se llenan los ojos de lágrimas, una y otra vez. Solo de recordar su alegría en vida, se parte el alma. Nadie puede entender tanto dolor; nadie puede sentir tanta desesperación, tanto abandono, tanta rabia, tanta tristeza.

El desasosiego avanza provocando ahogo y la ansiedad oprime las arterias y no deja que la sangre llegue al cerebro. Raquel está muerta y no hay explicación; no hay respuestas. Sin causa aparente, Raquel, al parecer por propia voluntad, ha abierto una ventana y ha salido al vacío.

Nadie, ni la policia saben hacia donde ni como orientar la investigación. Pero algo turbio debe haber para que una mujer feliz con su suerte renuncie para siempre a volver a besar a su marido y abrazar a su querido hijo pequeño. 

Enric Nasarre es el subinspector de policia que no abandona y su tenacidad tal vez pueda dar luz al suceso. Su tenacidad ayudada por cualquier información que pueda valer, por cualquier pista que en el algún lugar debe existir, dispuesta a ser encontrada y comprendida. Tenacidad ayudada por la abnegación de Clara Núñez la agente que no ceja en su trabajo y no deja nada sin analizar y ayudada por la profesionalidad y solidaridad para con las víctimas de Lidia Bermúdez, una agente dispuesta a asumir cualquier riesgo.

Empar Fernández ha construido un relato desgarrador que tiene origen en la sordidez degradada de individuos que no tienen nada de humano, en la encarnación con mucha realidad y nada de fantasía de un submundo de horror y dolor que habita en el nuestro y al que se accede por una puerta que nos queda a tocar pero que no vemos. El reino del maligno. Y no huele a azufre sino a after shave.

Sin causa aparente se estructura en dos partes, en la primera se vive el terrible y angustioso esfuerzo de los sobrevivientes por adaptarse a la nueva situación, en la casa vacía, frente a la historia vivida en común de cualquier objeto, la exposición a los ojos del vecindario.

En la segunda la investigación policial toma fuerza y avanza y deja un asiento al lector para que viva en primera persona el vértigo que imana del deseo de que nadie quede impune en este caso. Deseo de venganza.

Es de esas lecturas que encoge el estomago y retuerce las tripas, de esas lecturas que precisan de intermedios para coger aire y poder continuar, de esas lecturas que provocan arcadas y reducen a la nada el apetito y reclaman ratos de cielo y sol para tener constancia de que la luz sigue existiendo.

sábado, 19 de mayo de 2012

Kaiku, las gambas y Pepe Carvalho

Pepe Carvalho siente la misma fervorosa pasión por la cocina y la comida como indiferencia por el fútbol, el cine, el teatro, la radio o la televisión entre otras aficiones públicas. Le golpea la opresión a la debilidad que ejercen los poderosos pero como que no puede cambiar el mundo acaba rechazándose a si mismo por lo que considera una actitud hipócrita.

Su estima se encamina hacia Charo la prostituta redimida con la que tiene una tierna relación especial y con Biscuter su ayudante todo terreno aunque tenga nombre de pequeño utilitario.

Sólo hay algo que le emocione, además de la cocina, ni que sea por unos instantes y es el ritual de encender la chimenea de su casa en Vallvidrera. Primero selecciona el libro adecuado al día, a su estado de ánimo y a su circunstancia y a continuación lo enciende utilizándolo como acelerante del fuedo de leña.

En su cocina tanto lo podemos ver preparándose un complicado bocadillo de varias capas, como friendo un chorizo a la sidra, como preparandose un revoltillos de ajos y esparragos trigueros, cociendo un oloroso potaje de múltiple colorido y composición u horneando una lubina o una dorada, de piscifactoria no por favor, con aderezo de hierbas aromáticas, ajo y cebolla.

No reniega de la nouvelle cuisine, ya superada por las deconstrucciones a las que tampoco rechaza pero abraza un cierto aire primitivo enraizado en las recetas del saber popular y en llamar al pan, pan y al vino, vino. Donde esté un buen corte de hogaza que se alejen los mini panes ultra congelados de cocción instantánea aunque estén rellenos de aceitunas negras, pipas o nueces.

Ha pasado hambre y sabe de la importancia que tiene reconfortar el estomago. Por eso mira de reojo, en estudiada contemplación, lo que piden las mesas vecinas del restaurante. En su frase "Ningún ser humano indiferente ante la comida es digno de confianza", se encuentra la síntesis de su filosofía. Y es su test para determinar como son las personas con las que trata; depende de lo que coman, como lo hagan y en que cantidad, le basta para formarse una opinión y generalmente, acertar.

Pepe Carvalho es el hijo literario de Manuel Vázquez Montalban y si aún no lo conocen ya están tardando. Buena novela negra y buena gastronomía.

A Pepe, como a Manolo, no les gustaba comer solos por eso les acompañaremos con este revoltijo de gambas, receta facilitada por Hug Pla, cocinero del Restaurant Kaiku de la Barceloneta.

