Parker es la adaptación al cómic por Darwyn Cooke de las novelas de Richard Stark seudónimo de Donald Westlake. Vean aquí la entrada referente a los números 1. El Cazador y 2. La Compañía, de esta serie.
Decir que Parker es un ladrón es casi un insulto. Parker es un artista del robo. Planea sus acciones con meticulosidad buscando el mínimo esfuerzo, el mínimo desgaste y el mínimo riesgo, pero aún y así las aventuras de Parker son una olla a presión con la válvula deteriorada: nunca sabes si aguantará o explotará sin previo aviso.
Parker es único en su género y en su oficio. Es capaz de desactivar una situación extrema sin que le tiemble la ceniza del cigarrillo que lleva colgado en los labios. Por eso es tan bueno que es el mejor y por eso nadie le chista y por eso quien lo contrata debe sabe que tener a Parker en el equipo es como tener un escorpión en la cama: inofensivo si no se le molesta, letal si se le traiciona.
Y el equipo en esta ocasión lo componen doce hombres blancos aunque uno sea asiático. Ni uno negro. Doce como un jurado. Doce porque cada uno cumple un propósito determinado. Especialistas. Una orquesta de virtuosos interpretando la partitura que ha compuesto Parker, el director.
Edgars es el contratante, a primera vista su plan parece una chifladura imposible ya que no plantea robar un establecimiento anulando una alarma y reduciendo un vigilante de seguridad. No. Lo que plantea es robar una ciudad. Suena raro. Parece imposible.
Pero basta con que lo parezca para que no lo sea y a Parker le tiente el llevarlo a cabo. Un reto monumental. Trasgrediendo sus propias reglas, se aplica a buscar el plan perfecto, combinación de audacia e imaginación, pura estrategia militar creativa, para conseguir que El Golpe sea posible.
Parker sigue siendo un lobo solitario pero que no duda en ayudar a otro de la manada sin que eso sea debilidad solo consecuencia ética, como demuestra con Grofield a quien acaba entendiendo y aceptando su inoportuno enamoramiento a pesar del peligro y riesgo que conlleva.
Los dibujos de Darwyn Cooke son enormemente expresivos y en sus silencios, en sus claroscuros y en sus sombras, se habla más y se ve mejor que con altavoces a plena luz del día.
Álbum a álbum no solo no decae la calidad sino que está entrando tan en simbiosis con el personaje y sus circunstancias que la fusión da como resultado una excelente novela gráfica de 140 páginas magistrales, desde la muda y violenta pelea inicial hasta la lírica viñeta final donde la cinta abierta del albornoz lo dice todo.
En cada albúm al blanco y negro le añade un color, en El Cazador fue un azul verdoso, en el segundo, La Compañía fue el azul violaceo; ahora en El Golpe ha optado por el amarillo anaranjado. Es como si Parker le dijera al bitono que el siempre tiene la última palabra.
En cada albúm al blanco y negro le añade un color, en El Cazador fue un azul verdoso, en el segundo, La Compañía fue el azul violaceo; ahora en El Golpe ha optado por el amarillo anaranjado. Es como si Parker le dijera al bitono que el siempre tiene la última palabra.
Darwyn Cooke no dibuja una novela, en realidad saca los dibujos de dentro de ella y la reconstruye en formato gráfico, como un escultor saca la figura que le aguarda dentro de un bloque de mármol.
Indispensable para los amantes del cómic. Indispensable para los amantes de la novela negra americana clásica. Indispensable sin más.
Post scriptum: la 4 entrega Matadero reseñada ya aquí