Londres 1890 |
Oscar Wilde y una muerte sin importancia, Oscar Wilde y el club de la muerte y Oscar Wilde y la sonrisa del muerto, son los tres títulos traducidos al castellano de los cinco publicados pertenecientes a la serie Los misterios de Oscar Wilde, en donde este es el protagonista absoluto, del novelista Gyles Brandreth.
La primera de las novelas, el primero de estos misterios, acaece entre 1889 y 1890, recién creado el Departamento de Investigaciones Criminales de la Policía Metropolitana de Londres, que es cuando tiene lugar el encuentro casual, o no, de dos genios de las letras británicas cuya vida de ficción no tiene nada que envidiar a su vida real.
Por un lado Arthur Conan Doyle, médico escocés, felizmente casado y cuya afición a la literatura le impele a escribir y como autor novel acaba de publicar Estudio en escarlata, donde presenta a un detective, Sherlock Holmes, con un peculiar método deductivo avalado por un curioso planteamiento del razonamiento, y del que está cosechando buenas críticas. En la segunda novela de esta serie de misterios, habiendo publicado ya El signo de los cuatro conoceremos su insatisfacción por mantener al héroe y su deseo de terminar con el.
Y por el otro Oscar Wilde, dublinés, un ya reconocido y aclamado autor, bon vivant sublimado “Soy de gustos sencillos, Me contento siempre con lo mejor”, que está trabajando en la obra por la que será más recordado: El retrato de Dorian Grey.
Ambos quedan inmediatamente enlazados por una emotiva amistad y profundamente admirados de sus correspondientes habilidades y Conan Doyle decide que, como reconocimiento, creará un hermano mayor para Sherlock a imagen y semejanza de este genio creador que sublima en Wilde.
Robert Sherard, londinense, poeta, escritor y amigo de Oscar, y a la postre su biógrafo más autorizado, da cuenta de esa amistad en sus publicaciones a la vez que narra en primera persona una serie de hechos criminales a los que el ingenio de ambos, y la participación puntual de Conan Doyle, hizo frente y dio satisfactoria resolución.
Oscar Wilde, que es para quien se inventó el adjetivo hedonista: “la vida es la pesadilla que nos impide vivir”, y que tiene un agudo sentido del humor “tomaremos cualquier borgoña que nos recomiende el sommelier. Hoy me apetece vivir peligrosamente” es un gran amigo de sus amigos y un generoso artista de una sensibilidad exquisita con una gran capacidad de vivir el momento y que se nos revela con una capacidad de observación y de deducción razonada capaz de rivalizar con las de su admirado Sherlock Holmes, a quien ha escogido como maestro de ese arte con la secreta esperanza de superarlo y ser reconocido por ello.
Esto es lo que le acredita como el detective aficionado capaz de resolver los misterios y crímenes en los que Gyles Brandreth tiene a bien envolverlo.
Gyles Brandreth |
Gyles Brandreth es el autor, el artífice de estas novelas, cinco hasta la fecha, en las que partiendo de personas y documentos reales y hechos socio políticos y culturales verídicos juega con la licencia poética del autor para incorporar elementos fantasiosos con los que crear unos argumentos de novela policial costumbrista que tienen en los actos, actitudes, pensamientos y modales de los protagonistas sus puntos más fuertes.
Constance y Cyryl |
Oscar Wilde, Constance, Arthur Conan Doyle, Robert Sherard, Bram Stoker, Shara Bernard, todos personajes reales y todos influyentes, a su modo, y artífices de la historia que tienen los mismos vicios y virtudes que el resto de la humanidad, y que entrecruzan sus vidas para dar cuerpo a estas obras.
El resultado son unas novelas apasionadas, novelas de caracteres que cuentan además con una perfecta recreación de la sociedad y ambiente de la época victoriana que le confiere autentica calidad de fresco histórico. Imprescindibles para los amantes del costumbrismo y del género biográfico, obligatorias para todos los seguidores de la novela policial clásica y perfecta para los incondicionales de Sherlock Holmes, como personaje y como método.
Oscar Wilde y una muerte sin importancia
El martes 31 de agosto de 1889 Oscar Wilde descubre el cadáver del joven Billy Wood, en una casa donde tenía una cita y abandona el lugar presa del desasosiego. La impresión casi consigue descolocar a quien nunca pierde la calma ni la compostura “Los estados de ánimo no duran. Ése es su principal encanto” y cuando finalmente consigue ser otra vez responsable de sus actos regresa al lugar para descubrir con inquietud que no hay ni rastro del cuerpo. A instancias de su recién conocido Arthur Conan Doyle pone el asunto en conocimiento del inspector Aidan Fraser, amigo de este, para que inicie una investigación formal.
La primera de la serie y sin duda las más acorde a los cánones del género policial. Una investigación de avance progresivo, juego de espejos para reflejar falsos sospechosos y un desenlace al más puro estilo de novela inglesa de la época.
El Club Sócrates es una excusa para pasar la jornada del domingo, que por ser el festivo antes de, tiene la capacidad de favorecer un estado de depresión que se acentúa a medida que se acaba el día. Oscar Wilde, no podía ser otro, celebra estas jornadas con una comida con sus amigos y entre las actividades que se inventa para pasarlo bien propone jugar al asesinato: cada uno de los presentes debe anotar de forma anónima en un papel el nombre de quien, presente o no en la comida, quisiera matar o ver muerto. Divertido juego de sobremesa que tiene el defecto de poder traspasar el concepto abstracto y materializarse en una macabra realidad donde se suceden los asesinatos.
Segunda novela de la serie que se presenta de forma inmejorable, empieza muy fuerte, pero que sufre para mantener el tono, aún y así tiene una factura muy elaborada y aunque más costumbrista que policial, con especial ahondamiento en la doble moral soterrada de la época, no defrauda.
Oscar Wilde y la sonrisa del muerto
Un periplo de Oscar como conferenciante por los Estados Unidos que indudablemente tiene su impacto emocional por la serie de aventuras vividas y las amistades trabadas, un regreso a Londres como puente transitorio para una larga estancia en París donde Oscar Wilde participa en una adaptación de Hamlet para el célebre empresario teatral Edmond La Grange cuando la compañía se ve sacudida por la inexplicable muerte por aparentes suicidios, que no evidentes, de personal allegado lo que genera un misterio que la mente de Oscar no puede dejar de investigar.
Tercera novela de la serie en la que la crítica social tiene gran expansión. La sociedad británica remilgada de puertas afuera, deja paso a la libertina de un París, que en plena efervescencia creativa potenciada por la ingesta de absenta y la cocaína es una olla a presión donde se cocinan emociones con placeres. La trama policial transcurre soterrada por el desborde de color de las fiestas de la ciudad de la luz aunque consigue ir ganando protagonismo y hacerse dueña de la situación.
Gyles Brandreth está demostrando, en su evolución desde la primera novela a la tercera, sentirse cada vez cómodo rescribiendo de forma novelada la historia. Falta conocer si esta tendencia sigue así en las dos obras aún no traducidas o por el contrario retoman la senda original de la serie donde la trama detectivesca tenía más peso.
Huelga decir que leídas de un tirón, ni tan siquiera el encantador y afable carácter de Oscar Wilde, soporta el envite. Respiren entre una y otra para no empacharse y para saborear mejor todo lo que se ofrece. Que es mucho.
Post Scriptum:
Oscar Wilde en su
vida real como escritor también puso su granito de arena en la novela policíaca
de la época. Un ejemplo lo pueden leer en el post dedicado a El crimen
de lord Arthur Saville.