Revoltijo de gambas

Ingredientes:

100 gr de gamba roja pequeña
20 gr ajos tiernos
1 diente de ajo
Perejil
2 cl aceite de oliva
2 huevos de gallina de granja


 
Elaboración:

En una paella antiadherente y a fuego medio salteamos los ajos tiernos cortados durante dos o tres minutos, a continuación añadimos las gambas peladas y el ajo y el perejil picados y lo salteamos todo durante un minuto.

Bajamos el fuego al mínimo y echamos los huevos batidos sin airear. Mezclamos de forma suave durante cuatro o cinco minutos y justo antes de que el huevo cuaje del todo, salpimentamos y emplatamos de inmediato (a la que se enfría pierde su cremosidad).

Un buen revoltijo debería de hacerse siempre al baño maría para conseguir la textura adecuada del huevo que, no lo olviden, no ha de ser tortilla.


Esta es la tercera y última entrega de Pepe Carvalho y la cocina, que empezara con el post del Lluçanès, aquí, y siguiera en el anterior post del mismo Kaiku, aquí.

Más sobre gastronomía negra en este blog, aquí.

Para saber todo y más sobre Pepe Carvalho. aquí. Van a disfrutar.

martes, 15 de mayo de 2012

Eladio Monroy y Alexis Ravelo

Se necesitaría más de una vida, muchas más, para poder dar cuenta de toda la lectura de género a nuestro alcance. Y como que no hay garantía de que la rueda de reencarnaciones exista, jueguen sobre seguro y no se vayan de este mundo sin haber leído a Alexis Ravelo.

Es este un escritor de Las Palmas de Gran Canaria, población que parece no tener gentilicio propio lo que supone que sus habitantes se agrupen en tres facciones: para algunos es un insulto y para otros una seña de identidad por omisión. Y Eladio Monroy, el protagonista de sus novelas, parece pertenecer al tercer grupo de opinión: yo soy porque existo y no por estar donde esté.

Alexis comparte con Eladio el que ambos lucen cabeza como bola de billar y Ravelo comparte conmigo un anagrama del mismo apellido. Ambas características son pura coincidencia y no contienen mensaje subliminal alguno: ni Alexis encaja puñetazos y cuchilladas todos los días ni yo escribo novelas y ya me gustaría tener su talento.

Y es que las novelas que protagoniza Eladio Monroy son de ese género negro, urbano y canalla que ahonda en los males de nuestra sociedad para extirpar pus y sangre podrida en un intento de librar de letales indeseables nuestra cotidianeidad.

Eladio es un ex-marinero que un accidente ha dejado en dique seco. Y aunque ahora ande sobre tierra firme el suelo no deja de moverse bajo sus pies. Complementa su pensión ayudando a conocidos con trabajos para la comunidad que consisten en buscar cosas y personas y acaba encontrando lo que no debería si alguien no lo encuentra antes a él: ambas situaciones acaban siendo comprometidas y peligrosas.

Su pundonor que no violencia gratuita, le permite afrontar cualquier ataque sin amedrentarse y tiene claro que en estos casos quien da primero da dos veces, por lo que no se para en códigos de honor más allá del que pueda garantizarle la supervivencia.

Es bravucón pero no pendenciero, cínico pero respetuoso, sarcástico pero de buen corazón y sobre todo es independiente como un gato salvaje que, no rechaza unos mimos pero prefiere mil veces la incomodidad de la intemperie bajo una noche estrellada a la confortabilidad de la rutina de ahí que su relación con Gloria, vecina fija, amante ocasional y aspirante a pareja estable, no acabe de definirse.

De ahí también que se sienta tan a gusto con la militancia anarquista de Manolo, el de la librería o con la mala leche de perro ladrador de Chapi, el del taller, o con la gran humanidad que destila en cada gesto y en cada palabra Dudú, el mecánico o con la habilidad para hilvanar frases enteras con un solo alzamiento de ceja de Casimiro, el del bar o con la integridad a pesar de ser madero o precisamente por eso de Déniz, el comisario o con la voz aterciopelada de melocotón de Paula...

Alexis Ravelo le da a cada personaje un hábitat, un ecosistema propio, para que allí desarrolle sus vicios y sus virtudes y casi se diría que son ellos los que le permiten al autor el que los visite, tal es su nivel de realismo y su sentimiento de propiedad que ha ido adquiriendo a lo largo de las novelas de la parcela que les fuera otorgada.

Solo un buen escritor es capaz de combinar la poesía y la filosofía con el reparto de puñetazos y el brillante volar de las navajas sin que parezca una boutarde y Alexis Ravelo lo consigue de pe a pa. Hace que escribir parezca fácil.

