Ladrón de guante blanco es una serie de televisión y que
combina el género thriller con el de ladrones y timadores (aunque para
timadores de altos vuelos recuerden esta propuesta).
Aún conociendo de antemano su pretensión de comedia de alto
nivel, hay que reprocharle que haya elegido ser demasiado blanca, haber
olvidado que incluso los ladrones de guante blanco cuando trabajan los calzan
de color negro.
Esta serie con más ribetes negros, entregada a robos
inteligentes y dirigida a un público menos familiar daría como resultado un
producto interesantísimo, mucho menos relamido, menos ingenuo y por tanto más convincente,
interesante y creíble.
Neal Caffrey (Matt Bomer) es el ladrón de guante blanco del
título, encantador, experto en arte, gastronomía, enología, sabe pintar,
esculpir, sabe vestir (los sombreros son su debilidad y su perdición), sabe
sonreír, es atractivo, descarado, seductor y muy inteligente, que dedica el
lucro de sus actos a mantener un status de vida alto.
Neal Caffrey es un timador de prestigio y como tal, todo un
dandi. Sin embargo un bajón anímico y su debilidad humana por los sentimientos posibilita
ser atrapado por el FBI encarnado por el agente especial Peter Burke (Tim
DeKay) que ya lo había atrapado anteriormente.
Peter representa al hombre educado y correcto que como policia
es recto y responsable y como marido fiel, cariñoso y comprensivo.
Debido a una peculiar circunstancia el FBI le propone a Neal
convalidar años de cárcel por una libertad controlada, por una tobillera
electrónica, si les ayuda con sus conocimientos, métodos y contactos para
detener a otros delincuentes.
Neal accepta a regañadientes, tiene secretos motivos para
ello, y se convierte en asesor, aunque intente siempre sacar tajada, bajo la
supervisión de Peter y de los agentes Diana Barrigan (Marsha Thomason) y
Clinton Jones (Sharif Atkins) que forman el equipo especializado en este tipo
de delitos en la Sección Guante Blanco.
Caso a caso, la relación entre Neal y Peter se va
estrechando hasta convertirla en verdadera amistad, puesta a prueba de modo
continuado por mil y una suspicacias de Peter, siempre anticipándose un paso
por delante de Neal, que considera que un ladrón nunca deja de serlo a pesar de
los intentos de su mujer Elizabeth (Tiffany Thiessen), traviesa transgresora de
convencionalismos, para que relaje la relación.
Mozzie (Willie Garson), íntimo amigo, habilidísimo
estafador, excéntrico colaborador e imprescindible cómplice de Neal, está
siempre a su lado para lo bueno y para lo malo y aunque convertido en un Pepito
Grillo diablillo le reproche una y mil veces haberse cambiado de bando ofrece
su ayuda incondicional siempre que se precisa.
Aunque sin duda sea June (Diahann Carroll), la casera, por
llamarla de algún modo, de Neal, el papel canalla que resulta más agradecido y
que despierta mayor simpatía e interés. Sus puntuales intervenciones hay que
celebrarlas por todo lo alto.
Lo mejor de la serie: los personajes; cada uno con
personalidad propia, y un papel preciso en el sistema de vasos comunicantes,
imprescindible en toda serie, diseñado de tal modo que cuando uno aprieta el
otro afloja y se convierten en indispensables para dar coherencia al conjunto.
Es la serie de televisión interrobang en la que se confía
menos y se desconfía más. La serie con más promesas rotas y con más suspicacias
y resquemores. Voluntariamente ya sea con buena o mala intención, los engaños,
deslealtades y traiciones están a la orden del día y le dan ese punto
intrigante de no saber cuando se va a hacer lo que se dice que se hará, o si se
hace, si es con la finalidad prevista u otra oculta.
En los argumentos hay tiempo para tratar con obras de arte
de toda época y factura incluso libros y vinos antiguos. Robos, estafas,
fraudes, falsificaciones, contrabando e incluso la búsqueda de un fabuloso
tesoro asoman episodio tras episodio dándole una patina cultural a la acción
policial como reto para mayor lucimiento de las aptitudes de Neal Caffrey,
mientras una subtrama lineal que tiene que ver con el paradero de su novia Kate
y la explicación a unos sucesos del pasado mantienen un punto de tensión
sostenido que dura las primeras temporadas.
Mientras que la primera temporada los robos, las argucias y
los planes para perpetrarlos copan los argumentos, poco a poco en la segunda va
tomando una deriva hacia el monotema de un tesoro que en la tercera es
manifiesta. Hay ahí un punto de inflexión, el cierre de una etapa y la
serie debe reinventarse y coger un nuevo filón, y lo encuentra, en la cuarta
temporada centrándose en la infancia de Neal y en querer saber más sobre su familia
y sobre todo de su padre. Figura enigmática y estigmatizada policialmente que
sigue vivo en algún lugar.
Fórmula combinatoria, guapo canalla con tiempo para
delinquir y para el amor y para la amistad, que parece haber tenido éxito y con
ello mayor audiencia. Aunque por el camino haya perdido su esencia que tanto
prometía para rendirse en una serie de propósito general con un toque
glamouroso que para el público europeo resulta de poco voltaje.
Resulta tan simpática y divertida como intrascendente y
superficial y ofrece retazos de enorme emotividad y romanticismo que configuran
un producto aceptable que garantiza ir a la cama con una sonrisa en el rostro.
En este otoño 2013
su quinta temporada formará parte de la amplia oferta televisiva. Ustedes deciden.