Bordelli siempre sabe como salvar a la gente de su destino, ejerce la acción adecuada y concede el gesto necesario. Ve con meridiana claridad lo que hay que hacer en cada momento, pero ¿a él quien lo salva?
No es que haya desperdiciado trenes es que cuando ha ido a la estación no ha esperado el tiempo necesario y ahora con 53 años cumplidos y sin pareja se encuentra más que solo y esto empieza a aterrarlo.
Tiene amigos, muchos y variopintos, y organiza cenas en las que invita a nuevos conocidos y en donde la felicidad del grupo le sirve de vacuna para soportar unos días más pero nada quita que desee encontrar a la que haya de ser la mujer de su vida y pueda formar una familia. También tiene familia: su tía Camila, su tío Franco y su primo Rodrigo con quien se lleva de pena pero sus visitas nos regalan hilarantes momentos.
Bordelli fuma para respirar, si lo dejara no sabría como inhalar aire sin inspirar humo, conduce un escarabajo, come cada día fuera de casa, o mal o en la trattoria De Cesare donde Totó tanto le improvisa una Panzanella como un Bacalao a la Livornesa.
Y como buen italiano tiene paladar para la comida y para el vino y tiene ojo para el arte, distingue a simple vista obras de Fattori, Segantini, Nomellini, Ghiglia y más y acaba de descubrir que el DDT es más peligroso que dejarse comer por los mosquitos por lo que opta pasar las noches rascándose.
Bordelli se encuentra mejor y más a gusto con raterillos de poca monta, que solo roban para continuar viviendo, y con genios incomprendidos y solitarios, como él, que con los políticos, con todo aquel que detente poder. Los que deciden sobre la vida de los demás sin importarles la opinión de quienes dicen ayudar no merecen su crédito. Bordelli juega según sus propias reglas aprendidas hace mucho tiempo cuando luchó en el frente.
La guerra le ha enseñado a ser como es: solidario, justo y agradecido. En ella descubrió que los nazis no eran sino personas, jóvenes como él, a quienes les habían encasquetado un uniforme y los habían abandonado en tierra hostil. En la guerra mató pero aprendió a respetar la vida y su última víctima, la número 37, en 1945, un joven prácticamente de su edad, le enseñó que la muerte es el fin de todo y que por eso hay que vivir el momento.
El comisario Bordelli es una novela ambientada en Florencia en 1963, en un agosto de calor sofocante en donde el aire no corre por no sudar. En donde la noche cae despacio, para no cansarse, sobre la estructura del Ponte Vecchio, Bordelli debe encargarse de esclarecer la muerte de una señora en su señorial villa del siglo XVII y en el transcurso de la investigación se irán entrecruzando recuerdos y personajes que irán explicando la naturaleza humana del policía que empieza siendo comisario y acaba siendo comisario jefe. Algo que sus colaboradores Mugnai y, el nuevo, Piras, el sardo, no notan por su manifiesta humildad.
Marco Vichi, el autor, de esta saga de novelas, nos propone una lectura refrescante, a pesar del inmenso calor que describe, por su tratamiento humanista, por sus apuntes surrealistas, la conversación con Aldo Affumicato sin ir más lejos y por su sencillez narrativa. Una vez más una buena novela negra se mide por la grandeza de sus personajes.
Solo pedimos dos cosas:
Que en la próxima reencarnación tengamos un despertar sexual con la complicidad de Annina y que, por favor, en la próxima cena, Bordelli nos guarde una silla que permita acomodarnos al lado de Diotivede, forense en activo de 70 años; del Botta, ladrón y cocinero; de Fabiani, psicoanalista melancólico; de Cana, ladronzuelo de poca monta; de Dante, inventor y amaestrador de ratones y de Piras, el agente novato y anti tabaco total, y que podamos oír sus charlas entre humo, Chianti y comida turca.
Receta de la Panzanella, pan ensalada, plato frío de la Toscana:
Pan troceado y acompañado de cebolla y tomate todo bien aliñado con aceite de oliva, vinagre, sal, pimienta y hojas de albahaca.
También se puede añadir lechuga, alcaparras, anchoas, cebolla, pepino, atún, zanahoria, apio...
Post scriptum: otras novelas de la serie en este mismo blog
3. El recién llegado