Tanto Tres funerales para Eladio Monroy, como Sólo los muertos como la última Los tipos duros no leen poesía, son historias que eligen al lector como saco de entrenamiento y golpean duro sin miramientos, sin concesiones; buscando el punto débil pero jugando limpio, ningún golpe por detrás ni más abajo de la cintura. Son realidades fabuladas, de esas con las que te puedes topar a la vuelta de la esquina, de ahí que su credibilidad esté garantizada y la facilidad con la que se explica sea tan auténtica.

Después de su lectura toca relajarse con la interpretación de las cubiertas: magistrales. Ojalá todas las editoriales, como ha hecho Anroart, tomaran ejemplo de como diseñar cubiertas, ojalá más contrataran a Fernando Martínez “Montecruz”. Un mago del pincel que con pocos colores y con economía figurativa consigue captar la esencia de la novela que protege y darle un toque personal al libro.

Recomendación con garantía de origen. Se leen de una tirada y se queda con ganas de más. Léanlas por orden cronológico y como los vinos que se sirven en una comida, verán como van de más a mejor. Ah! Y no salgan de casa sin bolígrafo nunca más. Da igual el diseño, el color de la tinta o la marca.

Alexis, http://alexisravelo.wordpress.com/ si lees esto y la decisión de continuar o no la serie con una cuarta novela, depende de algo, piensa que un póquer siempre gana a un trío.

Post scriptum:
Del mismo autor pueden consultar en este blog:

Morir despacio (la cuarta protagonizada por Eladio Monroy)
Las flores no sangran
La estrategia del pequinés

viernes, 11 de mayo de 2012

La Tabla de Flandes

Hace unos pocos meses, en un blog literario y a propósito del análisis de una obra actual de Arturo Pérez Reverte, comenté que los reparos a comulgar con un autor y con su obra provenientes del conocimiento que tenemos de él por sus apariciones públicas, son inherentes a nuestra percepción humana pero no deberían de ser el único motivo para acercarnos o alejarnos de su obra, aunque sea difícil la disociación.

Esto venía cuento de que había comentarios que descalificaban al autor por conocerlo solo en su faceta de tertuliano polémico y twitter exacerbante sin opinar sobre su obra que era de lo que trataba el post. Algo parecido a lo que sucede con, la ahora novelista negra, Maruja Torres, que despierta simpatía y animadversión a partes iguales.

Yo defendía su obra aludiendo que, aunque su carácter, su actitud para con la vida, pueda gustar o repeler, es un magnífico prosista y que nadie al que le guste la buena literatura debería dejar de leer alguna de sus novelas que me atrevía a clasificar en tres facetas:

•  el contador de ficción donde descubrimos su imaginación y su erudición cultural (p.e. La Tabla de Flandes)
•  el contador de realidades donde deja gotas biográficas e históricas de sangre y sudor ya sea en primera o en tercera persona (p.e. Territorio Comanche)
•  el crítico social de verbo rápido (p.e. sus artículos periodísticos agrupados en varios libros).

Y al hilo aprovecho para recomendar, a quien a pesar de todo aún no la conozca, la lectura de La Tabla de Flandes (la versión cinematográfica como si no existiera por favor).

Es esta una novela de 1990 que aunque tiene más de enigma que de negra, no es ni lo uno ni lo otro sino algo nuevo resultante de mezclar ambos géneros y añadirle una patina de Historia.
La parte de genio literario que tiene Pérez Reverte se muestra en su habilidad para flexibilizar los cánones que enmarcan los géneros pero sin romper esquemas para conseguir una trama en la que todo tenga razón de ser y pueda ser explicado.

El autor recoge la esencia de la novela enigma, detectivesca, léase la falsa sospecha, las pistas de interpretación analítica, la perspicacia del detective aficionado y la esencia de la novela negra representada en el determinismo de las clases sociales, el desarraigo, la corrupción y la ley, y con todo ello ofrece una alternativa que asegura que hay vida más allá de los clásicos.

Claro que esto que ahora resulta tan habitual e incluso pueda parecer pueril, veintidós años atrás, en este país, era novedad y casi atrevido.

En La Tabla de Flandes hay enigmas a resolver y asesinatos a investigar. Hay espacios cerrados (¡más cerrado que un cuadro!) y abiertos (¡más abierto que una ciudad!). Hay reposos deductivos y acciones dinamizadas. Hay bien y mal. Hay justicia legal y justicia arbitraria. Hay ley y hay honor.

Todo gira sobre un cuadro, La partida de ajedrez, de Pieter Van Huys y el trapicheo del submundo del arte, las subastas y el coleccionismo.

Perfiles, caracteres, actitudes conforman a cada personaje como si fueran las piezas de ajedrez de una partida empezada hace cientos de años.

Es una partida de ajedrez empezada que se juega para atrás (absolutamente recomendable y una gozada para quienes sepan jugar; inténtenlo) y que se juega para adelante (más difícil pero no menos estimulante; pruébenlo), en una clara alusión a que si alguien mató entonces nada impide que alguien lo haga ahora.

No se enroquen i acepten el envite. La partida está servida.